Poco podía sospechar Jamie Lee Curtis, quien cumple 66 años este 22 de noviembre, que más de cuatro décadas después de haber protagonizado La noche de Halloween (1978), a las órdenes de un casi desconocido entonces John Carpenter, su personaje de Laurie Strode, la jovencita acosada por el inmortal psicópata enmascarado Michael Myers, iba a seguir vivo y bien vivo no solo en la memoria de los fanáticos del cine de terror, sino en las pantallas de todo el mundo.
Siete veces se ha metido la veterana actriz, nacida en Santa Mónica (California) en 1958, en la piel de Laurie desde la obra maestra original de finales de los setenta, culpable de desatar la fiebre del cine slasher o “de hachazos”, que se decía por estos lares, pasando por varias secuelas oficiales, como Halloween II: Sanguinario (1981) o las tardías Halloween H20: 20 años después (1998) y Halloween: Resurrection (2002), hasta llegar al relanzamiento de la saga con la trilogía compuesta por La noche de Halloween (2018), Halloween Kills (2021) y Halloween: El final (2022), irregular pero eficaz puesta al día de la serie por obra y gracia de David Gordon Green.
A lo largo de todos estos años, una de las primeras final girls del cine de terror, junto a la Sally Hardesty interpretada por Marilyn Burns en La matanza de Texas (1974), ha resultado ser también la más resistente y dura de pelar, pasando de víctima designada que escapa por los pelos a su asesino, a convertirse en verdadera némesis de su implacable perseguidor, capaz de ponerle en su sitio: o sea, entre los muertos. Aunque le haya costado años de sangre, sudor y lágrimas.
Más que digna hija de su madre, Janet Leigh, quien fuera espléndidamente apuñalada en la ducha de Psicosis (1960), gracias al magnífico misógino enamorado de las rubias Alfred Hithcock, inaugurando el género de psicópatas asesinos o psychokillers, Jamie Lee Curtis gritó tanto y tan bien en el Halloween de Carpenter que rápidamente fue fichada para seguir ejerciendo como reina del grito en filmes tan estimables como El tren del terror (1980), Prom Night. Llamadas de terror (1980), La niebla (1980), de nuevo bajo la batuta de Carpenter, o la película australiana de culto Carretera mortal (1981). Un verdadero récord en apenas un par de años.
Pero lo que casi nadie se esperaba es que Jamie resultara ser tan hija de su padre, el fantástico Tony Curtis, como de su madre. Es decir: una actriz especialmente dotada para la comedia. Después de correr delante y detrás de asesinos enmascarados de todo pelaje y condición, John Landis descubrió su lado más sexy, tierno y divertido en la magnífica Entre pillos anda el juego (1983), donde fue capaz de robar protagonismo a Dan Aykroyd y Eddie Murphy. Seguirían comedias con sello británico como las estupendas Un pez llamado Wanda (1988) y Criaturas feroces (1997), tocadas por el talento cómico del Monty Python John Cleese, o la espectacular Mentiras arriesgadas (1994) de James Cameron, donde se merienda con patatas al mismísimo Arnie y que le valió un Globo de Oro como mejor actriz de comedia.
Más allá y más acá de gritos y risas, Jamie Lee ha demostrado constantemente una admirable capacidad para trabajar en múltiples y muy distintos registros. En la infravalorada Perfect (1985), que en plena fiebre del aerobic enamoró a toda una generación, convirtiéndola en genuino sex symbol de la década. En thrillers muy diferentes entre sí, como el oscuro Acero azul (1990), de la reina del cine de acción Kathryn Bigelow; el erótico Regreso inesperado (1993), a las órdenes del francés Yves Simoneau o el drama de espionaje El sastre de Panamá (2001), según novela de John le Carré. En comedias juveniles fantásticas como Ponte en mi lugar (2003) o en dramas románticos y familiares, como Mi chica (1991) y su secuela o Eternamente joven (1992).
Tras varios años casi retirada de la profesión, Jamie Lee volvió para encarnar a una madura Laurie Strode y, de repente, viendo cómo acababa de una vez por todas con el incombustible Michael Myers, Hollywood pareció recordar que merecía ser toda una estrella. Los premios y parabienes críticos conseguidos por sus papeles en Puñales por la espalda (2019), Todo a la vez en todas partes (2022) —al fin el Oscar—, o la serie The Bear (2023-2024), la han puesto de nuevo en el mapa. Pero nunca ha olvidado el género que la lanzó a grito pelado al estrellato. De hecho, su nuevo y más personal proyecto es debutar como guionista y directora con un filme de terror ecológico, basado en su propia novela gráfica Mother Nature, que producirá Blumhouse el año próximo.
Y es que Jamie Lee Curtis es una mujer inquieta donde las haya, que ha publicado más de una docena de cuentos infantiles, patentado varios pañales especiales (no es broma), y escrito regularmente para el blog del Huffington Post, además de dirigir episodios de series como Scream Queens (2016) o Cariño de papel (1992). Se ha significado abogando por los derechos LGTBI+ y la protección de la infancia o apoyando las campañas de Hilary Clinton y de otros políticos demócratas como Marianne Williamson o Adam Schiff. Si bien últimamente ha despertado la crítica de algunos de sus seguidores por sus declaraciones en apoyo de Israel durante el presente conflicto con Hamás.
Aunque siempre ha mantenido en privado sus creencias religiosas, durante los noventa, junto a su padre, Tony Curtis (nacido Bernard Schwartz), se interesó profundamente por su herencia familiar judía, procedente de Hungría, contribuyendo a la reconstrucción de la Gran Sinagoga de Budapest, la mayor de Europa, construida originalmente en 1859 y gravemente dañada durante la Segunda Guerra Mundial.
Con 66 años recién cumplidos, Jamie Lee Curtis es una de las actrices más premiadas y cotizadas en cine y series. Una escritora consagrada, activista humanitaria y polemista, que ha demostrado lo lejos que puede llegar una reina del grito en Hollywood, sin dejarse arredrar por enmascarados asesinos en serie sobrenaturales, ni por modas pasajeras o por cirujanos plásticos, manteniendo una poderosa y fuerte personalidad, sin haber perdido ninguno de sus rasgos distintivos, literal y metafóricamente hablando. Una superviviente de los feroces y maravillosos años ochenta que, como su amiga Sigourney Weaver, se ha hecho un hueco de honor en el nuevo milenio.
Felicidades a Laurie Strode, por supuesto, pero, sobre todo, a Jamie Lee Curtis, mucho más que una reina del grito y verdadera final girl del siglo XX… y del XXI.