Todavía tengo muy presente cómo, poco después del estreno de Mad Max: Furia en la carretera (2015), anterior entrega de la saga resucitada por George Miller para el nuevo milenio, una compañera en esto de la crítica cinematográfica se me acercó entusiasmada a comentarme: “¡Por fin una película fantástica de acción donde hay una protagonista tan poderosa como un hombre!”. Yo me quedé, lo confieso, con rostro de crucigrama: o sea, perplejo.
No porque la Imperator Furiosa encarnada por Charlize Theron no sea un personaje potente, fascinante, capaz de competir si no de superar a cualquier héroe o superhéroe cinematográfico masculino de las últimas décadas, ni porque su sucesora (¿o predecesora? Que hablamos de precuela) Anya Taylor-Joy no cumpla sobradamente su papel en Furiosa: de la saga Mad Max (2024), sino porque su personaje no es ni más, ni menos, que un nuevo avatar de esas heroínas de acción, fantasía y aventura que poco a poco, pero constante e implacablemente, se han ido abriendo paso en el género desde finales de los años setenta, si no antes.
Está muy bien dar a Imperator Furiosa lo que a Imperator Furiosa pertenece, pero mejor aún es conocer y reconocer la larga estirpe de personajes de la que procede, sin los cuales nunca hubiera llegado a triunfar en el bárbaro y violento futuro patriarcal del universo Mad Max.
Las grandes heroínas de los 60 y 70
A Furiosa la preceden heroínas de los años sesenta, los del comienzo de la Segunda Ola feminista, como Barbarella o Modesty Blaise, creadas por hombres de mentalidad progresista, liberal y libertaria como el francés Jean-Claude Forest o el británico Peter O’Donnell. Si es verdad que en la pantalla su feminismo quedaba algo diluido también en erotismo, humor y fantasía, ello sirvió para que rompieran una brecha a través de la cual comenzar a invadir las pantallas.
En los setenta, a esta irrupción de la mujer de acción se sumó que no pocas de ellas fueran también negras. Heroínas violentas, sexy pero no por ello menos revolucionarias, como las Foxy Brown o Coffy encarnadas por la estupenda Pam Grier, veterana de la mejor blaxploitation que sería recuperada en los noventa por directores como Tarantino o John Carpenter. Pero a finales de esos mismos setenta aparece ya el paradigma de la que debe ser y será una heroína más “realista” para el nuevo siglo y milenio: la Ripley de Sigourney Weaver en el Alien (1979) de Ridley Scott, desatada y reificada en genuina mujerona de acción fantástica, dura como el acero de su exoesqueleto, en el Aliens (1986) de James Cameron.
Por centrarnos en el modelo futurista, bárbaro y fantástico, menos sexualizado y más directamente empoderado que propone Furiosa, a lo largo de las últimas décadas del pasado siglo y las primeras de este podemos y debemos recordar, a través de las actrices que las dieron vida, a la Sandhal Bergman del primer Conan y de El guerrero rojo; la Linda Hamilton de los Terminator originales; la Lori Petty de Tank Girl, dirigida por una mujer, Rachel Talalay; la Pamela Anderson de Barb Wire, la Milla Jovovich de El Quinto Elemento, Ultraviolet y la saga Resident Evil; la Kate Beckinsale de Van Helsing y la franquicia Underworld; la Angelina Jolie de las primeras y mejores aventuras de Lara Croft; la propia Charlize Theron de Aeon Flux; la Rose McGowan de Planet Terror; la Kristanna Loken de la saga BloodRayne…
Pero, sobre todo, a la injustamente olvidada Rhona Mitra de Doomsday: El día del juicio, de Neil Marshall, que se adelanta siete años a Furiosa en mostrar una heroína post-hecatómbica, cínica y violenta, en un mundo devastado a lo Mad Max y, todo hay que decirlo, más convincente que Anya Taylor-Joy.
Eso, sin entrar en series míticas como Xena o Buffy, ni en el cine asiático o el anime. Volviendo al principio, lo que me dejó perplejo no fue que mi colega respondiera con entusiasmo a la heroína de George Miller (sigue siendo imaginada por un hombre), sino que pensara que se trataba de “la primera”. Si queremos construir un mundo con heroínas de ficción verosímiles, que sirvan de modelo para la nueva mujer, ¿qué ejemplo estamos dando al ignorar por completo aquellas pioneras y precursoras que lo han propiciado, anticipando sus conquistas?
Un feminismo sin pasado, aunque hablemos de ficción, es un feminismo sin futuro, en manos no de Furiosa, sino del brutal Dementus de Chris Hemsworth. Que para quien no lo haya notado, es el verdadero protagonista de la película.