Lucía Carballal se enfrenta al concepto de Familia, con todas sus aristas, en un ejercicio teatral único e ilusionante. Dinorah ha fallecido y sus hijas, Reina (Mona Martínez) y Esther (Manuela Paso), se reúnen con sus familias en su hogar para honrar a la difunda y cumplir el Avelut: dedicar los siguientes siete días al duelo y al recuerdo.
Los antepasados de esta familia sefardí que ahora se reúne en Madrid fueron expulsados de España en 1492 y, pasadas varias generaciones en Marruecos, retornaron a España en los sesenta. Un tótem, tan grande como la historia familiar, preside la sala principal del Teatro Valle-Inclán de Madrid.

Obra ‘Los nuestros’, de Lucía Carballal, en el CDN. Mona Martínez da vida a Reina, una de las hijas de la difunta Dinorah.
Esta puesta en escena, obra de Pablo Chaves Maza, trae al teatro el recuerdo del zoco árabe: sillas, lámparas, refrescos, equipos de música, cajas, alfombras y un sinfín de utensilios. Se entremezcla lo fundamental con lo banal, sin que sepamos muy bien qué valor tiene cada objeto: qué es un recuerdo y qué ha perdurado con el paso del tiempo por la desidia. La memoria de toda una familia que perdura sobre lo que la rodea, como un testigo que no para de crecer.
La reunión familiar va ramificando en los diferentes dramas particulares de cada uno de sus miembros, yendo de la experiencia personal a la universal. Pablo (Miki Esparbé) y su pareja, Marina (Ana Polvorosa), viven su particular duelo en el reencuentro con Reina. La distancia tanto geográfica como personal entre madre e hijo, que vive desde hace tiempo en Inglaterra, parece ser insalvable en el fondo y las formas. A su vez, Pablo y Marina ahondan en grandes preguntas sobre la familia, las relaciones sentimentales y la vocación.

La familia de ‘Los nuestros’, delante del gran tótem que preside el escenario
Mientras tanto, el duelo por Dinorah desencadena que Esther y Reina se rindan cuentas sobre la presencia en el mundo, el abandono de la religión por la integración de los hijos o de uno mismo. Esto permite un enfrentamiento de reproches sobre qué cumple y qué no con la religión, pero también ahondar en los dramas familiares, tales como la preferencia de una madre por una u otra hija que empujará a Esther a señalar: “Cómo puedo despedirme de mi madre sin agarrar la mano de mi hermana”.
Junto con Esther, se encuentra Mauro (Gon Ramos), su nuevo novio, mientras esta se encuentra separándose. Mauro rompe el ritmo frenético de la obra, los conflictos y también las tensiones, desde un margen del escenario a través de discursos y reflexiones filosóficas que favorecen a la comedia, tan presente en la propuesta. Con ellos, los dos hijos de Esther, apasionados por la danza e integrados hasta el punto de formar parte del Belén viviente de su colegio –uno de los motivos de reproche entre las hermanas–.

Ana Polvorosa y Miki Esparbé en el papel de Marina y Pablo en “Los Nuestros”, en el CDN
Así, Lucía Carballal va tejiendo una serie de relaciones y conflictos personales, que van discurriendo poco a poco, jornada a jornada durante el Avelut, sin necesidad de encontrar una solución. Cada uno de sus personajes afronta así sus propias expectativas en la reunión con su familia, con sus filias y sus fobias, pero encontrando en ella un lugar seguro en el que resguardarse a pesar de los dolores que pueda despertar.
La interpretación del elenco, el texto, el ritmo, los recursos, la escena hacen de esta obra un hecho memorable, al que querer volver para preguntarse junto a esta familia sobre las inseguridades, historias y, sobre todo, el futuro de uno mismo.