Humor y amor. Digamos que es la única fórmula para recuperar esa libido que, sintiéndose desairada, decidió despedirse a la francesa, sigilosa y elegantemente sin decir adiós, pero con la certeza de que algún día sería añorada. Con las manos ocupadas, la cabeza absorta en mil cosas y el corazón rebosante de amor, la maternidad relega a menudo a un insignificante plano su sexualidad. Es el síndrome de mamá y papá, que no debería durar más de uno o dos, pero a menudo se cronifica dando lugar a otros síndromes en los que el peor parado es siempre el sexo. Afortunadamente, este sabe esperar paciente su momento, con la ilusión de que un día será de nuevo invitado a la acción.
Y ocurre: “De tanto amar, me olvidé de mí”, reconoce por fin la madre que quiere volver a sentirse esa diosa del sexo que un día fue. Con los estragos del embarazo, parto, posparto, lactancia y el peso del tiempo. Con michelines y estrías. Sin la lozanía de los veinte, pero con la sal y pimienta de los cuarenta, cincuenta o los que caigan. Y que nadie le venga con la milonga de que el verdadero amor no espera nada a cambio o que la felicidad de los hijos es más que suficiente para justificar la suya.
No importa el tiempo que haya pasado, el deseo está impaciente y con los ojos grandes a la espera de ser desengrasado. Habrá que hablar con la pareja. Exponer las vergüenzas y los miedos. Compartir cualquier sentimiento. Si es con humor, tendremos mucho camino ganado. Una risa reduce el estrés y favorece esta comunicación tan necesaria cuando queremos retomar la vida sexual. Probemos su función reparadora y apuntemos en una misma dirección.
Todo nace en la piel
Aunque impaciente por recobrar su lugar, no olvidemos que, al aparcar la libido, la dejamos herida en su orgullo. Volverá si le cedemos el paso, si encuentra la puerta grande, si se siente provocada. Una cena íntima, un viaje en pareja, un paseo de la mano. Sin niños, sin exigencias y sin sentimientos de culpa. No somos conscientes del inmenso impulso que tiene en nuestro cerebro sexual tomarse de la mano, abrazarse de nuevo o acariciarse. Existe un circuito neuronal específicamente dedicado a transmitir esa sensación tan placentera que nace en la piel.
Una misma decide el recorrido de esa mano, la intensidad con la que quiere ser acariciada o el rumbo que toman los acontecimientos. Sin prisa, pero consciente de cómo su mente vuelve a sentirse erotizada. Algunas mujeres prefieren reconectar con su vida sexual ellas mismas mediante el autoerotismo. Es una forma efectiva de recuperar esas emociones que dejó descuidadas y de sentirse deseable.
Una vez desperezado el deseo, habrá que reajustar las expectativas. Cada pareja decidirá sus rituales, la energía que le queda y si el cuerpo aún está para malabares. Lo que no vale, si se trata de recuperar la vida sexual en pareja, es volver a la excusa del cansancio, a lo poco y mal que se duerme, a la fatiga de la vida o las dichosas vergüenzas. Recordemos que la mente erótica está pidiendo paso. Ante el bloqueo, volvamos a algo tan simple como el buen humor y el tacto. Una sonrisa, una mirada de cariño o una mano tendida son suficientes para aliviar la carga mental, manejar la ansiedad y ayudar a que los cerebros se sincronicen de nuevo eróticamente. El poeta Ramón de Campoamor escribió que el amor puede morir de hartura, pero lo que nunca se hastía es la ternura. ¡Cuánta razón!
Reconstruir una relación sana, feliz y activa sexualmente después de la maternidad exige complicidad erótica en cuanto a gustos, frecuencia, preferencias, valores sexuales y fantasías. Lo que ya no vale es aquello de la esposa complaciente o los agravios comparativos. Si hay presión o enfado, las consecuencias son nefastas. Además, existen mil formas muy prácticas de superar algunos de los contratiempos más comunes: productos que favorecen que los encuentros íntimos sean satisfactorios, lubricantes, juguetes capaces de conseguir que la temperatura se dispare o ejercicios para mantener los músculos del suelo pélvico a tono.
¿Es necesario? Por supuesto. Una vida saludable en pareja exige momentos de picardía, seducción y deseo de crecer. El sexo mejora la calidad de la relación y cumple una función revitalizante en nuestro organismo: refuerza el sistema inmunológico, permite conciliar mejor el sueño y nos rejuvenece porque implica dedicarse un tiempo a una misma y al cuidado físico. Si no somos capaces de lograrlo, si las necesidades son discrepantes o no encontramos compatibilidad sexual, a pesar del amor, siempre queda la opción infalible de hablar con un profesional para volver a deshacer la cama haciendo el amor.