Hoy os voy a contar la historia de un hotel emblemático y con mucha historia que permanece elegantemente erguido en una isla privada frente a la hermosa Constanza, la mayor ciudad levantada a orillas del lago Constanza (Bodensee en alemán), que enamora a todo el que por allí pasa, con sus animadas y pintorescas calles, sus extensos parques y sus largos paseos a orillas del tercer lago más grande Europa, cubierto de lánguidos cisnes y simpáticos patos.
El Inselhotel es el hotel más famoso de la ciudad por la belleza inexplicable de su emplazamiento. Su terraza panorámica es más que idílica, más que glamurosa, más que romántica, y el edificio original que ocupa data del siglo XIII, cuando el obispo Heinrich von Tann decretó la construcción de un monasterio dominico en la isla de Constanza.
Un claustro y la historia contada por los frescos de Häberlin
Entrar hoy al edificio, que ha sobrevivido intacto al paso de los años y pasear por su magnífico y generoso claustro lleno de luz y rodeado de arcos góticos, es un regalo que el cliente no espera. Mayor es la sorpresa cuando uno descubre los impresionantes frescos del siglo XIX, realizados por Karl Häberlin, reconocido muralista de pintura histórica de la época, que te embarcan en un viaje a través de la historia de la ciudad, desde el asentamiento en la época prerromana hasta el siglo XIX.
En la espectacularidad de su gran formato y la abundancia de las ilustraciones, se pueden descubrir momentos históricos de la ciudad de Constanza, como el nombramiento del obispo Máximo de Constanza en el año 600, la recepción de los monjes de San Galo y Reichenau en el año 780, la fundación del monasterio por el obispo Heinrich von Tann en 1236 o la visita del emperador Guillermo II en 1888.
En 1874 el monasterio se transforma en lugar de hospedaje para los viajeros que acudían a la cultural, animada y atractiva ciudad de Constanza, muy relevante por su interés histórico y comercial. Su majestuoso emplazamiento a orillas del lago, con embarcadero y playa natural para los huéspedes es uno de sus mayores encantos. Comer o tomar un vino del Rin en el elegantísimo Seerestaurant, con vistas al lago, o cenar en el Dominikaner Stuber, una típica taberna de madera tradicional, son planes imprescindibles.
Los místicos de Renana y el primer vuelo del Zeppelin
Fueron muchos los eruditos, místicos y poetas que vivieron en el monasterio de la isla, construido por los dominicos. El más famoso quizá fue Heinrich Seuse, poeta perteneciente al núcleo de la escuela de misticismo de Renana y autor de Horologium sapientiae (El reloj de la sabiduría), considerada la mejor obra del misticismo alemán.
Pero si hemos de contar toda la historia del Inselhotel (hotel de la isla, en alemán) también es fundamental mencionar la figura de Ferdinand von Zeppelin (Constanza, 1838-1917), noble, militar e inventor alemán, que tuvo la visión de convertir el monasterio en hotel de lujo y fundó la compañía de dirigibles Zeppelin, cuyo primer artefacto realizó su vuelo inaugural desde la explanada del hotel y sobre el mismísimo lago Constanza en el año 1900. El trayecto, en el que iban 5 valientes pasajeros junto al inventor, duró 17 minutos y recorrió 6 kilómetros. En el hotel existen numerosas referencias a este acontecimiento y su bar de madera con excelente servicio de coctelería y cava de puros lleva su nombre.
Los zepelines son globos de forma alargada, impulsados por hélices, que flotaban con depósitos de hidrógeno. Todavía hoy se ven sobrevolar el lago en vuelos que pueden contratar los turistas que quieran vivir la experiencia (por 350 euros aprox.). Como veréis, el señor Zeppelin no andaba corto en invención e iniciativa, y en sus paseos por el lago ideó uno de los inventos que revolucionaría a la ciudad y al país entero, haciendo historia con su famoso globo volador, que en 1929 dio la vuelta al mundo en apenas 21 días.
La descarada Imperia y la hermosa ciudad de Constanza
Fundada por los romanos, Constanza fue ciudad imperial. Gracias a su posición estratégica como puente sobre el Rin, y su situación de cruce de importantes rutas de comercio que unía el este de Europa, Italia y Francia, fue de especial importancia en la venta de pieles, lino y especias. Su relevancia crece tras el Concilio que puso fin al Cisma de Occidente (1414-1418) y concluyó con la elección del papa Martín V. De hecho, es una de las escasas ciudades europeas donde se ha elegido un papa y la única en suelo alemán que goza de este honor.
Su casco antiguo se ha mantenido prácticamente invariable desde la Edad Media. Al estar tan cerca de la neutral Suiza, la ciudad no fue bombardeada en la segunda guerra mundial y en sus calles se pueden contemplar pintorescas casas burguesas con frescos de alegres colores y artesonados de madera.
Su puerto, el Konstanzer Hafen, es un enclave estratégico para hacer excursiones de día en ferry a interesantes ciudades como Lindau (Austria), Meersburg (Alemania), una villa medieval vitivinícola con genuinos Keller (vinotecas, en alemán) o Mainau, también conocida como la isla de las flores (ay, ¡su jardín de rosas italiano!).
También es fundamental visitar el histórico edificio del Konzil, donde tuvo lugar el famoso Concilio y saludar a la desvergonzada estatua de Imperia, pícaro símbolo de la ciudad. Soy fan de Imperia. Tan irreverente, tan libre, tan poderosa.
Os cuento su historia. La escultura de Imperia fue erigida en 1993 por el escultor Peter Lenk. Tiene nueve metros de altura y dieciocho toneladas de peso y recuerda a una voluptuosa cortesana italiana del siglo XVI y a las grandes celebraciones que rodearon al Concilio (al que llegaron más de 700 mujeres para “atender” a los participantes). La joven tiene los brazos extendidos y en las manos lleva dos diminutas figuras desnudas cubiertas con los símbolos del poder terrenal y el espiritual, la corona imperial y la tiara papal, que representan al rey Segismundo y al papa Martín V rendidos ante sus encantos.
Y todo su encanto se extiende por las calles medievales de la bella Constanza, que tiene un centro muy animado lleno de restaurantes, bombonerías y galerías de arte, y una encantadora catedral de estilo gótico. Un enclave lleno de atributos que merece ser visitado por lo menos una vez en la vida. Una parada imprescindible en la ruta de los amantes de Centroeuropa.