Aranzazu Sumalla, filóloga y psicóloga de San Sebastián, explora en Las buenas chicas (Editorial Berenice Libros) los temas que emergen en la narrativa española femenina a través de un análisis de diez autoras icónicas del siglo XX. En este ensayo, Sumalla nos adentra en el llamado Bildungsroman —o novela de formación—, un género que se centra en el proceso de maduración personal, social y emocional de los protagonistas.
En el caso de las escritoras seleccionadas por Sumalla —Rosa Chacel, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Josefina Aldecoa, Clara Janés, Ana María Moix, Soledad Puértolas, Nuria Amat e Irene Gracia—, el momento de tránsito hacia la vida adulta se convierte en una metáfora del conflicto entre las expectativas sociales impuestas a las mujeres y sus deseos de independencia y autodescubrimiento. El título del ensayo hace referencia a la tradicional dicotomía de género: la mujer vista como “santa” o “perdida”, una dualidad que Sumalla ilustra como fundamental en el camino de estas autoras para encontrar y afirmar su voz en una sociedad a menudo hostil hacia las mujeres que se desvían de los roles establecidos.
Búsqueda de una voz propia condenada a silenciarse
La obra sostiene una tesis central y provocadora: la narrativa femenina de aprendizaje en España es, según Sumalla, un recorrido de lucha por una voz propia, destinada en muchos casos a ser reprimida, silenciada o ignorada. Este conflicto resuena en las historias de las autoras que analiza, quienes proyectan en sus personajes femeninos un reflejo de sus propios desafíos y de las barreras culturales que han enfrentado.
Para Sumalla, la literatura de estas diez autoras no es solo un acto de creación, sino también de resistencia y afirmación en un entorno que ha complicado el camino hacia el reconocimiento literario. Como experta en literatura y editora, Sumalla aporta una perspectiva experta y profunda sobre el género, subrayando cómo cada escritora contribuye, desde sus experiencias y estilos únicos, a una narrativa rica y matizada de lo que significa ser mujer en el contexto literario español.
Este ensayo es, en última instancia, una celebración de la tenacidad y creatividad de la mujer escritora en España, ofreciendo un análisis que enriquece nuestra comprensión de la narrativa femenina y, al mismo tiempo, señala los avances que aún son necesarios para que la voz de las autoras se escuche sin restricciones.
Libertad intelectual, posguerra, cotidianidad…
Entre las figuras que analiza, Sumalla escoge empezar con Rosa Chacel, figura clave de la Generación del 27 que exploró el rol de la mujer en la sociedad a través de personajes que confrontan las limitaciones impuestas. Su obra Memorias de Leticia Valle plantea un cuestionamiento de la moralidad y la libertad sexual, temas inusuales para su tiempo y que revelan su compromiso con una visión amplia de la identidad femenina. En la misma línea, Carmen Laforet decidió abordar los problemas de una posguerra conflictiva convirtiéndose en una de las mejores escritoras de las letras españolas. Con Nada, Carmen Laforet desnudó la realidad de la posguerra española desde la perspectiva de una joven que experimenta el desencanto y la opresión. Su protagonista, Andrea, es una muestra del deseo de escape y de emancipación en un contexto de represión cultural y familiar, una realidad que atrapó a muchas mujeres de su época.
Sumalla define a Carmen Martín Gaite como “la observadora de lo cotidiano”. Reconocida por su habilidad para capturar la psicología femenina, Martín Gaite profundizó en el ámbito de las relaciones personales y el aislamiento de las mujeres en la España de Franco. Entre visillos ilustra a un grupo de mujeres jóvenes que buscan más allá de las convenciones, pero se ven atrapadas en un mundo de expectativas sociales asfixiantes. El refugio del hogar, pero también de la infancia, es clave en la literatura de otra de las analizadas, Ana María Matute: en Primera memoria, Matute se centra en una joven en la transición a la adultez que enfrenta los estragos de la Guerra Civil. Con una prosa cargada de simbolismo, explora la vulnerabilidad y la necesidad de comprender el mundo adulto. Matute representa la infancia como un espacio de resistencia ante una realidad cruel y transformadora.
También aborda la autora el desarrollo literario de Josefina Aldecoa, quien fue la gran cronista de la memoria histórica, reconstruyendo la historia desde la experiencia femenina, relatando las vivencias de una maestra rural que desafía las normas sociales y se convierte en un símbolo de independencia. Su obra Mujeres de negro da voz a mujeres que, aunque relegadas, encuentran formas de expresar su rebeldía y sentido de identidad.
Clara Janés fue la poeta de la introspección femenina (con temas existenciales y espirituales); Ana María Moix representó la rebelión juvenil de los años 60, reflejando en Julia las inquietudes y el anhelo de romper con los convencionalismos; Soledad Puértolas reivindica la intimidad y la complejidad de la vulnerabilidad femenina; Nuria Amat sitúa a la mujer entre la literatura y la política, entrelazando temas de identidad y resistencia frente a la opresión franquista, como en Amor y guerra; y por último, Irene García realiza un alegato en favor de la experimentación y la reivindicación del cuerpo femenino, aportando una perspectiva innovadora en el Bildungsroman a través de su enfoque en la sensualidad.
La reivindicación de la voz femenina
Para Sumalla, el análisis de estas diez autoras demuestra que, en el contexto español, la novela de formación escrita por mujeres es una lucha por hacer escuchar una voz propia en una sociedad que ha impuesto limitaciones rígidas y expectativas unidimensionales sobre el rol femenino. Las protagonistas de estas novelas no solo buscan un lugar en el mundo adulto, sino que deben negociar continuamente entre sus deseos y los roles que les son impuestos, generando una narrativa de resistencia y autodefinición.
El ensayo de Sumalla es, además de una compilación de análisis literarios, una afirmación de que las mujeres escritoras en España han encontrado en el Bildungsroman un espacio para cuestionar, experimentar y subvertir las normas tradicionales. Así, Las buenas chicas emerge como una obra que celebra el esfuerzo y la determinación de estas autoras, y que invita a los lectores a reflexionar sobre el papel que la literatura juega en el proceso de liberación y autoconocimiento de las mujeres.