Las cinco inolvidables pioneras y musas del surrealismo

A 100 años de la publicación del Primer manifiesto del surrealismo, en 1924, ellos se llevan la fama, aunque ellas fueron artistas y musas de aquel movimiento revolucionario

Elena Ivánovna Diákonova, conocida como Gala Dalí
Elena Ivánovna Diákonova, conocida como Gala Dalí

El próximo 15 de octubre se cumplen 100 años de la publicación del Primer manifiesto del surrealismo, en 1924. Pero como suele pasar, ellos se llevan la fama, aunque ellas fueron artistas y musas de aquel movimiento revolucionario. En 1938, los poetas André Breton y Paul Éluard publicaron el célebre Diccionario abreviado del surrealismo. En él se recogen y citan frases de 31 artistas y escritores. Todos hombres, ni una mujer. Como si las cinco primeras protagonistas del surrealismo no existiesen, a pesar de lo importantes que fueron y son en la historia del arte. Sus nombres: Gala Éluard Dalí (Kazan,Rusia,1894-Portlligat,Girona,1982). Rita Kernn-Larsen. (Hillerød, 1904-(Copenhague,1998). Elsa Thoresen (Minessota, 1906-1994). Jacqueline Lamba ((Saint-Mandé,1910-Rochecorbon,1993) y Ángeles Santos (Portbou, 1911- Madrid, 2013). Sus vidas y sus obras son apasionantes, apasionadas, adelantadas a su época, libres y revolucionarias,

Desde que Breton y Eluard publicaron en la Exposición Internacional del Surrealismo su famoso diccionario, se han escrito y escriben miles de libros y tratados sobre aquel movimiento que revolucionó el arte y la literatura. Pero el genio y pintor Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí i Domènech (Dalí) ya lo había resumido: “El surrealismo soy yo”. Más adelante, definió así la palabra amor: “Solo amo dos cosas: a Gala, mi mujer legítima, y al dinero”. Desde entonces nadie duda que Dalí no habría sido tan Dalí sin Elena Ivánovna Diákonova, Gala. Tenía 19 años cuando se enamoró de Paul Éluard y cruzó Europa durante la Gran Guerra para convivir con él en París sin casarse hasta un año después. Un escándalo para su tiempo, cuando aún no habían llegado los locos años veinte ni el charlestón. Con Éluard, Gala comenzó a escribir, y se convirtió en la musa de intelectuales y artistas como Max Ernst y Louis Aragon. Era la primera y única mujer del surrealismo y admirada por muchos escritores y artistas, aunque Breton y Buñuel la detestasen.

Luego conoció a Dalí en la Costa Brava, se divorció de Éluard y vivió con el genio ampurdanés hasta que se casaron por lo civil durante la República y por la Iglesia cuando el franquismo. No obstante, Gala tuvo muchas relaciones extramatrimoniales aceptadas por su marido. Culta, libre, sin estereotipos de su época, también fue pintada, pintó y firmó como Gala-Dalí. “En el fondo, no sabes dónde acaba Gala y empieza Dalí”, reconoció Montserrat Aguer, catedrática experta en la figura de Dalí. Los restos de Gala reposan en el castillo de Púbol que le regaló su marido y es otro bellísimo enclave surrealista. Él aún se remueve de indignación en su fosa del Museo de Figueres, el monumento surrealista más grande del mundo, que ahora cumple 50 años. Porque con ánimo de máximo lucro y sus intereses económicos y turísticos, la Fundación que lleva su nombre incumple sus últimas voluntades. Querían ser enterrados juntos en sus dos sepulcros de Púbol, dándose la mano bajo tierra. Pero allí sigue su tumba vacía junto a la de Gala sola y esperando a su amor en vano. Ni ahora que se cumplen 120 años de su nacimiento y 35 de su muerte, Dalí y Gala no pueden dormir juntos su sueño eterno.

Menos tormentosa fue la vida de Rita Kernn-Larsen. Danesa, comenzó pintar a los 19 años y ya se la comparó a Picasso. Participó en la Exposición Surrealista Internacional de Londres de 1936 como una de las pocas mujeres artistas surrealistas. Fue ilustradora de las revistas más importantes de su tiempo y Peggy Guggenheim le organizó una exposición individual. La amistad entre ambas hizo que Guggenheim se interesase y apostase por el surrealismo. Casada con el marchante de arte judío Isak Grünberg, estaba inaugurando una exposición en Londres cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Acabada la contienda, se fue a vivir a Francia y se dedicó al paisajismo, hasta que en la década prodigiosa de los años sesenta se dedicó a ilustrar libros y a trabajar con los collages y la cerámica. Sin embargo, siempre sostuvo que la época surrealista fue la más querida por ella misma y el mejor periodo de su vida artística. Sus obras cuelgan en los mejores museos de Dinamarca. Poco dada a teorizar, algunos de sus títulos hablan por sí solos y lo dicen casi todo: Buscando la luna, La montaña de la espera, Autorretrato…

Una de las amigas más importantes e influyentes de Rita Kernn-Larsen fue Elsa Thorensen. Aunque nacida en Estados Unidos, fue una surrealista danesa tan reconocida que André Breton incluyó su mítico Paisaje atmosférico en el tan masculino Diccionario abreviado del surrealismo. Formada en Oslo, se casó con el pintor surrealista danés Wilhelm Bjerke-Petersen. En París se relacionó con la élite artística e intelectual europea, como Arp, Duchamp, Ernst… y con su compatriota estadounidense, la artista y poeta Kay Sage, también surrealista. Thorensen fue la única mujer del grupo danés que participó en la Exposición Internacional del Surrealismo de 1947. Separada de su marido, volvió a Estados Unidos, se casó con el pintor norteamericano Goveia y adoptó el nombre de Elsa Thoresen-Gouveia. Hasta recientemente, sus cuadros se incluyeron en exposiciones legendarias como Mujeres Fantásticas en el Louisiana Museum of Modern Art de Dinamarca en 2020, y en la de Pioneros del Modernismo del Kristiandsand, en Noruega. Militante del surrealismo como revolución, decoró escuelas y hogares para que “el espectador piense por sí mismo”. Siempre soñadora, su obra fue cada vez más onírica, más surgida de su inconsciente e impregnada de simbologías. Entre las más representativas y líricas: Flor azul del desierto, Danza esférica, Paisaje atmosférico, Poesía del bosque…

Jacqueline Lamba, conocida también como Jacqueline Breton, fue otra pionera del surrealismo. “Escandalosamente bella”, la definió André Breton cuando el 1943 la conoció en un café de París. Ella estudiaba Bellas Artes y se ganaba la vida y trabajaba como actriz en el cabaret Colliseum. Allí nadaba desnuda dentro de una gran pecera. Un amor a primera vista y se fueron a vivir juntos. Poco después se casaron en una ceremonia conjunta con la pareja de artistas surrealistas Paul y Nusch Éluard y el padrino de bodas fue el escultor Alberto Giacometti. Jacqueline ya participó en la Exposición Surrealista de Objetos de París en 1936. También inspiró obras de su amigo Picasso, quien la pintó junto a su pareja Dora Maar. Y la pintora mexicana Frida Kahlo, amiga más que íntima, la retrató como una pequeña figura rodeada de fruta. Separada de Breton, marchó a Estados Unidos y se casó con el escultor estadounidense David Hare.

Tan presente aún en el arte actual, hace tan solo tres años fue homenajeada con la colección otoño-invierno 20/21 de Alta Costura de Dior. La directora creativa de Dior estampó un dibujo de Lamba en un abrigo de la colección. De su exmarido Breton dijo: “Él vio en mí lo que quería ver, pero en realidad no me vio”. Y su lema para la posteridad aún sostiene: “Toda expresión en arte fuera de la Libertad y el Amor es falsa.”

Más que visibles son dos grandes cuadros surrealistas en la exposición permanente del Museo Reina Sofía de Madrid. Se titulan Tertulia y Un mundo. Su autora: Ángeles Santos Torroella. A lo largo de sus 101 años de vida, dejó su impronta en tres movimientos artísticos: surrealismo, expresionismo y postimpresionismo. Con menos de 18 años, su cuadro Un mundo mereció los elogios de miembros de la Generación del 27 como Federico García Lorca, Giménez Caballero, Gómez de la Serna, Jorge Guillen, Juan Ramón Jiménez, Francisco de Cossio, Vicente Huidobro… Desde su infancia, Àngels se fue formando como artista en Portbou, Salamanca, Valladolid, Sevilla, San Sebastián… sus padres la recluyeron en un manicomio a causa de una depresión, pero Ramón Gómez de la Serna la rescató y la Asociación de Pintores y Escultores le dedicó una sala donde presentó más de treinta obras. De ahí a exponer en París, Copenhague, Estados Unidos, Venecia… no hubo más que un paso. Además, su hermano Rafael era profesor y crítico de arte.

Casada, separada y vuelta a juntar con Emilio Grau, vivieron en París, Cadaqués (Casa natal de Dalí), Sitges (nido de pintores modernistas), Barcelona… Iba cambiando de estilo y siendo protagonista de cientos de libros, estudios y tratados sobre su obra, que le atribuyen influencias de Miró, Dalí y Juan Ramón Jiménez, y ciertas semblanzas con El Greco, Goya… A partir de los años setenta ya era considerada una clásica. Pero libre y radical, cada vez fue más imposible clasificarla ni encasillarla. Admirada como pionera de los orígenes del arte contemporáneo en España y de las vanguardias artísticas de Cataluña, fue galardonada con la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes y la Cruz de Sant Jordi de la Generalitat. En el Museu de l’Empordà cuelgan obras suyas tan emblemáticas como La Terra. Dicho museo está en Figueres, territorio Dalí. En 2017 fue protagonista del documental El mundo de Ángeles Santos, dentro de la más que excelente serie Imprescindibles de RTVE, que recuperó la importancia de Ángeles, con su hijo como testigo y a través de su gran obra Un mundo. El listado de sus exposiciones impresiona y la bibliografía sobre su obra y persona, también. Era una cría y dijo a su padre: “Quiero pintar el mundo. Todo lo que yo he visto […] Y en lugar de representar la tierra redonda la hice cuadrada”. Hace cien años, el mundo del arte se postró a los pies de todas ellas. Y ahora otra vez, porque son inolvidables. El emblema de todas ellas y del surrealismo fue un cisne negro. Símbolo del amor y la libertad.

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