Lo que podría ser una distopía, una película de terror o un thriller psicológico no es ni más ni menos que la representación de una historia basada en hechos reales. O, lo que es peor, es todo eso a la vez. La marroquí Fatiha Mejjati vivió en sus propias carnes esta pesadilla: bajo el mandato del Estado Islámico, regentó en Siria hogares donde educaban a mujeres para ser esposas de combatientes, y la directora francesa Mareike Engelhardt explora así en su debut en el largometraje una perspectiva única sobre el fenómeno, que hasta ahora ha sido retratado principalmente desde el rol masculino.
¿Qué tiene la vida que hace que la gente se pase al bando equivocado? ¿Cómo es posible dejarse absorber por un sistema que nos despoja de nuestra humanidad? Y, sobre todo, ¿por qué la gente se queda allí? Son preguntas que lanza la directora y que nos iluminan a la hora de entender el camino que recorren muchas mujeres. La mayoría proceden de países europeos, hablan poco o nada de árabe y saben poco o nada sobre el islam y el país al que se dirigen. “Tratan de compensar sus carencias emocionales adhiriéndose a un sistema que les da un marco de vida que es tranquilizador en su rigor, pero sobre todo un valor real como individuo. Más que religiosas o políticas, sus motivaciones son psicológicas. Es aquí donde comienza el proceso de radicalización, y es ahí donde tiene lugar mi película”, describe la cineasta.
“Más que religiosas o políticas, sus motivaciones son psicológicas. Es aquí donde comienza el proceso de radicalización”
Escrita por la directora junto a Samuel Doux (guionista de películas como Arthur Rambo, de Laurent Cantet, o Rouge, de Farid Bentoumi), la película se centra en las experiencias de mujeres jóvenes que se sienten atraídas por el extremismo y la ideología del Estado Islámico (ISIS). La obra profundiza en cómo la ideología afecta de manera diferente a las mujeres y cómo el contexto social y personal juega un papel crucial en este proceso.
La película, que obtuvo el Premio Ornano-Valenti en Deauville y se presentó en el Festival War on Screen –único festival de cine dedicado en su totalidad a reflexionar sobre los conflictos de guerra y sus consecuencias– ya se puede ver en cines. Impulsada por la promesa de una nueva vida, Jessica, una joven francesa, viaja a Siria para unirse al Daesh. En la ciudad de Raqa, es acogida en una casa donde mujeres de todo el mundo esperan convertirse en esposas de los combatientes. Pronto, Jessica se gana la confianza de Madame, la carismática y temida directora del centro, quien ejerce una fascinante y peligrosa influencia sobre ella. Esta relación, marcada por la sumisión y el control, empuja a Jessica más allá de sus propios límites, enfrentándola a una realidad cada vez más oscura.
El rol de la mujer en conflictos bélicos
El análisis del proceso de manipulación y reclutamiento llevado a cabo por los grupos extremistas es el punto de partida. A través de los personajes, la película muestra cómo la vulnerabilidad emocional, las promesas de pertenencia y el adoctrinamiento pueden llevar a personas, especialmente mujeres jóvenes, a unirse a estos movimientos. La representación de estos procesos es compleja y busca humanizar a las personas involucradas, sin justificar sus acciones.
En muchos relatos de guerra, las mujeres a menudo son retratadas en roles pasivos o como víctimas. En Las hijas del califato, sin embargo, las mujeres tienen un papel activo, participando en la ideología, la militancia y, en muchos casos, en la construcción de la propia narrativa del grupo extremista, y esto es precisamente lo que desafía la concepción tradicional de la mujer en conflictos bélicos y ofrece una reflexión más profunda sobre las dinámicas de género en contextos de violencia.
Identidad y pertenencia
Asimismo, es muy interesante cómo Engelhardt explora el tema de la identidad personal y colectiva en un contexto global marcado por la radicalización. Las jóvenes que se unen al califato lo hacen en busca de una identidad más fuerte, un propósito y una comunidad que sienten que les falta en su vida. Este conflicto interno sobre la pertenencia y el sentido de la vida es algo con lo que muchas personas, independientemente de su contexto, pueden sentirse identificadas.
Un tema central es cómo las expectativas y la visión idealizada que tienen las mujeres sobre el califato entran en conflicto con la realidad del mismo. A medida que avanzan en la historia, las protagonistas comienzan a enfrentarse a la disonancia entre la promesa de una vida perfecta bajo la bandera del islamismo radical y las condiciones reales de opresión, violencia y aislamiento. Este contraste plantea preguntas sobre el desencanto, la desilusión y la deshumanización que sufren los individuos atrapados en estos sistemas.
En cuanto a la puesta en escena, la película ofrece planos desoladores y muy potentes visualmente, que muestran gran tensión, que se alternan con momentos de reflexión más pausados, en los que el espectador se acerca más al personaje. El uso de imágenes impactantes y la música ayudan a intensificar la atmósfera, haciendo que el espectador se sienta inmerso en la conflictiva realidad emocional de las protagonistas.