Moda

La portada de ‘Vogue’ con Jill Biden desata la polémica. ¿Por qué quieren siempre las políticas y las primeras damas aparecer?

Saben que tanto las imágenes como la entrevista que las acompaña van a ser criticadas, pero se empeñan en salir. Analizamos cuál es el imán que convierte a las revistas de moda en el escaparate preferido del mundo político pese a ser también el más controvertido

La primera dama de Estados Unidos, Jill Biden. EFE/EPA/WILL OLIVER

Liz Truss, la que fuera primera ministra británica, no será recordada por una carrera memorable, pero tampoco por ser portada de Vogue. Si lo sabemos es porque le rogó a Nicola Sturgeon, ex ministra principal de Escocia, cómo podía salir en la revista, tal y como ella había hecho. Bien sabemos en España lo viral que se convierten las imágenes de las políticas en el instante en el que aparecen en publicaciones ajenas al universo político, y Kamala Harris conoce bien cómo es el devenir de quien decide posar para medios en los que abunda el tweed. Su portada en Vogue rompió internet por ser, precisamente, muy poquito Vogue.

Harris llevaba un traje de Donald Deal, sus icónicas deportivas Converse y un collar de perlas ante una tela pretendidamente descolocada que era un guiño a su universidad por su color, pero que hizo a muchos criticar un escenario tan… ¿Outsider? Tan… ¿Poco elaborado? La imagen fue tomada Tyler Mitchell, que fue el primer fotógrafo negro en firmar una portada de la popular revista. Lo hizo en 2018, la inmortalizada fue Beyoncé y la responsable de orquestar los aspectos de moda de la sesión no fue otra que la icónica Gabriella Karefa-Johnson.

Por si fuera poco, la polémica fue a más cuando salió a la luz la portada digital, en la que Kamala lucía un traje de Michael Kors que agradó mucho más a los internautas, que no comprendían cómo la revista impresa era la que contaba por una imagen más casual. ¿Se la había jugado la revista? Para nada. Se aclaró, eso sí, que la publicación no permitió a la política ver la decisión final, que fue optar por la imagen menos artificiosa como portada en lugar de la interior, como al comienzo estaba previsto.

Podríamos continuar hasta la infinidad hablando de las polémicas desatadas por políticas y por primeras damas al aparecer en estas publicaciones (como indica la ex directora de Vanity Fair y de The New Yorker, Tina Brown, salir en Vogue es “un rito iniciático” para toda first lady), pero hoy queremos centrarnos en la última en hacerlo: Jill Biden.

La primera dama de EE UU, Jill Biden, es la portada de la revista ‘Vogue’

En esta ocasión, todo parecía estar perfectamente pensado. Un traje blanco de Ralph Lauren que por descontado, es un guiño a las sufragistas, y un lema feminista: “Decidiremos nuestro futuro”. Pero la revista salió pocos días después de que Joe Biden fracasara de forma estrepitosa en el debate contra Donald Trump, pues desde titubeos hasta cierta ronquera alimentaron las dudas sobre su capacidad para seguir gobernando entre los votantes y miembros del Partido Demócrata. Tres días después del debate, aclara la propia revista Vogue en una nota editorial, contactaron con la Dra. Jill Biden, que se encontraba en Camp David, donde la familia se había reunido durante el fin de semana. Señalan que aseguró que “no permitirán que esos 90 minutos definan los cuatro años que ha sido presidente. Seguiremos luchando”.

Al ser esta su tercera portada en la revista, mientras que Melania Trump no lo fue jamás como primera dama (sí antes, como modelo), los simpatizantes de Donald Trump encontraron en esta catastrófica serie de desdichas el momento perfecto para atacar y para recordar que Anna Wintour es una firme defensora de Biden. Una representante de Vogue y la señora Wintour hicieron una aclaración por correo electrónico: “No es ningún secreto que Anna ha apoyado las campañas demócratas durante décadas. Nuestro artículo de portada de agosto es una mirada al tremendo trabajo que ha realizado el Dr. Biden y los problemas más urgentes que hay en 2024”.

Como explica Amy Odell, autora de Anna: The Biography, una biografía de Anna Wintour, a New York Times, “Vogue todavía tiene mucha relevancia cultural y todavía está invirtiendo lo suficiente para producir imágenes de calidad. Escriben artículos positivos, toman fotografías magníficas y dan espacio para que la gente quiera el sello de aprobación de Anna”. Quizás lo verdaderamente importante no sea por qué acceden las políticas y las primeras damas a ser portada, sino por qué nos importa tanto. Nos molesta cuando llevan looks inasequibles, pero el hecho de que ahora muchas comiencen a tener miedo a hablar siquiera de moda (en el perfil de Harris, apenas había menciones a esta temática) no es positivo ni para la industria de tendencias, ni tampoco en realidad para la imagen política que dan, pues ahora, más que nunca, la moda habla.

Importa a qué diseñadores se apoya, si se eligen firmas sostenibles y si se reutilizan looks, una prueba más de que la moda no es mera banalidad. De hecho, si lo fuera, ¿por qué iban tantas políticas a acceder a posar en revistas de tendencias? Además, muchas publicaciones incluyen entrevistas a personajes relevantes y análisis de tendencias actuales desde perspectivas sociales que demuestran que no todo son cremitas y faldas. Por cierto: si sólo se hablara de cremitas y de faldas, tampoco pasaría nada… No sé, no veo a nadie rasgando una revista de motos porque no se hacen análisis de los conflictos internacionales. A las revistas de moda, al igual que a las políticas, se les exige el doble. Los políticos, por cierto, también aparecen en sus páginas. Precisamente en el número de Vogue en el que el prestigioso editor Edward Enninful por sorpresa de su trabajo, contando para ello con 40 supermodelos y estrellas en la portada, encontrábamos en sus páginas interiores una sesión de fotos en cuya entrevista Keir Starmer hablaba de política e incluso de fútbol. La entrevista no incluyo entonces créditos de moda, algo que jamás ocurre cuando se trata de políticas. Curioso, ¿no? Fútbol y política 1, moda 0.

Chloe Mac Donnell se preguntaba en febrero en The Guardian qué empuja al universo político a salir en la revista pese a saber que tarde o temprano, las críticas van a llegar. Señala que en un primer nivel, existe la creencia de que ampliará el atractivo de un líder, y las figuras políticas ven en Vogue otra herramienta para llegar a los votantes. “Probablemente también haya un elemento de vanidad en su atractivo para los políticos. Un retrato halagador tomado por un fotógrafo famoso que normalmente trabaja con estrellas de Hollywood (Annie Leibovitz fotografió a May y Clinton) suena más atractivo que una foto en las escaleras de Downing Street”, dice Mac Donnell.

Quizás el timing de la publicación de la portada de Biden sea desafortunado, pero lo que demuestra la polémica desatada es que por más que a tantos les moleste, las revistas de moda importan. Es más… ¿Acaso es casualidad que muchos hablen de revistas femeninas? Porque es una prueba más de que ahí radica el problema: lo femenino se menosprecia y ridiculiza.

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