La frase que sigue a este escamoteo de tiempo la pronuncian al unísono los corifeos de la parroquia de Nª Srª de Mercadona y suele ser casi siempre algo del tipo “yo es que no entiendo que vayan con tanta prisa si no tienen nada que hacer”.
¿Perdona? ¿Qué no entiendes?
Sí: tienen mucho que hacer. De hecho, tienen todo por hacer.
Fundamentalmente, lo que les dé de si la vida. Cuando no tienes presupuesto, hay que priorizar. Pues imagínate cuando la arena va ya por los tres cuartos. Para empezar, no perder el tiempo en inutilidades prosaicas como mirar los hacendosos 2×1, o, por ejemplo, tener redes sociales. Mi querido socio en Tareas Fílmicas Varias Entertainment, el muy berlanguiano Martín Rosete, me contaba esta semana que ha cortado de raíz todo su universo social media y lo ha enterrado bajo toneladas de cemento como hacen con el uranio, exactamente igual que cuando tiras el paquete entero de Marlboro Light al dejar de fumar (Nota para los futuros exfumadores: la cajetilla tiene que estar prácticamente entera, no vale que queden 4 o 5 cigars): “Me hace perder un tiempo que no tengo”, se lamenta. Como el oxígeno para los apneístas.
Estas mujeres están en el supermercado supervisando grietas espaciotemporales, pero también están en el cine.
De hecho, son-las-personas-que-van-al-cine. Y que leen libros. Y que consumen cultura. En una de estas últimas tardes lluviosas que nos ha tocado vivir en este poblacho manchego, me acerqué a ver una peli francesa a los Renoir, mis salas de cabecera. Por todo lo alto (En Fanfare, Emmanuel Courcol, 2024) se titula y es la gran tapada del año, luminosa, vital, un cruce entre Ken Loach de buen rollito y los primos músicos de los Full Monty y con uno de los finales más bellos y emotivos del último cine (ya te hablaré en su momento de ella). Casi todo el respetable eran mujeres ídem, solas o acompañadas por otra mujer, señora, anciana, amiga, pareja, me da igual. Ellas se movían en un ecosistema reconocible, confortable, y he de decir que la ratio de presencia masculina en la sala se pagaba un 1:8, más o menos como las posibilidades del Atlético de Madrid de ganar un partido de verdad.
Así que, tras la obligada panorámica visual y mientras veía los tráileres reglamentarios me pregunté: “Joder ¿y los hombres?… ¿dónde estarán?”
Entonces desenfundé el Copilot de su cartuchera y disparé estas palabras.
Cuando te jubilas (en inglés se dice retired, mucho más alusivo y poético, como el guerrero que descansa en su porche, sentado en la mecedora fumando una pipa) supongo que solo puedes hacer dos cosas: o “esperar, esperar y esperar”, a la manera de la voz en off en el antológico arranque de Casablanca (Michael Curtiz, 1942) o lanzarte a domeñar el tiempo. Sin tiempo que perder en banalidades como el súper. Y la angustia y la ansiedad te asalta: tienes que ver todas las películas, las nuevas también claro, escuchar toda la música, también la de Coldplay, disfrutar de todas las exposiciones del mundo, acudir a todos los museos que existen, incluso ir al teatro. Beberte la vida más que nunca. “No hay tiempo para los perdedores”, lo dice Freddie Mercury ¿Cómo no te vas a colar en el súper? Por favor. Obvio.
Y nosotros, por supuesto, os dejamos que os saltéis las filas. Fuera vallas. Faltaría más.
No solo eso. Deberíamos extenderos una alfombra roja por todas las ciudades del mundo, quitaros los aranceles, compraros unos roller skates para que os mováis a toda pastilla, pedirles prestada la limusina a los rusos y a las despedidas de solteras y ponérosla a vuestra disposición, subiros a los hombros del alcalde de turno (menos al de Madrid, pobrecito) para que os lleven a cochorretas, todo aderezado con fanfarrias de nínfulas musicales, lluvia en forma de flores de loto abriéndoos un camino de espadas cruzadas en todo lo alto, cada vez que salís de casa, os santiguáis (algunas), quedáis con vuestras amigas en la cafetería de la esquina y entráis un martes a las 18:30h al cine, al teatro, a la exposición, a lo que sea.
Venga va, Lo hacemos. Hablamos con Urtasun. Pero ¿Y ellos? ¿Dónde andan?
Buen interrogante. Mi amigo Fer me diría: “Nacho, no hagas preguntas inapropiadas. Ya sabes dónde están. Y, si no, pregunta a las señoras de Donosti que han vendido su piso en Gros y se han comprado un dúplex en el Intempo de Benidorm”.
Vale, Fer. ¿Y los que aún andan por este valle?
Y no quiero a entrar en disquisiciones socio- antropológicas, pero el hecho es este: son ellas las que alimentan con su gasolina (show me the money, que diría Jerry Maguire), el mainstream, el arte emergente, la música popular, la élite del Auditorio o del Real o del Arriaga, las salas de V.O., y demás gafapastismo. Parafraseando a un colega, “en su bolso cabe todo Occidente”.
Sigues divagando…dime, ¿dónde están ellos?
Vale. Perdón. No lo he pensado. Machirulo de mí. Pues están planchando, haciendo las camas o pasando el aspirador.
Y lo dejamos ya porque yo tampoco tengo tiempo que perder. Venga.