‘Lady in the Lake’: la primera serie de Natalie Portman es un patinazo

La serie mantiene la misma actitud que su protagonista, en apariencia interesada en aquellos de cuyas historias se nutre, pero en última instancia solo preocupada por lucirse

“Tú crees que cada historia es tu historia”, le recrimina alguien a Maddie Morganstern en un momento de ‘La dama del lago’, y lo cierto es que varios personajes más de la serie opinan lo mismo de ella. Sin ir más lejos, la serie está narrada desde la tumba por Cleo Johnson, una mujer negra que se convierte en el personaje titular cuando su cuerpo sin vida es hallado gracias a Maddie, que en el primer episodio de la serie deja a su esposo y su hijo adolescente, y su acomodada vida en la Baltimore de los años 60, para reinventarse como reportera. Gran parte de la narración de Cleo está dirigida directamente a Maddie, con cierto desprecio. “Tomaste el final de mi historia y lo convertiste en el comienzo de la tuya”, le recrimina. Y con razón. La determinación con la que Maddie intenta tomar las riendas de su vida, incluso si eso significa maltratar o simplemente ignorar las narrativas personales de las personas que la rodean, es uno de los conflictos centrales de ‘La dama del lago’. Y el problema es que la serie misma comete el mismo abuso que su protagonista con el resto de personajes, y especialmente con Cleo.

Creada y dirigida por Alma Har’el, y basada en la novela homónima que Laura Lippmann publicó en 2019 inspirándose en dos casos reales de asesinato, ‘La dama del lago’ quiere ser muchas cosas -tal vez demasiadas- a la vez: una intriga criminal, un drama de época, y una disección de las desigualdades de clase, sexo y raza en Estados Unidos a mediados del siglo XX, entre varias otras. La acción arranca en el día de Acción de Gracias de 1966. Maddie, interpretada por Natalie Portman -es su primer papel televisivo de relieve-, se siente infeliz como esposa judía de un marido chovinista y madre de un hijo absurdamente cruel, y la noticia del secuestro de la hija de quien fue su novio en el instituto la empuja a cambiar su vida radicalmente. Deja su cómoda casa suburbana para instalarse en un lúgubre apartamento en el barrio afroamericano de Baltimore y, tras encontrar el cadáver de la niña desaparecida, usa el hallazgo como oportunidad para iniciarse como periodista, años después de haber renunciado a ello a causa de una vivencia pasada terrible. Mientras tanto, Cleo sueña con trabajar en política para una senadora negra, pero se lo impiden sus vínculos laborales con un gángster local.

Maddie y Cleo no podrían ser más diferentes la una de la otra, pero sus historias corren en paralelo. Ambas son subestimadas debido a prejuicios sociales y de género, son esposas y madres que llegado el momento tratan de escapar de la narrativa que ha sido escrita para ellas, y a través de ellas la serie pretende explorar las limitaciones que afrontan las dos mujeres -una judía y la otra negra-, y de paso recordarnos que los derechos y los privilegios de los que goza la población femenina actualmente son relativamente nuevos y, además, están en peligro.

Cuando el cuerpo sin vida de Cleo es descubierto, decimos, Maddie se propone resolver el caso para disgusto tanto de los editores del diario en el que ha empezado a trabajar -las vidas de los negros no les importan- como del policía negro con el que está saliendo a escondidas –las relaciones interraciales son ilegales en la época– y la propia Cleo, cuya narración la muestra sarcásticamente irritada por ver cómo su propia historia es instrumentalizada por alguien, Maddie, cuya empatía no es del todo convincente, y que está convencida de ser una heroína pese a que de ningún modo lo es.

Mientras presta suficiente atención a Cleo, encarnada impecablemente por Moses Ingram, ‘La dama del lago’ resulta fascinante, y por eso resulta frustrante que su principal interés sea Maddie. Portman es una actriz de talento incuestionable, pero aquí se muestra excesivamente calculada, y amanerada, por lo que al contemplar a Maddie es Portman la persona que vemos, empleándose a fondo para parecer el personaje que interpreta. Como consecuencia de ello, los primeros episodios de la serie pierden gran parte de su interés en cuanto el foco abandona a Cleo para centrarse en Maddie. Y en cuanto el cadáver de Cleo es descubierto, y entonces su presencia queda reducida a flashbacks y voces en off, la serie se muestra incapaz de compensar el vacío que Maddie representa.

Entretanto, ‘La dama del lago’ se muestra impregnada de una lógica onírica, que pretende reflejar el tormento que Maddie y Cleo sufren a causa de sus circunstancias; por momentos, la serie se adorna de simbolismos, interludios fantasiosos y hasta números musicales que, pese a resultar vistosos si se tienen en cuenta de forma aislada, no hacen, sino demostrar que la serie mantiene la misma actitud que su protagonista, en apariencia interesada en aquellos de cuyas historias se nutre pero en última instancia solo preocupada por lucirse.

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