El cortometraje El cuento de una noche de verano supone el debut en la dirección y guion de la madrileña María Herrera (productora ganadora del Goya por Arquitectura emocional 1959, de León Siminiani). Joven cineasta y productora española, su trabajo explora el universo femenino y se centra en la relación entre el cuerpo, la cámara y el deseo de las mujeres. Le interesa cuestionar los paradigmas narrativos y el lenguaje cinematográfico en busca de un cine y una televisión feministas.
“Este cortometraje surge de la necesidad de querer contribuir a romper el silencio y tabú que hay en nuestra sociedad actual en torno al sexo. Este silencio nos desarticula evitando generar nuevos significados en los que estemos todxs incluidxs”, comenta la directora, que incorpora el lenguaje inclusivo. Aunque apenas se conocen, Inés y Guille conectan rápidamente mostrando una complicidad inusual para una primera cita. Pareciera incluso como si el calor sofocante hubiese cesado mientras dormían juntos. Inés quiere que, antes de dormirse, vean juntos el amanecer.
Este cortometraje es tu debut en dirección y guion. Tras ganar el Goya por producir Arquitectura emocional 1959, ¿cómo ha sido tu experiencia en producción y cómo has evolucionado hasta querer dirigir y escribir tu propio guión?
De una forma un poco intuitiva empecé con 23 años en prácticas en la distribuidora Avalon, porque me gustaba mucho el cine y me interesaba la industria. Quería hacer cortos pero no tenía dinero. Así que siendo muy joven me empezó a interesar la producción, también porque me fui a México a hacer un intercambio, y allí estudié muchas asignaturas de cine. Además, había un problema de roles de género: yo no me visualizaba dirigiendo y escribiendo, aunque secretamente me gustaba y me interesaba, pero no pensaba que pudiera llegar a hacerlo bien. Mis compañeros de la carrera de Comunicación Audiovisual en seguida decían: “Yo soy director de cine”, pero yo no me situaba ahí. Ellos ocupaban el espacio, y yo me dediqué a “ayudar”: por los roles de género, las mujeres nos decantamos por la producción, que es acompañar, cuidar, organizar. En Avalon intenté ir asumiendo más tareas creativas, y acabé de directora de desarrollo, que al final tenía mucho que ver con buscar libros que adaptar y estar pendiente del seguimiento y la evolución creativa de esos guiones. Ahí supe que quería escribir. Y entonces me dieron una beca de La Caixa para estudiar guion y dirección en Nueva York, y gracias a eso he podido hacer este corto.
“Había un problema de roles de género: yo no me visualizaba dirigiendo y escribiendo”
Tu corto ha ganado en el Festival de Alcalá de Henares, se proyectó en la SEMINCI y estará el Festival Márgenes. ¿Cómo es el recorrido que hace un cortometraje desde que se termina de realizar hasta que llega al gran público?
Es una estrategia de distribución, que en nuestro caso lleva Marvin and Wayne. Empiezas a mandar a festivales, en general grandes: hay algunos que son incompatibles porque todos exigen estreno. En nuestro caso, fue la sección internacional del Festival de Valladolid, la SEMINCI, y a partir de ahí continué mandando a otros festivales compatibles con ese estreno. Después se inicia el circuito de festivales, a nivel nacional e internacional. Una vez acabado el circuito, hay que contactar con plataformas como Movistar+ o Filmin para ver si quieren programarlo. También entra en la ecuación la campaña de los Goya, que le da momentum o visibilidad, y con el estreno en plataformas se accede al público. Pero tras la pandemia cambió el paradigma y es muy difícil estrenar en salas; incluso los largometrajes duran muy poco, por lo que los cortos son impensables. Además, no tenemos presupuestos para campañas de marketing, de publicidad… por eso es tan importante la labor que hacéis desde la prensa.
La cámara capta, sobre todo, el deseo y el placer sexual de la protagonista. Sin embargo, durante la relación sexual sucede algo que a ella la frustra. La vemos pletórica y luego la vemos decepcionada. ¿Qué buscas expresar con esta transición que vive el personaje?
Yo lo que quería era, por un lado, hacer una pieza sobre el consentimiento y mostrar cómo a veces es un tema muy complejo donde va más allá del solo “sí es sí” o del solo “no es no”. Hay veces en que no se verbaliza un sí explícito o un no explícito. Mi personaje no dice que no porque está en shock. Cuando se producen situaciones sexuales no consentidas se genera confusión y shock, y al ser en entornos aparentemente seguros, medio románticos, bonitos, es más difícil asumir. Ninguna mujer quiere asumir que ha sufrido una agresión sexual, ninguna queremos ser una víctima. Todos estos mecanismos operan en que a veces, en esos momentos, no sepamos reaccionar de forma ejemplarizante, de manual, porque es una situación de vulnerabilidad física. También era importante para mí acompañar al personaje en el estado de confusión y de duda. Algunos amigos, cuando leían el guion o cuando veían algún montaje del corto, me decían que tenía que acabar después de su orgasmo, porque ahí es más potente. Pero yo creo que no, porque luego las mujeres nos vamos solas a casa con esto. Para mí, era importante acompañarla en esa deriva, en ese camino de la duda, de ir asumiendo que pasas, psicológicamente, por distintos estados mentales de negación, vas transitando distintos estadios. Para mí, es un viaje hacia la mirada femenina. Porque ella, con esta práctica, es convertida en objeto de deseo, porque su voluntad no es importante, pero ella recupera el poder de su mirada y se convierte en sujeto de su mirada y sujeto de su deseo.
El tema que tratas es una agresión sexual, aunque no siempre se haya entendido así…
Hay un plano en el que ella ve el condón en el suelo, pero dura dos segundos, y es intencionado, porque es un shock. Al principio del corto, él dice: “No entiendo por qué a la gente le gusta ver el amanecer y el atardecer, si es un segundo”. Pero un segundo te cambia la vida. Quitarse el preservativo es un delito sexual. Antes no lo veía en España. Se me ocurrió la idea porque cuando me fui a estudiar a Estados Unidos, de repente leí, en 2021, que en el estado de California se quería regular como agresión sexual. Y tiene un nombre en inglés, se llama stealthing, que consiste en la retirada del condón sin el consentimiento. Y pasa un montón; resulta que a muchas de mis amigas les ha sucedido. No quieres pensar que te han agredido sexualmente porque en realidad el chico es monísimo, te hace el desayuno, te cuida… Hay un estado de negación como mecanismo de supervivencia. Pero sí, es un delito, y ha habido alguna denuncia en España.
“Quitarse el preservativo es un delito sexual”
Olivia Delcán ganó el premio a la Mejor Interpretación en el Festival de Alcalá. ¿Cómo trabajaste con ella desde la dirección? ¿Hay algún punto de improvisación o de espontaneidad en su trabajo?
Por un lado, yo les mandé el proyecto tanto a ella como a Nacho Sánchez para que me dijeran que sí. A veces no me gusta mandar el guion para que los actores no tengan una idea súper concreta, pero en este caso, al haber escenas íntimas, era muy importante que supieran a qué estaban diciendo que sí. En el guion venía todo muy marcado, venía escrita y detallada la escena del sexo y qué grado de exposición iban a tener, y también tuvimos una coordinadora de intimidad, que es una figura relativamente nueva. Todos estuvimos velando (la primera, yo, que soy la directora) por la seguridad de los actores, para crear un espacio seguro en el set. Y con la coordinadora de intimidad hicimos una coreografía: a los intérpretes les ayuda a tener unos puntos de anclaje para simular las escenas de sexo, que además les protege emocionalmente, porque saben que es una ficción, una simulación. Con el personaje también tuvimos escenas de interpretación, de improvisación, pero no de sexo, sino de construir la relación afectiva entre ellos. Por ejemplo, un día les dije que tenían que tener una primera cita ellos, para que crearan recuerdos y vivencias a partir de improvisaciones, para que ella simule que le gusta mucho él. También trabajamos todo ese paseo de cruzar Madrid, como quien cruza un dolor y una decepción. Y también trabajamos toda esa parte emocional como muy física, con improvisaciones, con el cuerpo, creando recuerdos y sensaciones.
¿Cómo fue tu experiencia rodando esas escenas de sexo tan delicadas con Olivia y Nacho?
Teniendo muy claro lo que van a hacer para que ellos sepan qué están consintiendo, porque ha habido muchos abusos en la industria, muchas prácticas de abuso o agresión. Todo estaba hablado, tanto con ellos como con la coordinadora de intimidad. Dimos varios pasos: crear un vínculo entre ellos para que se sintieran cómodos, montar todo con una coreografía, los ensayos siempre todos vestidos… Ellos tienen que saber que es una ficción, aunque eso no impide que interpreten bien, que sea creíble y verosímil. También hicimos ensayos con la persona que iba a operar la steadycam: al ser una cámara que se mueve, necesitábamos que se conocieran todos, porque en la habitación en la que se rueda entra el equipo mínimo. Sólo estaban los actores, la mujer (quisimos que fuera mujer) que opera la steadycam, la de sonido y yo.
“En las escenas de sexo ha habido muchos abusos en la industria, muchas prácticas de abuso o agresión”
¿Cuáles son tus próximos proyectos? ¿Cómo te ves en cinco años?
Ahora estoy desarrollando mi primer largometraje, ya tengo una tercera versión de guion y vamos a buscar la financiación para levantarlo y poder rodarlo. También he escrito tres desarrollos de series, los he estado escribiendo y ya están todos entregados y aprobados y se están moviendo por si hay alguna plataforma que se interese y quiera financiar y rodarlo. Y ya pensando cosas nuevas. Ojalá en cinco años me estés entrevistando de nuevo porque se haya estrenado ya mi largo y alguna serie.
¿Crees que has tenido más dificultad por escribir historias feministas?
Sí, yo creo que sí. Porque yo veía que los hombres a mi alrededor (amigos, directores de cine, profesores) me decían: “No me gusta tu corto, es que no entiendo la gracia”; “Guárdalo en un cajón y escribe otra cosa”; “No entiendo por qué ella actúa así”… Y yo decía: “Porque la han agredido sexualmente”. Pero no lo entendían. Yo vivo en la industria a diario dinámicas machistas, me hacen sentir invisible, que las historias que quiero contar no son tan relevantes. Creo que hay un espejismo, pero cuando quieres hacer proyectos más comerciales y te acercas al poder, más siento que hay hombres de media generación que tienen problemáticas de poder. No quieren dar dinero para reflejar “problemas de mujeres”. Y eso que el corto es sutil; de hecho, para mí era importante crear un personaje masculino “sin intención”, en el sentido de que él no quiere agredirla sexualmente, no lo hace con esa intención, pero eso no le exculpa.
“Yo vivo en la industria a diario dinámicas machistas”
¿Dirías que la reserva de cuota del 35% a proyectos dirigidos por mujeres que recoge la Ley del Cine no es suficiente?
Hay medidas de “reparación histórica”, como yo las llamo, pero no son suficientes aún. Yo no quiero hacer solo cortos, o pelis de bajo presupuesto; a lo mejor quiero hacer en el futuro una película de 10 millones de euros, como hacen ellos, y es donde yo siento ese techo de cristal. Lo veo en esos grandes porcentajes de películas, de grandes presupuestos o series: ahí no hay cuotas. Hablamos de la Ley del Cine, pero ¿qué pasa con las series, que es lo que más ve la gente hoy? Las mujeres también estamos creando imaginario colectivo y representando a la sociedad, y ahí no hay paridad todavía. O, por ejemplo, en la Academia de Cine Española solo hay un 32% de mujeres académicas. Al final, eso hace que las películas que se han premiado cada año en los Goya, que representan nuestra cinematografía, que reciben ayudas, que apoyan las televisiones, que los cines quieren volver a exhibir… no estén hechas por mujeres. ¿Quién está en los comités de selección de ayudas, en los comités de festival? Estamos mejorando, pero todavía no es suficiente.
“En la Academia de Cine Española solo hay un 32% de mujeres académicas”