Pocas autoras de crimen y misterio han penetrado tanto y tan agudamente en la psicología humana en general y femenina en particular como Margaret Ellis Millar (de soltera Sturm). Nacida en la canadiense Berlin, ahora Kitchener, el 5 de febrero de 1915, fue en su instituto donde conoció a Kenneth Millar, con quien, tras terminar ambos sus estudios en la Universidad de Toronto, contrajo matrimonio en 1938. Juntos constituirían una de las parejas más conocidas y reconocidas en el mundo de la literatura negra y policial, pues Kenneth se haría famoso tras empezar a publicar a finales de los años cuarenta la serie de novelas protagonizadas por el detective privado Lew Archer (convertido en Harper para la pantalla, donde fue interpretado en dos ocasiones por Paul Newman), con el afortunado seudónimo de Ross Macdonald.
Pero quien en realidad empezó a escribir primero historias de crimen fue Margaret. Todo comenzó cuando a causa de una crisis nerviosa, la postrada enferma devoró una tras otra decenas de novelas policíacas que le traía su esposo. La mayoría le parecieron tan malas que no tardó en decirse: “Yo puedo hacerlo mucho mejor”. Animada por Kenneth, se puso manos a la obra y su primer libro del género, The Invisible Worm, se publicó con discreto éxito en 1941.

Portada de una edición española de ‘La bestia se acerca’
Tanto Margaret como Kenneth ambicionaban convertirse en literatos, aunque no sospechaban que la mayor parte de su obra y éxito estaría asociada al género criminal. Lo cierto es que a Margaret no se le daba nada mal. Tras varias novelas con notable aceptación pero sin grandes ventas, Las puertas de hierro, en 1945, un intenso melodrama gótico moderno, con su protagonista internada en un hospital psiquiátrico quizá no del todo injustamente, se convirtió en best seller, vendiendo sus derechos al cine y llegando a interesar a Bette Davis, aunque sin rodarse finalmente.
Los Millar se trasladaron de Canadá hasta la mucho más cálida costa de California (de donde Kenneth era originario), instalándose definitivamente en Santa Barbara, que en muchas de las novelas de Margaret se transformaría en la ficticia Santa Felice. Mientras en 1949 su marido publicaba la primera aventura de Archer, El blanco móvil, y se convertía en verdadero autor de moda en el género, con sus dieciocho libros sobre el detective, su esposa seguía labrándose una carrera no menos notable, novela tras novela.
A diferencia de Macdonald, Margaret prefirió siempre novelas independientes, en las que a veces reaparece algún personaje, como el Dr. Prye, el Inspector Sands, el detective Joe Quinn o el abogado hispano Tom Aragon, pero que funcionan de forma autónoma, en lugar de seguir el ejemplo de tantos y tantas autores amparados en el éxito de un personaje fijo. En realidad, a la escritora no le interesaban especialmente los mecanismos de resolución de un crimen, ya fuera en clave de misterio detectivesco clásico o, como en el caso de Macdonald, al estilo hard boiled de la novela negra. Lo que le fascinaba eran los laberintos de la mente criminal, la creación de atmósferas de angustia y suspense y, sobre todo, la psicología de sus personajes femeninos, tanto víctimas como culpables… O ambas cosas a la vez.

La familia Millar al completo, en el centro, la trágica Linda Miller
De hecho, en 1955 su obra maestra, La bestia se acerca, ganaría el premio Edgar Allan Poe, que concede la prestigiosa Mystery Writers of America, pasando por encima de El talento de Mr. Ripley de Patricia Highsmith, lo que no es decir poco. Publicada cuatro años antes que Psicosis de Robert Bloch, en ella Margaret Millar nos introduce tramposa e ingeniosamente en un mente atormentada por la doble personalidad, con un estilo elegante y preciso, creando un imparable crescendo de intriga y suspense hasta llegar a un final tan dramático como terrorífico.
El mundo de la novelas de Margaret Millar está poblado por mujeres en peligro, al estilo de la novela gótica, pero también por mujeres peligrosas, que la autora retrata con una profundidad, precisión y malicia insuperables. Con una prosa concisa, rápida pero al tiempo rica en metáforas y frases cargadas de ironía y doble sentido, la escritora aplica su afilado bisturí a la psicología femenina más perversa, con tanta o más habilidad que coetáneas como Vera Caspary y la citada Highsmith o que ilustres sucesoras como la británica Ruth Rendell. A menudo con destellos de ácida misoginia que solo una mujer puede permitirse, con buen conocimiento de causa.
Y es que el matrimonio Millar nunca fue un lecho de rosas. Aunque ambos esposos se apoyaban mutuamente en sus esfuerzos literarios, sus rencillas eran tan violentas como conocidas en el mundillo. A veces llegaban a las manos y escribían siempre en extremos opuestos de su casa en Santa Barbara. La víctima principal de esta tensa y compleja relación fue su única y problemática hija Linda Millar, de trágica y corta existencia. Este tortuoso entorno familiar se reflejaría sobradamente en las obras de los dos, donde la familia es siempre caldo de cultivo del mal.
Las madres devoradoras abundan en las novelas de Margaret, tanto en La bestia se acerca como, por ejemplo, en Un extraño en mi tumba (1960) o en Más allá hay monstruos (1970). Los celos asumen dimensiones monstruosas en Las puertas de hierro y en Pagarás con maldad (1950), pero no sólo los celos de tipo sexual, sino también entre amigas, hermanos o madres e hijas, como, una vez más, en La bestia se acerca. Prácticamente en todas ellas y el resto de su producción, el núcleo familiar esconde siempre secretos oscuros, esqueletos en el armario, que acaban por salir al exterior de forma trágica y sangrienta.
Pero la aproximación a la psicopatología criminal de la autora nunca es simplista. Está también exquisitamente enmarcada por un contexto social que Millar expone con no menos precisión y sutileza. Las diferencias de clase y, sobre todo, el racismo, especialmente a partir de los años sesenta, en novelas como Un extraño en mi tumba o Más allá hay monstruos, se manifiestan perversamente en los miedos, deseos, secretos y mentiras de sus personajes marcados por el crimen.

Joan Hackett en la versión televisiva de La bestia se acerca, en La hora de Alfred Hitchcock (1964)
Margaret Millar murió en 1994, algo más de una década después que su marido, con 79 años y tras recibir, entre otros reconocimientos, el premio a la Mujer del Año del Los Angeles Times en 1965, y el premio de honor a la labor de una vida de la Mystery Writers of America en 1983. Su novela La bestia se acerca, llevada en dos ocasiones a la pequeña pantalla, está considerada por críticos como el experto H.R.F. Keating, una de las cien mejores novelas de crimen y misterio de la historia.
Su característica combinación de intriga, suspense psicológico al borde del terror, comentario social, atmósferas góticas contemporáneas, finales sorpresa y, sobre todo, su penetrante disección de la mente femenina, las relaciones familiares y los monstruos que subyacen bajo la aparente normalidad de la vida cotidiana, la sitúan a la par de escritores como Cornell Woolrich, John Franklin Bardin o Robert Bloch, y de autoras como Ethel Lina White, Patricia Highsmith o Shirley Jackson. Sin ella, fenómenos como el actual domestic noir y autoras como Gillian Flynn, Paula Hawkins, Lisa Jewell o Fiona Barton, jamás habrían existido. Aunque algunas de sus lectoras y lectores no lo sepan.