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‘La llamada’, de Leila Guerriero, o una mujer víctima de la dictadura

La periodista rastrea la vida, la familia y el entorno de Silvia Labayru, secuestrada en 1976, que no ha renunciado al humor, al amor ni a la vitalidad

La escritora, periodista y editora argentina Leila Guerriero
La escritora, periodista y editora argentina Leila Guerriero Anagrama

La periodista Leila Guerriero no quería contar otra historia más de los años 70 en la Argentina. Quería contar la historia de una mujer: Silvia Labayru. Claro que igualmente terminaría escribiendo sobre esa época. El porqué de escogerla a ella y no a otro u otra queda claro a lo largo del libro, y en las propias palabras de Leila: “Yo no me estoy metiendo con los setenta. Yo tengo bruto metejón con la historia de esta mujer”.

Qué tiene Silvia Labayru que lleva a Leila a sentir una pasión compulsiva por descifrarla.

Perteneciente a una familia de militares argentinos, militó en su juventud en una organización guerrillera y peronista. Era montonera. En 1976, ya instalada la dictadura militar, fue secuestrada y trasladada a la ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada, donde sería torturada y violada de forma reiterada por un oficial. Embarazada de cinco meses cuando la secuestraron, dio a luz en condiciones deplorables a su hija Vera Lennie (hermana, por parte de padre, de Barbara Lennie). Fue el primer bebé que nacería en la ESMA, no sería el último. Silvia Labayru fue puesta en libertad en 1978 y marchó a España, donde sería recibida como una traidora por buena parte del exilio argentino.

'La llamada', de Leila Guerriero

‘La llamada’, de Leila Guerriero

Podría haber sido una desaparecida más. Una de miles. Sobrevivió. Su hija podría haberle sido arrebatada. No lo fue. El porqué de su supervivencia tiene muchas versiones. Una es la llamada –de ahí el título del libro– que uno de los oficiales hizo a Jorge Labayru, el padre de Silvia, y que según ella acabaría por salvarle la vida.

La clave es la memoria

Leila construye el relato minuciosamente, como si lo bordara con detalles cotidianos, con las horas de entrevistas que a lo largo de dos años realizó a Silvia Labayru y a otros tantos testigos de su vida, unos más amistosos que otros. Enfrentándola a los recuerdos, propios y ajenos, a los hechos alternativos de su propia historia. Una de las protagonistas del libro es la memoria, y cómo ésta se edifica, su misión salvífica; no podríamos sobrevivir a las acciones que sufrimos como víctimas o que acometimos como verdugos.

Otro tema clave son los excesos ideológicos, cuando en nombre de una causa que se considera justa se perpetran crímenes, violencias indiscriminadas. Labayru se muestra crítica con su militancia, exaltada por la juventud, y contra Montoneros, consciente de que pudieron contribuir a empeorar la situación del país y todo lo que vino después. Al mismo tiempo se muestra orgullosa de no haber cedido ante las torturas, de no haber entregado a ningún compañero.

El testimonio compartido por Silvia no se recrea en las torturas que le fueron infringidas. Habla de ello con distancia y con muchos años de psicoanálisis a las espaldas. Durante el tiempo en el que transcurren las entrevistas, está pendiente de sentencia el juicio contra algunos oficiales de la ESMA por los delitos sexuales que cometieron contra las retenidas en ese centro, ella es una de las tres mujeres que han contribuido con sus denuncias a sentarlos nuevamente en el banquillo. Fueron muchas más, otras prefirieron callar.

Silvia Labayrú, sobreviviente de la dictadura argentina, en su casa el día después de la sentencia contra dos exoficiales de inteligencia

Silvia Labayru, sobreviviente de la dictadura argentina, en su casa el día después de la sentencia contra dos exoficiales de inteligencia

A pesar de todo lo ocurrido, todo lo sufrido, Guerriero muestra a una mujer en toda su plenitud (Silvia tiene hoy 64 años), que quiere dejar en su epitafio “Aquí yace una mujer que vivió”. Ha recuperado un gran amor que perdió en su juventud, que le ha hecho volver a la Argentina después de treinta años en España, donde estuvo casada y tuvo un hijo más. Tampoco oculta la periodista argentina, con sus horas de escucha, las contradicciones de su protagonista. Ahí quedan sembradas algunas dudas para la propia consideración del lector. El pasado no deja de ser una suerte de ficción compartida.

Esos dos años de entrevistas, iniciados en 2021, reflejan también la que fue nuestra realidad –ahora tan lejana– durante la pandemia del COVID: mascarillas, encuentros virtuales, restricciones de circulación, PCRs. Periodismo haciendo las veces de memoria. De hecho, es en gran medida la labor de Guerriero la que hace que esta obra tenga tanto valor literario, con independencia de los hechos históricos. Una mujer. Una vida vivida. Una historia bien contada.

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