Una mujer mira hacia el horizonte de árboles, campo y viento. Desenfocado, como si fuera un reflejo de lo que le acontece, que afronta de cara, con valentía y dolor, y que resta un tiempo apremiante que se le escapa entre los dedos y se torna destellos de gracia y vida. Un horizonte de destellos.
“Que fuera una película sobre la vida: esto ha sido un mantra que nos hemos repetido todo el tiempo”, asegura Pilar Palomero en la presentación de Los destellos en el Festival de Cine de San Sebastián, su tercer largometraje (tras Las niñas, La maternal). Basada en el relato Un corazón demasiado grande, de Eider Rodríguez, esta es su película más intimista, más desnuda, más improvista de artificiosidad o efectismo. Palomero sólo necesita una historia sencilla, en el seno de una familia corriente, para trascender en el dolor, el amor y la muerte, conceptos tan comunes como misteriosos.
Pilar Palomero, que presentó en rueda de prensa su nuevo proyecto, explicó que se rodó en el pueblo de su familia, Horta de Sant Joan, en Tarragona: “Para mí esta película tiene una vinculación muy personal, porque sí que hay mucho de intentar transmitir cosas que yo he sentido y he vivido y quizás haya sido más fácil hacerlo a través de unos personajes creados por Eider. Estos personajes han sido como un vehículo para hablar de las cosas que a mí más me preocupaban”.
Junto a Daniela Cajía, directora de fotografía, Pilar Palomero ha diseñado un lenguaje muy concreto para su tercer largo: “Yo tenía muy claro que quería que esta película tuviera un lenguaje distinto a las anteriores, creo que la historia lo pedía y además a mí también me apetecía volver un poco al lenguaje que sí que había utilizado en los cortometrajes”. Y ha continuado: “Hemos hecho un trabajo de planificar mucho y voluntariamente nos hemos ido a algo clásico intentando también encontrar algo nuevo ahí”.
La doble cara de la enfermedad
Isabel, interpretada por una maravillosa Patricia López Arnaiz, debe afrontar que su hija y su exmarido la necesitan. Ramón (Antonio de la Torre) se encuentra enfermo, por lo que ella se encargará de cuidarlo a petición de su hija, que está fuera del pueblo, formándose en Valencia. Madalen (Marina Guerola) representa a esa joven que madura prematuramente, como ocurre a menudo ante la realidad de la enfermedad. Los destellos nos muestra las dos caras de la moneda: el dolor, que, expresado o no, persiste en los familiares más cercanos al enfermo, y la urgencia de la ternura, esa reacción natural en las personas cuando se dan cuenta del poco tiempo que les queda junto al ser querido en cuestión.
Patricia López Arnaiz se muestra poderosa, con expresiones que no necesitan acompañarse de palabras y con una gran complicidad con sus compañeros de rodaje: Antonio de la Torre, gran actor afable y polifacético en nuestro cine, y la joven Marina Guerola.
The substance
En las antípodas de Los destellos, cambiando radicalmente de género, se ha presentado The substance (La sustancia), el drama hiperrealista de ciencia ficción protagonizado por Demi Moore y Margaret Qualley y dirigida por la estadounidense Coralie Fargeat (Revenge, Reality+), nominada a Premio del Público en el Festival de Cine de San Sebastián, al igual que en el de Toronto. No obstante, la película se proyecta en el festival donostiarra pero no cuenta con presentación oficial en rueda de prensa debido a su presencia en el próximo Festival de Sitges.
Estamos ante una novedosísima cinta que explora las implicaciones de la creación de una sustancia sintética que promete revolucionar la humanidad, pero que termina siendo una pesadilla de consecuencias impredecibles. La película no solo juega con los límites de la ciencia y la ética, sino que también profundiza en los miedos existenciales sobre el control, la evolución y el poder.
La historia sigue a un grupo de científicos que desarrollan una sustancia capaz de transformar la materia, un producto revolucionario basado en la división celular que crea un alter ego más joven, más bello, más perfecto. Sin embargo, a medida que el experimento avanza, comienzan a notar efectos secundarios devastadores: la sustancia cobra vida propia y se convierte en una fuerza incontrolable, que no solo amenaza con destruir a los creadores, sino que también desafía la naturaleza misma de la existencia.
¿Lo mejor? Aquello que la hace ser especial: el guion, cargado de reflexiones filosóficas sobre la evolución, la inteligencia artificial (tiene algún guiño a Poor things) y el miedo al apocalipsis causado por nuestras propias creaciones. El dilema moral de su protagonista, Elizabeth, y su progresiva deshumanización a lo largo del film aportan una profundidad psicológica que eleva a The Substance por encima de otras películas de género similares. ¿Lo peor? La agresividad visual en la última media hora de la película y la manera tan explícita de abordar las últimas imágenes del cuerpo de ella.