Lucha y metamorfosis de una mujer retrata a una madre que nos revela con su mirada el dolor, la impotencia y, en contadas ocasiones, la alegría de una vida amarga. Se trata de una mujer víctima de violencia masculina y humillación pública y privada de sus dos maridos, que han logrado silenciarla, arrinconarla y anularla hasta que a los 45 huye para construir su propia historia.
La sala Margarita Xirgu del Teatro Español de Madrid se divide en dos, traspasada por una tarima estrecha, de unos 10 metros de largo por 2 de ancho. A cada lado de esta, un graderío y, sobre las butacas, una pantalla que proyecta la expresión de la madre, quien pasa casi la totalidad de la representación en una silla, siendo testigo de la narración de su hijo.
En el texto original, el escritor Édouard Louis rememora la figura de una madre a partir de un retrato que el director, Fernando Bernués, nos traslada en vivo en su propuesta. La madre no sólo es protagónica con pocas palabras, sino que es omnipresente: es el centro de la narración, la causa, el punto de inflexión y la puerta hacia el futuro. Esto sucede en fondo y forma en la producción de Tanttaka Teatroa porque, desde cualquiera de las butacas, te enfrentas a la expresión maternal proyectada en directo, atravesándote.
‘Lucha y metamorfosis de una mujer’, de Édouard Louis, protagonizada por Eva Trancón y Eneko Sagardoy
El mismo director abordaba en Madrid hace unas semanas cómo las palabras pueden ser fuente de libertad con una adaptación del libro Del color de la leche. Ahora, en esta nueva adaptación literaria, explora cómo el relato puede suponer una liberación, una ventana para entender el pasado y el camino para descubrir la propia identidad. En menos de una hora de función consigue condensar toda una vida: los sufrimientos de la madre, el dolor del hijo al rememorarlos y el deseo de redención de ambos.
El relato vital del hijo guarda un espacio privilegiado para su mirada hacia la madre. Es esta percepción la que nos va enseñando el dolor que ha tenido que vivir ella, quien ha sufrido cómo su hijo normalizó la violencia, cómo le era extraña su alegría hasta llegar al enfado o se avergonzaba de ella en público. Todo esto, acentuado por una doble estigmatización por su clase social.
Eneko Sagardoy y Eva Trancón deslumbran con sus interpretaciones, ofreciendo toda la relevancia que necesita el texto y la temática para hacer mella en los presentes. Los gestos, el dominio del espacio, los recursos escénicos y su complicidad logran que, más que espectadores, haya testigos de cómo la esperanza puede sobreponerse a la tragedia.