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Libro de la semana: ‘La cámara sangrienta’

Para este verano, una fórmula que puede funcionar es un toque de nostalgia por recuperar la infancia con un pequeño giro de guion

Nada mejor para los rigores del verano que recuperar nuestra infancia… pero desde la más adulta, inteligente y sofisticada mirada. Eso es, precisamente, lo que hizo la gran Angela Carter, una de las escritoras más singulares e interesantes del siglo XX, en la que llegaría a ser también una de sus obras más influyentes y seminales: La cámara sangrienta (Sexto Piso, 2017), que publicara originalmente en 1979. Una vuelta de tuerca femenina, feminista y posmoderna a los cuentos de hadas más famosos, siguiendo sobre todo los clásicos de Perrault, pero también otras fuentes folclóricas y populares o las versiones de otros autores y autoras como los hermanos Grimm o Madame Leprince de Beaumont, para llevar a Caperucita Roja, la Bella y la Bestia o Barba Azul a su propio y peculiar territorio fantasmático y oscuro.

La autora de La mujer sadiana, siempre fascinada por el universo de la literatura gótica, por la fantasía tenebrosa y los géneros de horror y ciencia ficción, redescubrió el cuento de hadas como retorcido sendero iniciático de empoderamiento femenino, perverso y salvaje, lleno de símbolos psicoanalíticos y jungianos. Supo además reflejarlo con un preciso y precioso estilo literario, repleto de humor sombrío y erotismo, donde cierto barroquismo formal, heredero de las narrativas decadentes y mórbidas de simbolistas, decadentistas y surrealistas, de Oscar Wilde, Huysmans y Marcel Schwob a las pioneras Rachilde (MargueriteVellette-Eymery) o Valentine Penrose, se conjuga con su propia y personal versión del realismo mágico, dando lugar a una prosa de belleza tan turbia como cautivadora.

No en vano, estos relatos con un fondo común de armario habrían de inspirar la fantástica, en todos los sentidos, película de Neil Jordan En compañía de lobos (The Company of Wolves, 1984), verdadero clásico de culto de los años ochenta. En ella, el director irlandés, con plena colaboración y aprobación de la propia autora, consiguió trasladar a la pantalla los nuevos cuentos de hadas de Angela Carter con peculiar fidelidad de forma y fondo, marcando a varias generaciones de espectadores y, sobre todo, espectadoras, que redescubrirían así la magia iniciática, erótica, peligrosa y licantrópica de los verdaderos cuentos tradicionales, paradójicamente recuperada a través de su ingeniosa reformulación feminista y posmoderna. Una revisión muy, pero que muy alejada del “blanqueamiento” actual propuesto por otros escritores y escritoras, imbuidos más de celo didáctico e ideológico que de amor por la creación o talento literario.

De hecho, con su reescritura de los clásicos feéricos, Angela Carter reivindicó también su crueldad, su peligro, sensualidad y fascinación morbosa, mucho más allá de moralejas simplonas o revisiones políticamente correctas. Manejando con soltura no exenta de ironía los lugares comunes del psicoanálisis freudiano, los componentes misóginos del cuento de hadas y de las interpretaciones antropológicas propuestas por autores como Propp, Jung o Joseph Campbell, supo reificarlos, instrumentalizarlos y darles la vuelta, de dentro afuera, con ojos de mujer fatal, sin perder un ápice de su valor, sino todo lo contrario. Este verano, hay que pasarlo en compañía de lobos, visitando las estancias góticas de La cámara sangrienta. Pero, cuidado con los lobos, con la piel por dentro…