La película de Netflix que muestra cómo la dictadura de Maduro torturó y mató estudiantes en las protestas de 2017

Ante las protestas de Venezuela, Netflix ofrece la película 'Simón', en la que un joven activista por la libertad escapa de su país y pide asilo político en Miami

Un joven activista por la libertad escapa de Venezuela y pide asilo político en Miami en la película 'Simón'
Un joven activista por la libertad escapa de Venezuela y pide asilo político en Miami en la película 'Simón'

Detenido y torturado durante las protestas de Venezuela. Podría ser el titular de cualquier periódico estos días, pero es en realidad la trama de una película basada en hechos reales, hechos acontecidos en 2017 pero que encuentran su eco en el difícil momento que atraviesa el país venezolano después del fraude electoral de las últimas elecciones.

Netflix acaba de estrenar Simón, una película que ya pasó por el cine con una modesta recaudación, si bien recibió una gran acogida en Iberoamérica, siendo seleccionada por la Academia Venezolana de Cine para representar a Venezuela en los Premios Goya 2024. Tras un recorrido limitado por las salas de cine, ahora está disponible en la plataforma de streaming Netflix. En un momento crítico para el panorama político y social de Venezuela, el cineasta Diego Vicentini se atrevió a realizar un largometraje de denuncia, relatando las protestas que tuvieron lugar en su país en 2017.

La trama, basada en una historia real, sigue la historia de Simón (Christian McGaffney, protagonista y productor de la cinta), un joven estudiante que es detenido y torturado durante las protestas, y luego se ve obligado a salir del país y solicitar asilo en Miami para huir de la persecución, lidiando con el sentimiento de culpa por dejar a sus compañeros atrás.

El caos que dejó a su paso seguramente hará que su regreso sea difícil, algo que debe evitar a toda costa. Sin embargo, el estatus de asilo no es una respuesta fácil a sus problemas. Una vez que lo reciba, ya no podrá regresar a su hogar, y para Simón, la idea de dejar a su familia, a sus compañeros activistas y la vida en Venezuela no es una decisión fácil de tomar.

En Miami, Simón conoce a Melissa (Jana Nawartschi), una estudiante de derecho que se ocupa con entusiasmo del caso de Simón. Su relación acaba convirtiéndose en amistad cuando Simón empieza a confiarle información sensible sobre su pasado, incluida la vergüenza y la culpa que aún siente por haber abandonado a sus amigos. Melissa se muestra comprensiva y está decidida a ayudar a Simón en todo lo que pueda, pero a medida que se acerca el momento de obtener asilo, Simón se ve obligado a tomar una decisión que no tiene un resultado fácil.

La culpa del exiliado

En un momento en el que los venezolanos del mundo se encuentran ante ese mismo dilema, continuar con su vida en el exilio o regresar a reconstruir su país, Diego Vicentini revela que él mismo ha tenido que enfrentarse a ese “sentimiento de culpa”, y que de esa reflexión nació la película.

Aunque emigró a los 15 años a Estados Unidos, el director no cerró los ojos a lo que ocurría en su país natal. Los cuatro meses de intensas protestas contra el régimen chavista en 2017, que acabaron con detenidos y muertos en un terrible paralelismo con lo que sucede hoy, se quedaron grabados en su memoria. “Vivir desde lejos todo lo que ha pasado el país, por todo lo que ha pasado nuestra gente y, en particular, ver a mi generación salir a la calle y arriesgar sus vidas por esa libertad, por el cambio que queremos, me llevó a rodar Simón”, cuenta el cineasta en un clip de producción.

También tras las elecciones presidenciales del 28 de julio ha vuelto a tomar las redes sociales para mostrar su apoyo a su país y denunciar la situación. “Yo creo que hay pocas cosas más importantes o que valgan más la pena que la libertad. Lo que más quisiera es que todos estemos unidos, que cada quien ponga de su parte y que al fin llegue ese momento, al igual que llegó en el fin de nuestro rodaje, cuando podremos abrazarnos y podremos llorar de la felicidad por haberlo logrado. Venezuela, yo te amo. Siempre vas a valer la pena. Por todos nosotros, por las próximas generaciones y por todos aquellos quienes ya no están con nosotros para darnos ese gran abrazo de libertad”, escribió.

De hecho, una de las principales dificultades fue conseguir los permisos de rodaje. Fue difícil conseguir el certificado de nacionalidad que expide el CNAC (Centro Nacional Autónomo de Cinematografía), y el propio director corría el peligro de ser acusado de violar la Ley contra el odio, la intolerancia y por la convivencia pacífica, con penas de hasta 20 años de cárcel por rodar una película como esta. “Si hubieran negado el certificado de nacionalidad a una película escrita y dirigida por un venezolano, con elenco y un equipo venezolanos, era muy obvio que la censura habría generado mucha más atención”, afirmaba el cineasta, que estudió en Los Ángeles, donde también reside, cuando se estrenó la película.

Las protestas de 2017: 50 muertos

Las históricas protestas de 2017 en Venezuela, según datos recogidos por el Foro Penal Venezolano, dejaron un saldo de 50 muertos, casi 3.000 heridos y más de 1.300 detenidos. La ONU, a través de su Misión de Determinación de los Hechos en Venezuela, ha documentado casos de detenciones arbitrarias y torturas. En su informe se asegura que existen motivos razonables para creer que “ciertos actos de tortura y malos tratos tuvieron por objeto castigar a los detenidos por sus actividades sindicales o relacionadas con los derechos humanos, por denunciar actos de corrupción, por su activismo político, por actuar o por pronunciarse en contra del Gobierno”.

Venezuela

Personas recorren las calles durante una protesta por los resultados de las elecciones presidenciales de 2024 en Caracas

Simón refleja la situación que viven más de 7,7 millones de venezolanos que han tenido que salir del país (se calcula que 430.000 han venido a España) en el éxodo más grade de la historia de Occidente. Una situación agravada porque, como reportó Naciones Unidas en 2022, en el país se registran crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado, incluyendo detenciones arbitrales, torturas y ejecuciones extrajudiciales.

Tras asistir con frustración a lo que ocurría en su país, Vicentini decidió realizar su denuncia a través de su trabajo de fin de máster: un cortometraje homónimo que presentó en 2018, y que fue el origen del largometraje posterior. La oportunidad de regresar a Venezuela por primera vez desde 2009 para la presentación de la película fue muy significativa para el ahora aclamado director de cine, quien confesó sentirse nervioso durante la proyección del film en el festival. Tras enfrentar preguntas de la prensa, una persona cercana le sugirió salir del país por precaución, dada la sensibilidad política del contenido de la película.

En su momento, el largometraje causó un gran revuelo, principalmente por la violencia que denunciaba. El propio Nicolás Maduro dijo de ella que era “una película mentirosa”. Sin embargo, desde el Gobierno cambiaron de estrategia: prefirieron ignorar la película que censurarla, para no darle más publicidad. “Escribí la película asumiendo que iba a ser censurada y enfocada en la gente que la ve desde afuera (por eso también está casi toda en inglés) y, si llegaba a Venezuela, sería por internet. Jamás pensé que iba a estar en salas de cine”, declaraba entonces el director. Después, se convirtió en una de las cintas más taquilleras del país.

La represión de las protestas en 2017 fue documentada por la ONU y el Foro Penal Venezolano. Aquí, un fotograma de una detención ilegal en 'Simón'

La represión de las protestas en 2017 fue documentada por la ONU y el Foro Penal Venezolano. Aquí, un fotograma de una detención ilegal en ‘Simón’

Para realizar la película, Vicentini no se basó en una sola historia, sino que recopiló los testimonios de decenas de venezolanos, mezclándolos también con su propia experiencia, y demostrando que el activismo, que la reivindicación política, no es algo aislado, sino que es algo personal, que se inserta en una historia íntima, y por lo tanto afecta a todas las esferas de la vida. Así, en la cinta se habla de salud mental, de perdón, de cómo vivir la enfermedad (una compañera de Simón es diabética y no puede acceder a la insulina para tratarse), de compañerismo, de qué significa ser migrante o de cómo son percibidos los extranjeros, entre otros muchos temas.

“Pude entrevistar a muchos jóvenes que eran activistas, que habían estado en las protestas. Muchos cargaban con la culpa de haberse ido del país, porque sentían que tenían una lucha que estaban dejando atrás, pero también deseaban empezar una vida nueva y con un futuro. Esa tensión, esa dualidad, es el ancla emocional de la película”, confiesa Diego Vicentini. Esta es su ópera prima, pero con ella ha conseguido generar espacios de diálogo, contribuir a la lucha por una Venezuela libre y gritarle al mundo la verdad de lo que sucede al otro lado del Atlántico.

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