Tradicionalmente, una de las funciones básicas que se han adjudicado a una mujer en su existencia es la maternidad. Este rol siempre ha sido polémico y controvertido, y en los últimos tiempos, todavía más. Haga lo que haga una mujer, será etiquetada y objeto de críticas, presionada para serlo o no serlo, zarandeada de un lado a otro, según las conceptualizaciones , el antinatalismo de unos, la ideología o religión, o el laisser faire de otros.
Sabemos que las tasas de fecundidad en España son, desde hace más de treinta años, de las más bajas del mundo. En 2021 las estadísticas fijaban 1’19 hijos por mujer. Los 322.075 recién nacidos del año pasado, una cifra aún provisional, suponen una bajada del 24% en los últimos 10 años.
En un mundo superpoblado , que ha alcanzado los ocho mil millones de habitantes, las previsiones indican que la tasa de fecundidad mundial caerá por debajo del nivel de reemplazo ( 2,1 hijos por mujer) cerca de 2030, aunque Naciones Unidas indica que acontecerá entorno a 2050.
Y que sucede si una mujer no tiene vocación de madre, o decide simplemente que en su proyecto de vida elige no serlo?
En 2017 la periodista asturiana María Fernández -Miranda publicó “No madres’, que no era un libro contra la maternidad, sino en defensa de una opción de vida como otra cualquiera: la no maternidad. Porque sí, hay mujeres que no pueden o no quieren tener descendencia. Y el mundo continúa: los testimonios de Maribel Verdú, Mamen Mendizábal, Rosa Montero, Alaska e Inka Martí, son los ejemplos de esa elección de no ser madres. Dice la periodista: “Junto a tantas supermadres, también hay mujeres (cada vez más) que no quieren tener hijos, y hay mujeres que no pueden tener hijos. Yo he pertenecido a ambos bandos […]. Y en este proceso de aceptación sólo me ha ayudado una cosa: escuchar a las que se encuentran en mi mismo barco, a las que por distintas razones no han podido o no han querido tener descendencia. Lo que pasa es que me ha costado encontrarlas, porque casi todas están calladas, sepultadas bajo la avalancha de blogs, libros y tuits que machaconamente debaten sobre pañales y biberones, como si nunca antes en la historia de la humanidad hubiesen existido las mujeres que dan a luz. Y yo me pregunto: ¿acaso no ha llegado la hora de que nosotras también expresemos cómo nos sentimos?”.
Una de las entrevistadas, la periodista Mamen Mendizábal afirmaba : “Me declaro en rebeldía ante toda esa gente que te marca el camino que debes seguir. En el tema de las mujeres y los hijos hay muchísimo machismo, indiscreción y osadía. Estoy harta de preguntas impertinentes y de prejuicios”.
También la escritora canadiense Sheila Heti, en su libro Maternidad, publicado en España en 2019 por Lumen, hace un excelente ejercicio de equilibrio entre la ficción y la autobiografía, creando un paso más en la literatura sobre la maternidad, al dar voz a un tipo de mujeres no frecuentemente presentes en la narrativa: las que deciden no ser madres.
Sin hijos por elección, libre de hijos, hijos no , o no procreación (en inglés childfree y childless by choice) son términos usados para describir a quienes no tienen ni desean tener hijos por diversas causas. Por extensión, el término sin hijos por elección designa a movimientos u organizaciones que defienden la no procreación.
Ya los cátaros , entre los siglos X y XIII, una heterodoxia considerada herética por la Iglesia Católica, partían de una tradición gnóstica e influidos por la corriente filosófica maniquea en su concepto de procreación y relaciones sexuales, se oponían al concepto del matrimonio como fórmula para la procreación de manera frontal, ya que consideraban un error traer un alma pura al mundo material y aprisionarla en un cuerpo.
En tiempos recientes, la National Alliance for Optional Parenthood (Alianza Nacional para la Paternidad Opcional), continuó en la década de 1980 su labor de apoyo para los que deciden no tener hijos como grupo enfrentado al pronatalismo. Proclaman que hay que educar al público sobre la no paternidad, como una forma válida de vida, y dando a conocer el problema de la sobrepoblación.
Daphne DeMarneffe, afirma que la nulípara (mujer sin hijos, o sin hijos por elección), no está en posición superior, o es más feminista que las mujeres que deciden tener hijos. Considera temas importantes para el debate del feminismo de tercera ola la devaluación de la maternidad en la sociedad contemporánea, o el análisis del “deseo materno” . También en el libro “The Bust Guide to the New Girl Order” Tiffany Lee Brown , proclama las bondades y la libertad de la vida sin hijos. En “Motherhood Lite”, resalta frente a la idea de ser madre, los valores estimulantes de ser una tía, una co-madre, o una amiga de la familia, en definitiva otras fórmulas de lo maternal.
La nómina de mujeres que han decidido no ser madres es significativa. Sin ser exhaustivos, en el ámbito hispánico, contamos con la gran poeta uruguaya Idea Vilariño, que mantuvo una historia terrible de amor con el escritor Juan Carlos Onetti. Ella nunca se casó ni tuvo hijos. La también uruguaya Delmira Agustini, sí contrajo matrimonio, que acabó en escandaloso divorcio, y posterior asesinato (feminicidio). La poeta cubana y Premio Cervantes Dulce María Loynaz, también eligió no ser madre. Más recientemente, escritoras como Gloria Fuertes, Cristina Peri Rossi , o Rosa Montero, son algunas de las mujeres en este colectivo ciertamente un tanto invisible.
Desde una clásica del feminismo, como Simone de Beauvoir, o las escritoras como Aynd Rand, Amy Tam, Elizabeth Gilbert, hasta actrices como Kate del Castillo, Ashley Judd , Hellen Mirren, o la comunicadora Oprah Winfrey, por no hacer interminable la lista, la renuncia a la maternidad todavía es vista como una transgresión de la norma milenaria de la mujer/ madre. ¿ Y dónde queda, como siempre, la libertad femenina de decidir qué vida auténtica queremos para cada una, sin importar el qué dirán de los otros, de las otras, de una sociedad que siempre dice cómo hay que vivir?
Caso aparte son las “Abandonadoras”, las mujeres que sí han sido madres, pero han renunciado a sus funciones, las “pentite” de la maternidad, el colectivo femenino más odiado e incomprendido. Pero de eso nos ocuparemos en otro momento.