Entrevista / David Martín Martín, fotógrafo

La mujer, de toda raza y rincón del mundo, a través de la fotografía

La fotografía como forma de denuncia y compromiso social: una manera de viajar, de conocer otras culturas y otras realidades, de valorar lo que tenemos y de no pensar que la occidental es la única formad e vivir y entender el mundo posible

Imagen de unas niñas atendiendo una escuela de Benin, por David Martín Martín
Imagen de unas niñas atendiendo una escuela de Benin, por David Martín Martín David Martín Martín

Como tantos otros, David Martín Martín sintió la necesidad de salir de su pequeña área de confort y explorar el mundo. Cada pocos meses cogía su mochila y su cámara de fotos y recorría los lugares más recónditos del planeta. Poco a poco, se fue dando cuenta de que su interés no era meramente turístico: en lo que se fijaba, lo que su ojo captaba, era otra cosa: una nueva forma de entrar en relación con la realidad, sin prejuicios ni esquemas mentales. Un verdadero aprendizaje de otras formas de vivir y de entender la vida, y también la muerte.

Formado después en escuelas de fotografía como EFTI, La Máquina, Too Many Flash, Blanco y Negro, además de en diferentes workshops de Leica Academy, Canon y PhotoEspaña, hoy este fotógrafo lleva quince años documentando sus viajes por más de treinta países de los cinco continentes. Fotografía realidades sociales donde la intrahistoria toma un protagonismo poco habitual para dar a conocer la forma de vida y las tradiciones más costumbristas (o no) de las distintas culturas del planeta, a veces con una sutil carga de compromiso social.

Desde lo más rural a lo más urbano, y desde lo más terrenal a lo más espiritual, sus fotografías pretenden ilustrar la humanidad de cada sociedad, poniendo el énfasis en la infancia, la mujer, el hogar, el medioambiente, la celebración, el trabajo, la religión. Todos los patrones que definen la cultura de un pueblo.

El fotógrafo David Martín Martín

El fotógrafo David Martín Martín

¿Cuándo te diste cuenta de que la fotografía podía ser un camino para ti?

Es algo que me ha perseguido toda la vida. Siempre me había interesado como hobby, como una afición que vinculaba a mis viajes de verano, en los que siempre intentaba irme lo más lejos posible. Hacía fotografías para recordar momentos felices, pero con el tiempo empezó a cambiar lo que fotografiaba: tenía mucho más que ver conmigo, y que se había empezado a convertir en una forma de expresarme que ampliaba la expresión verbal. De un hobby pasó a ser una pasión: cada vez tenía más sentido lo que capturaba, e intenté darle un discurso, construir un relato, para dotar mi fotografía de carácter documentalista. Hace un par de años mi chica me dijo que tenía que compartirlo y realicé una exposición en la Fundación Pons sobre el Día de Muertos en México, y de ahí he realizado otros proyectos, he conocido a profesionales del sector, galeristas, centros culturales…

Dices que empezaste viajando. ¿Siempre has tenido esa necesidad de irte lejos para conocerte mejor?

Siempre. Siempre me ha interesado luchar contra falta de tolerancia. Y creo que uno de los motivos es no valorar que hay otras formas de entender las cosas que no tienen que ver con la nuestra. Y viajar es una forma de abrir la mente y entenderlo: descubrimos que somos muy diferentes pero muy iguales. Por ejemplo, en cuanto a ritos y a normas trascendentales y vitales, hay grandes similitudes; en cambio, el Día de Muertos es una fiesta familiar, cuando para nosotros es tétrico, triste, melancólico. Conocer otras realidades nos hace más tolerantes; esa búsqueda de tolerancia, justicia, libertad de elección, igualdad de oportunidades y derechos… es lo que me hace viajar. Son cosas que aquí ya no valoramos.

Tú eres autodidacta, aunque has realizado algunos cursos. ¿Crees que la mirada se puede entrenar?

La mirada es algo muy personal. Toda la formación académica en fotografía te ayuda en la parte de gestión técnica de la cámara, en la composición ortodoxa. Hay que conocer lo ortodoxo para poder salirte de ello. Pero el ojo es personal, y marca la fotografía: ante una misma realidad, diez fotógrafos harán diez fotografías diferentes. La forma de mirar marca la personalidad. En mi proceso formativo, no soy nada técnico ni nada purista. No me obsesiono con obtener una foto técnicamente perfecta.

Un taller escuela de costura para huérfanas en Benin, fotografiado por David Martín Martín

Un taller escuela de costura para huérfanas en Benin, fotografiado por David Martín Martín

¿Cómo es tu proceso artístico? ¿Cómo te planteas los proyectos?

Tengo diferentes proyectos con diferentes enfoques. Uno de ellos trata sobre las diferentes formas que tienen las diferentes culturas de celebrar. Ahí hay un hilo conductor: entender qué diferentes y qué parecidos somos. Recorro tanto un paso de Semana Santa en Toledo como una procesión en Japón; me pregunto cómo se celebra la muerte en México y en Bruselas. En este caso, he buscado celebraciones concretas, como el Festival de Sahel, en Senegal, o el Festival Holi, en La India. Pero también tengo otra serie de fotografías que muestran lo afortunados que somos. Y después proyectos concretos, como la exploración de la incorporación de las niñas a la escuela en el mundo o cómo el boxeo se ha convertido en una forma de evasión para las mujeres cubanas. Cada proyecto tiene un proceso, pero sobre todo lo que he descubierto es que siempre reflejan, de alguna manera, la historia de mi vida, esa efervescencia de inputs e inquietudes; la fotografía, además de hacerme disfrutar, me permite relatar algo que con palabras nunca podría. No es un posicionamiento ideológico, pero sí vital. Un ejercicio de salud mental.

¿Cómo defines los viajes?

La fotografía no es mi trabajo principal, así que tengo que hacer viajes cortos, de una semana o diez días. Los defino buscando culturas diferentes: si el momento del año coincide con celebraciones auténticas de las tradiciones de los destinos, mejor. Siempre voy más allá que en una visita turística: busco entrar en casas, escuelas, en una boda si es posible… conocer las celebraciones arraigadas en las tradiciones. A veces los hago solo y a veces contrato agencias con viajes fotográficos.

Son especialmente interesantes los proyectos que has realizado en torno a la figura de la mujer. ¿Fue algo premeditado o una realidad con la que te encontraste?

El de la incorporación de las niñas a la escuela incluye fotografías realizadas en ocho países diferentes. La primera visita en una escuela, en Groenlandia, me hizo darme cuenta de que se está produciendo un avance social: pensábamos que las mujeres tenían papeles secundarios, que acuden a la escuela sólo cuando hay recursos, y eso está cambiando, incluso en África, donde era totalmente radical. Esa visión positiva me llevó a preguntarme si está ocurriendo en otros lugares del mundo. ¿Por qué? Porque la incorporación de la mujer es la esencia de la igualdad: si no empezamos por la educación, no podemos avanzar. Hay dos ejemplos concretos: en Pakistán, tenemos la imagen del yihadismo, el burka, de que es la gran expresión la desigualdad y el maltrato a la mujer. Pero la sociedad no es así. La irrupción del yihadismo y de Afganistán provocó esa situación, pero la sociedad paquistaní es bastante más igualitaria allí donde aún no ha llegado la influencia extranjera. Por otro lado, en el caso de Benin hay una gran tradición esclavista: allí nació la importación de esclavos a Europa y América, pero las niñas albinas que están discriminadas en otras partes del mundo, allí son hasta referentes sociales. Hay cambios en la zona subsahariana; aunque haya religiones sectarias, se están dando pasos adelante muy importantes. Frente a reportajes habituales de lo malo, lo triste lo decrépito, yo intento mostrar el halo esperanza.

“El ring de la vida. Golpe a golpe” es otro de tus proyectos. Situado en la popular barriada de San Isidro, muy cerca de la Casa Natal de José Martí, el Rafael Trejo es uno de los gimnasios de boxeo más antiguos de Cuba. ¿Cómo fue tu experiencia allí?

Estuve diez días en La Habana y me encontré con ese gimnasio. Es fotografía puntual y muy específica. Lo que aprendí es que la mujer cubana está muy empoderada. No está sometida. Desarrolla una labor de liderazgo social y familiar, aunque profesionalmente todavía está muy arrinconada y relegada a profesiones más tradicionales. Salvo su presencia en el ejército, donde hay un gran igualitarismo que bebe de la cultura procedente de las ideologías comunistas, en las sociedades tienen posiciones muy específicas. Pero el deporte en general, como en otros regímenes comunistas, sí que busca esa igualdad y en muchos aspectos la consigue, porque tiene disciplina transversal. Además, el mundo del boxeo en Cuba es especial: es una potencia. Tiene muchos campeones de boxeo pero nunca ha tenido grandes boxeadoras mujeres. Sin embargo, ha empezado a cambiar y a muchas mujeres el deporte les abre la posibilidad de ver mundo y de conocer países, tener reconocimiento, tener un premio y competir con los hombres. En ese gimnasio compiten todos contra todos. ¡En Occidente no tenemos competiciones de deportes mixtos!

El Rafael Trejo es uno de los gimnasios de boxeo más antiguos de Cuba

El Rafael Trejo es uno de los gimnasios de boxeo más antiguos de Cuba

De todas las que has vivido, ¿qué experiencia destacarías? ¿Qué cultura ye ha impactado más?

La que me parece más admirable es la cultura japonesa, por lo bueno y por lo malo. Japón es una isla, y no tiene nada que ver con Asia, y nada que ver con Occidente: es el país más occidental de Asia pero también el más cerrado de Asia. Admiro su disciplina, el respeto individual y colectivo, pero en cambio es un país bastante introspectivo desde el punto de vista de la comunicación. No hay una educación que enfoque a la expresión de los sentimientos: no es algo que se pueda expresar en público. Tiene elementos culturales parecidos a Europa pero cultural y  ancestralmente es envidiable en muchos aspectos.

¿Crees que la fotografía, el arte, tiene que estar comprometido con la denuncia social?

Puede hacerlo. Las cosas hasta que no las vemos no nos las creemos. Ahí está la fotografía. Si nos las contasen con palabras no sería lo mismo: la fotografía es gráfica e ilustrativa. Además de colores, formas, emociones y sentimientos, un buen fotógrafo puede trabajar en dar visibilidad a los problemas.

¿Qué has descubierto de la naturaleza humana mirando a través de tu objetivo?

Lo fundamental es que tenemos que ser conscientes de que nuestra realidad no es la única realidad, nuestra forma de entender la vida no es la única, ni la única correcta. Tenemos que valorar lo que tenemos y para eso ver lo que no tienen los demás. Si vivimos solo en nuestra burbuja, evidentemente nuestra capacidad de visión crítica se reduce a lo que nos llega en la corta distancia: una visión mediatizada, siempre subjetiva. Hace falta salir de estas burbujas para ser conscientes, entender que la tolerancia pasa por esta apertura.

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