A decir verdad, cuanto menos se sepa sobre La acompañante a la hora de sentarse a verla, mejor. Al mismo tiempo, cualquier intento de preservar por completo el potencial gratificante de esa experiencia haría imposible escribir sobre la película, puesto que la primera de todas las sorpresas que su historia contiene no es tanto un giro argumental como parte de su premisa misma. Así pues, quienes quieran apreciar al máximo esta mezcla de ciencia ficción, thriller, sátira, comedia romántica y sangriento slasher tal vez deberían dejar de leer ahora mismo.
El título de la película alude a Iris, una joven que en su primera escena conoce a Josh, que es guapo y encantador; probablemente todos hemos visto suficientes comedias románticas como para dar por hecho que los dos destinados a enamorarse el uno del otro. Conocer a Josh, nos confiesa la voz en off de Iris, fue uno de los dos momentos más importantes y reveladores de su vida. El otro, añade, fue matarlo.

Póster de la película ‘La acompañante’
La historia propiamente dicha arranca cuando los dos llegan a una casa de lujo aislada en medio de un bosque donde planean pasar unos días de diversión en compañía de otras dos parejas; entre ellas destaca la que forman Kat –es la mejor amiga de Josh, e Iris está muy celosa de la relación romántica que tal vez mantuvo con él, o quizá aún mantenga– y su novio Sergey, un ruso casado que hizo su fortuna con negocios sucios y que, francamente, es un tipo repulsivo.
Mientras el espectador espera a descubrir cuándo y cómo empezarán a torcerse las vacaciones, podrá fijarse en una serie de detalles que no encajan: que en un momento de la película, por ejemplo, Kat confiesa que Iris la hace sentir “reemplazable”; que en otro, justo después de tener sexo con su novia, Josh se da la vuelta y se pone a dormir sin ofrecer muestra alguna de cariño o simpatía; que Iris es la encargada de cargar con las maletas al llegar a la casa, que su aspecto retro –su peinado, su vestuario– no tiene nada que ver con el de los demás y que su meticuloso maquillaje no se corre ni cuando se ducha o se va a la cama. Lo cierto es que desde el principio queda claro que la joven está fuera de lugar entre el resto de amigos; tal vez sea por su condición de recién llegada al grupo, o quizá tenga que ver con el hecho de que no es humana.
En efecto, cuando Sergey ataca sexualmente a Iris y esta lo apuñala mortalmente en defensa propia, ‘la acompañante’ nos revela que su protagonista no es una mujer humana sino un robot diseñado para ser la novia perfecta: personalizable, devota, poseedora de suficientes recuerdos falsos como para parecer real y fácilmente apagable con un simple comando de voz. Ella, claro, no es consciente de su naturaleza aunque, eso sí, a medida que va tomando consciencia de todas las manipulaciones y humillaciones a las que ha sido sometida, se transforma en una criatura de ira e inteligencia imponentes. Mientras contempla esa evolución, el director Drew Hancock equilibra con gran precisión las inclinaciones románticas que la película exhibe inicialmente con las convenciones propias del cine de terror que aparecen a medida que avanza, y entretanto nos sorprende repetidamente jugueteando con lo que creemos saber acerca de los personajes, orquestando giros argumentales que son maliciosos pero no tramposos y aderezándolos de dosis generosas de humor mordaz.

El debutante Drew Hancock firma ‘La acompañante’, comedia negra de ciencia ficción, protagonizada por Sophie Thatcher y Jack Quaid
En el proceso, La acompañante toma ansiedades contemporáneas reconocibles y saca punta a su potencial deshumanizante. De entrada, funciona como meditación sobre los peligros consustanciales a la inteligencia artificial y lo que estos dicen sobre nuestros propios miedos, y a modo de recordatorio de cómo Mark Zuckerberg y Elon Musk están tratando de reemplazarnos por líneas de código. En un presente en el que las personas están desarrollando relaciones significativas con aplicaciones de software, además, la película explora nuestra necesidad de usar las nuevas tecnologías no para responder a las grandes preguntas filosóficas y existenciales sino para conseguir una pareja que siempre esté disponible y nunca tenga necesidades propias, y para dejar que los algoritmos reemplacen las conexiones personales reales por automatismos que permitan a incels y demás tarados cumplir sus sueños fetichistas.
A medida que Iris gana conciencia y desobedece las órdenes en base a los que ha sido programada, por último, la película se erige en una crítica tan ingeniosa como feroz tanto de la forma que muchos hombres tienen de ver a las mujeres como de la que a ellas se les ha impuesto para ver a los hombres y, sobre todo, de la fragilidad del ego masculino y el caos que es capaz de causar. Josh es el prototipo de chico “majo”, un novio cariñoso y sensible que siempre dice lo correcto y que, a la vez, alberga todo tipo de resentimientos listos para degenerar en actos de abuso cuando alguien desafía lo que él percibe como un derecho que le corresponde simplemente por ser un hombre; él no quiere una verdadera compañera, sino a alguien a quien controlar y dominar por completo, y no llega a quedar claro si Iris se convierte en una amenaza para él porque es un robot o por ser una mujer. En última instancia, La acompañante habla principalmente de los estragos causados por la misoginia, y del derecho de las mujeres a controlar sus cuerpos y sus mentes, estén hechos de carne y hueso o de cables y placas metálicas.