Decía Clara Campoamor que el siglo XX sería el de la emancipación femenina. No se equivocaba. Fue el siglo de la libertad de las mujeres. Accedieron a la educación y a la cultura, pudieron votar, decidir con quién casarse y hasta divorciarse. A partir de la Primera Guerra Mundial, en Europa empezó a hablarse de las “mujeres modernas”. Eran, en su mayoría, pertenecientes a familias liberales de la burguesía y la clase alta que querían conquistar los espacios que les habían sido negados.
En España, la II República fue clave para avanzar en el proceso de liberación femenina. Irrumpieron de lleno en las escuelas y universidades, teatros, cines, bailes, tertulias y clubes. Comenzaron a reivindicar su lugar en la esfera social y política. Empezaron a compartir espacio con los hombres.
Algunas de ellas fueron políticas, periodistas, pintoras, escritoras, escultoras, filósofas, pedagogas, científicas, médicas… Pertenecieron a la generación del 27 y aportaron una nueva mirada sobre el mundo. Reivindicaron su lugar en la sociedad y se convirtieron en iconos de la modernidad y la vanguardia. Estas son sólo algunas de ellas.
Clara Campoamor (1882-1972)
Abogada, política, escritora y defensora de los derechos de las mujeres, es la responsable del sufragio universal. Durante la Segunda República persiguió la instauración de medidas como el divorcio, la igualdad de los hijos fuera del matrimonio y la abolición de la prostitución, entre otras.
En 1925 se convirtió en la segunda mujer en ingresar al Colegio de Abogados de Madrid, después de Victoria Kent. Seis años después, fue elegida diputada por el Partido Radical. Era la ocasión perfecta para llevar los derechos de la mujer al ámbito legislativo. Pero no lo tuvo nada fácil. El catolicismo más conservador dominaba una gran parte de la sociedad y los progresistas no le mostraron su apoyo, quizá por miedo a la reacción popular.
Aun así, consiguió que en la Constitución se incluyeran gran parte de sus ideas, excepto lo relativo al sufragio femenino. La sociedad no estaba preparada. Las mujeres tampoco. Al menos, a ojos de los demás. Eran débiles psicológicamente. No tenían criterio. Votarían a los partidos más conservadores y pondrían en peligro la República. Y eso a los progresistas no les gustaba nada.
Clara Campoamor nunca se rindió. Quizá no consiguiera la abolición de la prostitución, pero sí el voto de las mujeres. Sin el apoyo de su partido. Ni el de Victoria Kent.
Josefina Carabias (1908-1980)
Fue una de las pioneras del periodismo en España y una de las primeras mujeres en trabajar en una redacción con funciones similares a las de sus compañeros. Se hizo popular en la radio, por sus reportajes insólitos y sus entrevistas con ingenio… Josefina asistió a momentos históricos de la Segunda República, la época franquista y la Transición; entrevistó a Miguel de Unamuno; fue (la primera mujer) corresponsal en Washington y cubrió la desaparición de Ben Barka.
Abiertamente republicana, con el estallido de la guerra civil tuvo que exiliarse a Francia. Después de la guerra, le prohibieron trabajar como periodista. Pero la vocación de Josefina fue más fuerte que eso y comenzó a firmar bajo un pseudónimo. Ejerció el periodismo durante toda su vida. Desde España, desde el exilio. Con su nombre o con uno inventado.
María de Maeztu (1881-1948)
En un momento en el que la tasa de analfabetismo femenino superaba el 70 %, María de Maeztu dedicó su vida a la educación. Lo hizo para conseguir la emancipación y el empoderamiento de la mujer: “Le dará fuerza para descubrir nuevos mundos no sospechados hasta ahora”.
En la Residencia de Señoritas de Madrid aún la recuerdan. No solo por dirigirla, también porque cambió la enseñanza femenina para que las mujeres fueran más independientes. Bajo este mantra, se convirtió en una referencia para el movimiento feminista internacional. Junto a otras mujeres de la élite cultural, fundó el Lyceum Club Femenino. Un lugar para defender intereses morales y materiales. Un espacio aconfesional. Apolítico. De intercambio cultural. Una plataforma para reivindicar reformas sociales y jurídicas.
Pero no todos los entornos por los que transitó María fueron de esta clase. La guerra civil se llevó a su hermano Ramiro. Fueron los republicanos. Lo fusilaron, sin juicio previo. Tras este episodio, María rompió con casi todo: con España y con sus creencias políticas, pero nunca con sus ideales.
María Zambrano (1904-1991)
Nunca se declaró feminista, porque para ella, la independencia implicaba la igualdad en sí misma: “Prefiero una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila”. Rompió con todos los estereotipos femeninos, y cambió los parámetros del pensamiento de momento.
Filósofa de la generación del 27 y la primera mujer en ganar el Premio Cervantes, fue discípula predilecta de José Ortega y Gasset. Se vinculó con la política, aunque prefirió la reflexión filosófica como herramienta de transformación. Marcó un antes y un después a la hora de entender el concepto de libertad y encontró en las palabras otra manera de describir la realidad. Hoy, es una de las principales representantes del pensamiento español.
Maruja Mallo (1902-1995)
Inteligente, tremendista, meticulosa, extravagante… Una mujer pintora, libre y adelantada a su tiempo; una de las pioneras del surrealismo en España. Formó parte de la generación del 27 y se rebeló contra las reglas artísticas tradicionales. Siempre entendió la creación como una interpretación de una nueva identidad, una manera de liberarse de las restricciones sociales.
Amiga de Federico García Lorca, María Zambrano, Luis Buñuel, Margarita Manso… Algunos la recuerdan por el piropo de Salvador Dalí, quien decía que era “mitad ángel, mitad marisco”. Pero es mucho más que eso. Hoy su nombre resuena junto al de Frida Kahlo, Georgia O’Keeffe o Leonora Carrington. Es una de las pintoras españolas más importantes de la historia del arte, con una producción de más de 140 obras, divididas entre museos y coleccionistas privados de todo el mundo.
Carmen Baroja (1898-1986)
Una mujer moderna, aunque con medio pie en la tradición. Heredera de su época, entendía que debía participar de los cambios sociales y artísticos, y así lo reflejó en su obra. Para muchos fue parte de la Generación del 98, pero para otros tantos, no. Ser mujer a principios del siglo XX y hermana de uno de los escritores más relevantes de la época eclipsa a cualquiera… Intelectual, escritora, etnóloga y emprendedora, fue una de las fundadoras del Lyceum Club Femenino, que abandonó cuando empezó a politizarse.
Creó lo que se convertiría en un lugar de referencia para la modernización del teatro español: El Mirlo blanco, el teatro de cámara que reunía, en el salón de la casa familiar, a personalidades como Ramón María del Valle-Inclán, Azorín, Manuel Azaña o Federico García Lorca. Compartió reflexiones y debates con todos ellos, pero su nombre nunca apareció en los libros de texto.