Karla Sofía Gascón, hereje desvelada, Oscar fallido. Fusta tuitera, tobogán de reputaciones. Kar-la-So-fí-a: el tren pentasilábico –no descuidemos el hiato– traquetea pegadizo y lírico, desde el paladar hasta la desembocadura de la boca, como en una canción de David Bisbal. Karla Sofía, cuándo serás mía, al mismo cielo, etcétera. Era Kar, sencillamente Kar, por la mañana, tan favorita de la Academia de Hollywood por su papel en Emilia Pérez, con su metro ochenta de estatura según ChatGPT, tan aplaudida por Pedro Sánchez o por Irene Montero, convertida en un ente ubicuo, como el Dios de los hebreos o el exfutbolista Joaquín. Ponías la tele, y ahí estaba. Levantabas una baldosa, e ídem. Echabas un vistazo a la mesa de al lado, y adivinen. Le faltaba anunciar cuchillas Gilette Venus. Nadie hubiera descartado un homenaje masivo en el Benito Villamarín.
La periodista canadiense Sarah Hagi se zambulló en tu cuenta de X, expuso tus tuits sobre el islam y “los moros de España” y, con ello, reventó la caja de Pandora en la que guardabas tus barracudas. “Cada vez más los Oscars –escribiste– se parecen a una entrega de premios de cine independiente y reivindicativo, no sabía si estaba viendo un festival afrokoreano, una manifestación Blacklivesmatter o el 8M. Aparte de una gala fea fea. Les faltó darle un premio al corto de mi primo, que es cojo”. La tropa woke, menguante, mas no extinta, saltó sobre ti como los orcos lo hicieran sobre el Frodo del sketch magnífico de Cruz y Raya que se cubría con la manta élfica. Perdiste el favor de quienes, decepcionados por tu verbo pretérito combustible, te valoraban por mujer transexual y no por tu talento. Lógico: lo que te quisieron dar por el –ismo, te lo arrebataron por tu impureza ideológica.
it’s so insane that karla sofía gascón still has these tweets up. straight up have never seen tweets this racist from someone actively campaigning to win an ACADEMY AWARD. there are more than a dozen… pic.twitter.com/1rcNzkJXuo
— sarah hagi (@KindaHagi) January 30, 2025
Tu director, Jacques Audiard, ese que afirma “el español es un idioma de países emergentes”, te considera “imperdonable”: “Me resulta muy difícil recordar el trabajo que hice con Karla Sofía. La confianza que compartíamos, el ambiente excepcional que teníamos en el plató…”. Le faltó añadir, como en un verdadero true crime, un “siempre saludaba”. Marginada de la promoción oscarizoide, supimos este miércoles que tampoco representarás a Emilia Pérez en los Goya de este año. Este jueves, Dos Bigotes, la editorial que te iba a sacar un libro, te hizo un Woody Allen asegurando, de nuevo en la red social de tus pesadillas, que te veta por su compromiso “con la igualdad, la inclusión y la diversidad”. No puedo dejar de preguntarme qué hubiera ocurrido si te hubieras ciscado en Ayuso o en el “Estado genocida” de Israel.
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Karla Sofía Gascón
Has intentado huir, desesperada, del jaque fatal suplicando el perdón por los siete mares. Subrayaste en la CNN que no cometiste “ningún delito ni tampoco he herido a nadie”. También en Telecinco expusiste tu pena: “Ahora mismo estoy destrozadísima. No tengo ganas de hablar con nadie porque está muy feo lo que están haciendo”. Me ha hecho gracia la historia de tu rivalidad con la brasileña Fernanda Torres, y algunas insinuaciones me han traído a la mente la “mano negra” de Estela Reynolds, el personaje que encarnaba Antonia San Juan en La que se avecina. El viernes, anunciaste por decreto que te callabas: “Dejemos que el trabajo hable por sí solo y esperemos que el silencio permita a la película ser apreciada por lo que es, una bella oda al amor y a la diferencia”. Seguro.
En fin, Karla Sofía, chivo expiatorio de una marabunta progre y elitista, que yo lamento lo que te sucede, y que me parece desproporcionado el linchamiento no sólo virtual al que te están sometiendo todos aquellos supuestos seres luminosos que quisieron acompañarte en el ascenso a los cielos, mas nunca olvidemos que Lucifer significa en latín portador de luz.
Y que el mayúsculo Nabokov, en paz descanse, me perdone la osadía del primer párrafo.