Un año después su figura sigue apareciendo en vídeos virales con frases brillantes, en su podcast sobre historias de mujeres, Morgana, y en las estanterías de las librerías donde sus obras han encontrado el prestigio y el reconocimiento de una voz única. Hace un año moría la escritora sarda Michela Murgia (1972-2023) a los 51 años tras combatir, aunque a ella no le gustaba esa expresión, con un grave cáncer metastásico. Renunciaba a hablar de su tumor como batalla contra su cuerpo, pero guerrera quizás sea el término que mejor define a esta autora que hizo de su vida una lucha por un mundo mejor, más abierto, con menos discriminación, más feminista. Comunicó al público que estaba enferma unos meses antes y se dedicó a los suyos y a vivir sin complejos en esos meses convertidos en el ocaso de su vida.
Su manera de irse no pasó desapercibida; su visión de la vida, la muerte y las uniones entre personas dejaron en aquel momento reflexiones de una calidad única que regaló a todos los que en Italia, tantos, veían en ella un referente intelectual. En la entrevista al Corriere della Sera en la que confesó su situación, dejó claro, entre otras cosas, que para ella era importante huir de esa idea tan difusa en Occidente donde se intenta negar que el dolor, la enfermedad y la muerte existen. Ella, como todo en la vida, demostró también en eso una formidable valentía. “Tengo cincuenta años, he vivido diez vidas. He hecho cosas que la gran mayoría de personas nunca hacen en toda una vida. Cosas que no sabía ni que deseaba. Tengo recuerdos maravillosos”. Y con esa claridad cerraba el discurso sobre si morir, especialmente tan joven, era una injusticia.
Una de sus mejores amigas y confidentes, la también escritora Chiara Valerio, comparte esta reflexión sobre ella para Artículo14 en el primer aniversario de su muerte.
“Michela Murgia fue una gran intelectual y activista, y es la autora de una de las novelas italianas más bonitas de este siglo, La Acabadora. Fue para mí una gran amiga. Esto significa que hemos discutido, enérgicamente, de política, de cocina, de literatura y sobre todo, de dónde celebrar Fin de Año. Fin de año era su fiesta preferida. Aunque no tenía la debilidad –que yo tengo– de vivir las cosas de antemano, de descifrarlas, de darles vueltas en la mano como volúmenes geométricos, Michela empezaba a pensar en la Nochevieja en agosto, de hecho, quizá empezaba a pensar desde el Día de Reyes. No recuerdo bien estos detalles, pero sí sé que a ella le encantaba la Nochevieja. A mí, en cambio, no me encanta la Nochevieja. Así que discutíamos sobre dónde pasar la Nochevieja. Un año fuimos a presentar una Nochevieja en televisión. El año del Covid. Todo el mundo estaba encerrado en casa y teníamos el pase para rodar en una Roma desierta”.
“Íbamos muy elegantes, pero debajo de los abrigos, cuando fuimos a anunciar la medianoche –que habría llegado, de todos modos, sin nosotr–s- llevábamos la sudadera de Mediterranea (Ong que se ocupa de salvar migrantes en el mar). Nos reímos, en una Roma desierta –un trozo de Roma, desde el Circo Máximo hasta Trastevere– como dos colegialas que habían hecho novillos. Yo, por cierto, nunca he hecho novillos, así que estaba encantada. Me gustaría recordar siempre, sin que se me olvide ni por un momento, las bromas que nos gastábamos mutuamente, y que incluso cuando sólo nos hacían reír, nos unían más allá de las ideologías, de las diferencias de visión y de enfoque, de la vida. Larga vida a Michela Murgia, que tuvo la generosidad de dejar novelas, ensayos y fotos de Instagram, vídeos y recetas de cocina, de dejar huella de todo lo que un ser humano puede hacer.”
Toda Michela Murgia se puede contar a través de sus más de veinte libros, entre ellos cinco novelas, que van repasando sus periodos vitales y sus reflexiones, con una personalidad arrolladora, sobre las sociedades actuales.
La Acabadora, su obra maestra
Editado en España por Salamandra y publicado en Italia en 2009, ganó el premio de Dessì ese mismo año, además de otros reconocimientos literarios. Se convirtió en top ventas en Italia en poco tiempo y se quedó para siempre como uno de sus libros estrella. Habla sobre la Cerdeña profunda de los años 50 y sobre la eutanasia, también de la posibilidad de tener dos madres y de salir de las raíces en las que hemos crecido. La protagonista es una niña, Maria Listru, que vive con una vieja, Bonaria Urrai, de la que es una “hija de alma”, está con ella y recibe sus cuidados a cambio de que en la vejez ella le devuelva la misma atención.
En ese escenario Maria se enfrenta a conocer la vida y la muerte, los deseos de los adultos, el amor, la mentira o la rabia, en un descubrimiento que el lector siente suyo. Esta novela es parte, como muchos de sus libros, de su historia. En una entrevista dijo: “Los hijos del alma en Cerdeña existen desde siempre, yo también tuve dos madres y dos padres. Es insensato decir que madre no hay más que una, es una condena para la mujer y para el hijo. La maternidad tiene tantas formas…”.
Dare la vita, dar la vida
Fue su primer ensayo póstumo, en el que trabajó en sus últimos meses de vida, editado en Italia por Rizzoli y no disponible aún en español. Reflexiona sobre la libertad de organizar los afectos como cada uno quiere, “compartiendo los mismos derechos y responsabilidades al margen de la orientación, del género y del número de personas involucradas”.
Michela Murgia puso con su historia el concepto de “familia queer” en Italia y lo divulgó, hablando de una red personal creada precisamente de afectos que no siguen las normas establecidas por la sociedad, donde los hijos pueden serlo aunque no hayan salido del propio vientre. De hecho, Murgia tuvo cuatro y ninguno de ellos era biológico, volviendo al concepto de los “hijos de alma”. En la lucha por el reconocimiento de sus hijos, compuso la idea de ese tipo de familia anómala, genial y, sobre todo, libre.
La religión
Antes de ser escritora, Michela Murgia hizo todo tipo de trabajos, incluido el de profesora de religión. De hecho, la fe para ella era central en su vida, un aspecto que llama especialmente la atención debido a su activismo feminista. Sobre las mujeres y la idea que la Iglesia ha creado de ellas habla en Y la Iglesia inventó a la mujer, editado en España por Salamandra. En God save the Queer. Catechismo feminista, editado en Italia por Einaudi, reflexiona sobre sus propias contradicciones en su creencia y en sus valores, en un ensayo especialmente interesante que no deja a nadie indiferente.
Instrucciones para convertirse en fascista
Su clara ideología de izquierdas antifascista marcó en gran medida su rol público y de denuncia en Italia. En la entrevista donde confesaba su enfermedad pedía “morir en un país donde ya no gobierne Giorgia Meloni”, y es que Michela Murgia era muy crítica con el actual gobierno de extrema derecha y pagó el precio convirtiéndose en diana de odio en las redes sociales. En este libro editado en España por Seix Barral, reflexiona sobre el creciente poder del neofacismo y la responsabilidad de la sociedad para frenarlo.