Teatro

La versión de ‘La Gaviota’ de Chela de Ferrari vuela muy alto en el teatro Valle-Inclán

La directora peruana Chela De Ferrari busca resignificar la obra de Chéjov a través de un elenco en su mayoría con discapacidad visual

Belén González del Amo y Agus Ruiz en una escena de 'La gaviota' en el Centro Dramático Nacional
Belén González del Amo y Agus Ruiz en una escena de 'La gaviota' en el Centro Dramático Nacional

El Teatro Valle-Inclán de Madrid hace “visible lo invisible” con una versión libre, cargada de poesía y ternura, de La Gaviota de Chéjov. Un elenco de personas ciegas o con menos del 10 % de visión trasladan una relectura del clásico ruso sin obviar su invidencia que en muchas ocasiones, de no haber sido avisada, pasaría inadvertida por sus grandes interpretaciones.

El escenario recibe a los espectadores vestido de una manera clásica para el texto, con algunas puntualizaciones, pero rápidamente será desvestido, reduciéndose a una sala vacía que jugará con la proyección del lago, la música en directo y algún elemento aislado. En esa desnudez, el juego teatral comienza con Alicia (Macarena Sanz), que nos explica su papel de regidora y cómo de ella depende todo lo que pasará en escena, quien tomará la palabra en diferentes momentos y guiará partes de la acción, comenzando por una ruptura de la cuarta pared en la que describe a personas del público, compañías, vestimentas y gestos.

Alicia (Macarena Sanz) explica su papel de regidora en 'La gaviota', dirigida por Chela de Ferrari en el CDN

Alicia (Macarena Sanz) explica su papel de regidora en ‘La gaviota’, dirigida por Chela de Ferrari en el CDN

La deliciosa adaptación y dirección corre a cargo de Chela de Ferrari, que logra equilibrar con sobriedad un espectáculo emocionante, que va y vuelve a la importancia de la ceguera, pero que narra el drama original de Chéjov a la perfección y se permite transitar por diversos formatos. Durante las dos horas que dura la representación no es difícil que en numerosas ocasiones no sólo pase inadvertido, sino que se nos olvide completamente que la interpretación está llevada a cabo por personas invidentes, que ocupan el espacio sin errores, con una gran gestualidad, interacción y dinamismo.

La trama nos presenta a Konstantin (Eduart Mediterrani), hijo de la gran actriz Arkadina (Lola Robles), que está profundamente enamorado de Nina (Belén González del Amo), que, a su vez, se enamora de Boris (Agus Ruiz), un círculo dramático que aborda tonos humorísticos, trágicos e incluso discotequeros y musicales, estos interpretados en directo por Nacho Bilbao, en ocasiones con algunos de los actores.

Imagen de un momento de baile en 'La gaviota', dirigida por Chela de Ferrari y con música en directo de Nacho Bilbao

Imagen de un momento de baile en ‘La gaviota’, dirigida por Chela de Ferrari y con música en directo de Nacho Bilbao

El relato ahonda en la complejidad de los personajes, sus aspiraciones propias tal y como planteaba Chéjov, sumadas a la compleja realidad que viven las personas con discapacidad visual. Así, la búsqueda de la libertad de los personajes de La Gaviota, se une con redoblados esfuerzos a la frustración de la discapacidad ante, por ejemplo, los sueños de querer ser actriz. No hay un bien y un mal estancos, los personajes van construyendo sus historias, sus amores, sus desencuentros, resignaciones y rencores.

Al pie de la casa del lago seremos testigos del dolor y la tristeza, pero también de la fiesta y el amor más desenfrenados que, nuevamente por la ceguera, permite la escenificación de la infidelidad frente a la persona ultrajada de manera impune por no poder verlo. Una serie de recursos, en suma, que sorprenden, aportan dinamismo, frescura y ante los que sobrecogerse.

La versión de La Gaviota de Chela de Ferrari vuela muy alto en el teatro Valle-Inclán

La versión de La Gaviota de Chela de Ferrari vuela muy alto en el teatro Valle-Inclán

Un apunte final. La obra tiene un último registro desbordante en el que, frente a la desnudez escenográfica que ha imperado en el escenario, se nos remite al inicio y a la escenografía que se ha podido ver al entrar en sala. Esta última parte va tendiendo a una crudeza absoluta, en la que toda la interpretación se va ciñendo a la propia voz, al relato de una manera pulcra y magistral, consiguiendo así una intimidad por la que merecería la pena volver al teatro a disfrutar de esta versión y disfrutar de esta invisibilidad una y otra vez.

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