Cultura

La historia de ‘Rosalie’, la mujer barbuda que vivió libre y desinhibida en 1900

Fue una brillante mujer de negocios que superó los prejuicios luciendo barba con orgullo en la Francia rural de 1900. Su vida inspira en gran medida la película 'Rosalie', dirigida por Stéphanie Di Gusto y recién estrenada en Francia

La película 'Rosalie'
La película 'Rosalie', basada en la vida de Clémentine Delait, la mujer barbuda

Así hablaba Clémentine Delait de sí misma en su libro de memorias, publicado en 1934: “Mi juventud fue como la de todas las chicas de campo, ruda y laboriosa, pero a los 18 años ya lucía una favorecedora pelusa sobre el labio superior que resaltaba mi tez morena”. Es decir: sentía orgullo de estar afectada por una condición que muchas personas considerarían aberrante.

Pese a sufrir hirsutismo, una enfermedad hormonal que favorece el crecimiento del vello corporal en el cuerpo femenino, rechazó a asumir el rol de víctima de oprobio y marginación al que la Francia rural de principios del siglo pasado prometía relegarla, y su generosa barba se llegó a convertir en símbolo de un estilo de vida libre y desinhibido en una sociedad en la que ese tipo de diferencia era aún menos aceptada que en la actualidad. Su vida ha servido de inspiración para Rosalie, película dirigida por Stéphanie Di Gusto y protagonizada por Nadia Tereszkiewicz que ahora se estrena en España.

Tener que afeitarse regularmente no impidió a Delait tener sucesivos pretendientes, y a los 20 años se casó con un panadero con quien abrió una cafetería en la localidad de Thaon-les-Vosges en la que se encargaba de las tareas de seguridad –su estatura y complexión eran imponentes– además de trabajar como camarera. Su vida cambió a los 36 años cuando, de visita a un espectáculo de circo, un letrero le llamó la atención: “Aquí, la mujer barbuda. Entrada 15 céntimos”. Quedó terriblemente decepcionada por lo que vio; “aquella pobre criatura solo tenía unos pocos pelos desgreñados en cada lado de la cara”, escribió posteriormente en la citada autobiografía. De regreso al café, uno de los clientes con quienes compartió la anécdota se jugó 500 francos –el equivalente a unos 5.000 euros actuales a que ella no se atrevería a dejarse crecer la barba. Desde que ganó aquella apuesta y hasta el final de su vida, nunca dejó de lucir un frondoso vello facial.

Dignidad y astucia

Hoy conocemos que el hirsutismo suele ser causado por quistes en los ovarios, o por el síndrome de Cushing o el consumo de ciertos medicamentos, y que afecta a entre un 5 y un 10 por ciento de las mujeres, pero en 1900 no se sabía nada de ello, y eso basta para dejar claro el mérito de la dignidad y la astucia con las que Delait manejó su diferencia. A partir de entonces el establecimiento pasó a conocerse como “El café de la dama barbuda”, y se convirtió en local de moda.

Aprovechando la fama creciente, ella se hizo tomar fotografías artísticas y las convirtió en postales que luego empezó a vender entre los clientes convenientemente autografiadas. No tardaron en empezar a llegarle ofertas de empresarios teatrales y circenses que querían explotar su anomalía, pero ella siempre se negó a ser una mera atracción de feria. “Nunca me planteé limitarme a ser exhibida como una curiosidad, yo era mucho más y mucho mejor que eso”, escribió en sus memorias.

Nadia Tereszkiewicz y Benoît Magimel en una escena de 'Rosalie'

Nadia Tereszkiewicz y Benoît Magimel en una escena de ‘Rosalie’

El libro también demuestra que Delait se consideraba una mujer atractiva y bien formada, y que se sentía satisfecha de no haber sembrado jamás dudas acerca de su propia feminidad a excepción, claro, de cuando la hacía de forma deliberada. La primera vez que se disfrazó de hombre –había te–nido que obtener un permiso ministerial para usar pantalones, puesto que por entonces el uso de esa vestimenta estaba prohibido para las mujeres engañó de tal modo a la empleada de una tienda que la joven “se sonrojó y empezó a sonreír coquetamente, probablemente con la esperanza de obtener algo más que un apretón de manos”.

Durante la Primera Guerra Mundial, Delait colaboró con la Cruz Roja; por entonces los soldados franceses eran apodados con el término ‘poilu’, que en nuestro idioma se traduce como “peludo”, y ese detalle hacia de ella la persona idónea para ser imagen del ejército de infantería. Años después, muerto su marido, organizó una gira de atuaciones gracias a la que viajó por toda Europa, y llegó a conocer a personalidades como el Príncipe de Gales, el Shah de Persia, el Rey Alfonso XIII y el monarca egipcio.

De regreso a su pueblo, reabrió el café reconvertido en bar de copas, y allí volvió a conseguir un éxito enorme protagonizando regularmente espectáculos de cabaret. Hasta su muerte en 1939, a los 74 años, Delait siempre fue pionera y transgresora, y encontró su fuerza en su singularidad. En su tumba, a petición propia, se lee: “Aquí yace Clémentine Delait, nacida Clatteaux, la mujer barbuda”.

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