Íñigo Quintero e Inazio Lacarra, los jóvenes españoles que dominan la música mundial

Uno se convirtió en fenómeno global con una canción íntima y dolorosa. El otro dibuja paisajes interiores desde el margen del mercado, con la calma de quien no necesita llenar estadios para hacer arte. Íñigo Quintero e Inazio Lacarra son amigos, músicos y buscadores, y Artículo14 ha hablado con ambos

Los músicos Iñigo Montero e Inazio Lacarra
Los músicos Iñigo Montero e Inazio Lacarra

Íñigo Quintero (La Coruña, 2001) no parece tener prisa. Ni cuando habla ni cuando se toma un segundo de más antes de responder. Mira a su amigo Inazio Lacarra (Pamplona, 2000) con una mezcla de complicidad, respeto y esa familiaridad que sólo da la experiencia compartida. Están sentados en el Colegio Mayor Alcor, en Madrid, ante una pequeña gran audiencia que escucha con avidez. “A veces me preguntan por qué no saco más canciones”, dice Íñigo, con una sonrisa tranquila. “Pero es que no se puede forzar lo que viene de dentro”. Inazio asiente. “No es lo mismo escribir para llenar un vacío que para mostrarlo.”

Hay una gran ternura en cómo se escuchan. No se interrumpen, no compiten por el foco, no llenan los silencios incómodos porque no los hay, si bien es cierto que Inazio es expansivo, divertido, explosivo y extrovertido, e Íñigo mucho más calmado, pausado, tranquilo y hacia adentro. “Creo que nos entendemos muy bien y compartimos sensibilidad”, dice Inazio, bajando la voz como si no quisiera romper algo. Íñigo asiente de nuevo, con ese gesto leve que parece más una oración que un asentimiento. “En parte porque venimos del mismo lugar. No geográficamente, sino… del mismo tipo de búsqueda. De intentar hacer música no sólo para sonar bien, sino para decir algo verdadero”. La palabra “verdadero” queda flotando un instante. Luego Inazio añade: “Y porque antes que músicos, somos amigos. Eso cambia todo.”

Hablar del éxito no altera el clima, pero lo vuelve más denso. No hay euforia, ni frases hechas, ni esa autocomplacencia que a veces llega con las cifras. Íñigo baja la mirada cuando se menciona Si no estás, como si el fenómeno aún le resultara ajeno. Se nota que no está interesado en explicarlo, sino en entenderlo. Inazio lo observa en silencio, como quien ya ha escuchado esa reflexión muchas veces. Lo vivido no fue sólo un ascenso meteórico, sino una sacudida. Para un chico que componía en su habitación sin más ambición que ordenar su caos interior, el vértigo de millones de escuchas trajo consigo una pregunta que aún parece abierta: ¿cómo se sostiene lo íntimo cuando se vuelve público?

“Yo no estaba preparado para que una canción así saliera al mundo”, dice Íñigo, con una mezcla de pudor y lucidez. “La compuse en un momento muy concreto, muy mío, y de pronto había miles de personas dándole sentidos que ni me había planteado”. Lo dice sin victimismo, pero con una honestidad que desarma. Inazio asiente: “Le cayó todo encima sin buscarlo. Y eso te cambia, claro. Pero también te hace más fuerte. A mí me impresionó cómo lo gestionó”. Íñigo matiza: “Bueno, más fuerte… no sé. Yo creo que me hizo más consciente. De lo bueno y de lo difícil.” Ambos coinciden en algo: que el éxito no los volvió cínicos, pero sí más cuidadosos. “Al principio sentía que tenía que explicarme, justificar cada línea. Ahora intento no hacerlo tanto. Que la canción sea la explicación”. Y comienza la entrevista.

María Serrano entrevista a Inazio Lacarra e Íñigo Quintero
María Serrano entrevista a Inazio Lacarra e Íñigo Quintero

Íñigo, tú tienes formación musical. ¿Cómo empezaste en el mundo de la música?

Íñigo: Entré en una escuela de música porque el conservatorio me daba pereza; implicaba demasiado tiempo. Yo hacía más cosas, así que empecé a asistir a una escuela de música que había cerca de mi casa. Iba una vez a la semana para aprender a tocar, especialmente las canciones que me gustaban. Era una dedicación tranquila, sin ninguna aspiración de dedicarme a la música. Simplemente porque me gustaba.

Uno empieza tocando la guitarra con sus amigos y termina llenando salas de conciertos. ¿Cómo es ese camino de la intimidad de la habitación a lanzarse al mundo? ¿Cómo se convierte la música en un camino de vida?

Inazio: Yo creo que ninguno de los dos aspirábamos a ello. El otro día descubrí que Dani Fernández, por ejemplo, estuvo en un programa de televisión cuando era pequeño, pero nosotros no. Simplemente la vida nos ha ido llevando y una vez estando ahí ya nos hemos dado cuenta de que efectivamente es nuestro camino.

Iñigo: Es verdad que algo tienes que hacer, no estás en tu casa y de repente estás en un escenario. Cuando subes una canción lo haces con una intención, aunque no esperas dedicarte a ello. Yo la primera canción que subí fue por insistencia de la gente de mi alrededor: veía que los demás disfrutaban con cosas que hacía yo, y todo lo demás vino después, como un extra.

La música es muy democrática, llega a todos, no requiere un conocimiento previo. ¿A vosotros qué música os inspiraba? ¿Habéis sentido que queríais “devolver” lo que la música os había dado a vosotros?

Inazio: Devolverle a la música algo, no… Pero sí lo pienso en un sentido artístico. Yo he ido creciendo y descubriendo mi sensibilidad, y la mía en concreto era muy musical, aunque me gustaba leer, me gustaban los cuadros, me gustaba el campo… He sido muy friki. Y esa sensibilidad la vas trabajando y de repente te das cuenta de que tienes un don: “Joder, vale, por aquí van los tiros de mi vida. Ahora entiendo por qué había otras cosas que no me gustaban”. Desde pequeño siempre me ha gustado la música, siempre canté, aunque era muy tímido, pero nunca me había planteado cantar profesionalmente. Muchas veces la música para la gente es una cosa más en la vida. Yo me dedico a ello, pero creo que hay cosas más importantes en la vida.

Pero por ejemplo Inazio tú dices que rezas por Bon Iver, porque es tu “padre”… 

Inazio: Efectivamente. Porque sí que hay artistas que a mí me han tocado especialmente; hay artistas o hay canciones que sí que han tocado partes de tu interior, que han abierto cajones, que te han hecho pensar cosas… Bon Iver es uno de ellos. Cuando yo tenía 12 años, le pregunté a mi tío por qué le gustaba tanto Freddy Mercury, y si creía que estaba en el cielo a pesar de la vida que había llevado. Y él me dijo que sí porque había hecho feliz a mucha gente. Y esa idea sigue conmigo: la idea de que mi música pueda hacer feliz a alguien. Pero yo ahora mismo no estoy pensando en eso.

Iñigo: Cuando empecé a dedicarme a esto tenía la sensación de que era muy poco artista, mucho más superficial, que no tenía tantas referencias artísticas o culturales. Pero he ido desarrollando mi sensibilidad, me he ido fijando en cosas en las que antes no me fijaba… Por ejemplo, antes sólo me fijaba en las melodías, en la música, en el sonido, y la letra era menos del 30 % para mí. Pero ahora es al revés. Yo soy músico, y en cambio Inazio es un literato y se fijaba más en las letras, y hemos hecho los dos el camino inverso. Lo que veo claro es que todos tenemos una parte artística y si la trabajas, sale sale la luz.

Todos llevamos algo dentro, decís. Y en ambos se aprecia este “designio bueno”, esta confianza, esta esperanza: que lo uno lleva dentro merece ser no solo mirado, sino compartido.

Íñigo: A mí al principio me costaba mucho el pensar o ver que había gente que realmente venía a escucharme a mí. No me lo acababa de creer; de hecho, con mi banda siempre he hecho un trabajo mental, ellos me han ayudado a darme cuenta de que es real. Y cuando la gente comparte conmigo cómo le hace sentir mi música, lo que le aporta… Te lo acabas creyendo y adquiriendo cierta responsabilidad. A veces me siento como que no pinto mucho aquí, pero al ver que hago feliz a gente, acabo disfrutando más.

¿Vosotros tenéis síndrome del impostor?

Íñigo: Sí, yo lo he tenido durante un tiempo, pero ya se me ha ido, me lo he ido trabajando. Sobre todo al principio es como que al cuerpo le cuesta reaccionar…

Inazio: Exacto, además nuestras familias son bastante normales, de perfil bajo, y nos han enseñado la humildad. Y cuando la gente empieza a adularte por algo que has hecho tú solo, que ha salido de ti… te dices a ti mismo: ¿pero qué estoy haciendo aquí?

Hay mucha humildad en reconocer un don…

Inazio: Claro, por eso digo que si sigues teniendo síndrome del impostor es porque eres un soberbio. Uno sabe lo que se merece y lo que no. ¿Me merezco yo haber llenado La Riviera? Pues no lo sé, me lo he trabajado, lo he conseguido por mi curro, y eso no me lo voy a quitar nadie. Pero no sé si me lo merezco.

Íñigo: A mí me ha costado mucho creérmelo también por mi historia, que no es normal. Lo normal es que al principio nadie hable de ti. Yo en seguida he recibido mucha caña y he tenido mucha presión, y se me ha metido en la cabeza que “no es real”, y nunca mejor dicho… Y si te repites algo muchas veces, al final te lo crees. Me ha costado ir quitándome ese complejo, pero vamos que ahora sí que estamos a full.

Después de un gran éxito, ¿cuesta tener que estar siempre “a la altura”? ¿Genera mucha presión?

Inazio: Es lo que le pasa a Jep Gambardella en La gran belleza. Es un destello de belleza externo. Yo cuando saqué Vacío, que fue “mi éxito”, pensé que no quería volver a hacer algo igual, sino hacer otra cosa. Y creo que uno de los días más felices de mi vida en esta industria musical fue el día que yo vi que en Spotify Norte superaba a Vacío, porque vi que no iba a estar anclado a una cosa. A veces algo te hace cojonudo a los ojos de la gente y por alguna razón quieres replicarlo, repetirlo, pero no puedes poseerlo, porque es algo que se te ha dado, porque ni Íñigo ni yo sabíamos que él hace dos años y yo hace cuatro íbamos a estar aquí sentados hablando contigo porque tenemos canciones y una trayectoria artística. No lo sabíamos. Y creo que si lo hubiésemos sabido, no estaríamos aquí. Estaríamos en una esquina tirados, yo que sé, drogados o hundidos. Ese desinterés, ese hacer las cosas porque te nace hacerlas, ser conscientes de recibir un don… e ir agradeciendo todo, eso es por lo que estamos aquí.

¿Creéis que es difícil, según crecéis en la industria, seguir haciendo las cosas porque os nacen y no por conseguir éxito, entrar en un algoritmo, volverte viral…? ¿Es difícil mantenerse fiel a uno mismo?

Íñigo: Sí y no. Yo creo que tú puedes tener muy claro lo que quieres hacer como tu proyecto, tu estilo, tu sonido… Pero todos somos humanos y todos estamos mirando al de al lado, siempre, siempre nos estamos comparando, aunque es algo negativo. Intentas hacer tu movida y ser fiel a tu proyecto, pero el que te diga que no mira los números te miente. Todos queremos que nos vaya bien. Yo pruebo a veces a hacer cosas nuevas y mido si funcionan o no.

Parece que en el mundo en que vivimos hay una batalla entre el ego y el yo, entre ser muy egocéntricos, mirarnos mucho el ombligo, y a la vez darnos cuenta de la mayor generosidad es cantar desde el yo, desde el protagonismo de uno que está en pie en la vida y hace experiencia de lo que ama, lo que le entristece, de las grandes preguntas que tiene en la vida. 

Inazio: Yo creo que el ego lo matas, lo destruyes, viviendo en una dinámica de presente: si vives al día, te rodeas de gente y vives al día, entendiendo que todo lo que te va sucediendo es un don y no lo concibes como tuyo, como algo que tú has conseguido, sino como algo recibido. Tengo mucho pudor con esto. Tú ves cuando un proyecto es más ego, más fronteo, más cadenas, más oro… que el directo en sí, que la música que quieres hacer. Justo ese tipo de proyectos son los que en vez de vivir al día, viven proyectados en lo que van a conseguir. ¡Pero estamos aquí y ahora! Y ahora no ha pasado nada de eso. Tenemos que ceñirnos al presente, agradecer lo que tenemos en vez de alimentar un ego que no existe, que no es real, que vive del futuro. El otro día vi una entrevista de José Luis Perales y le preguntaban qué es la fama, y él contestaba: “El producto de un trabajo”. Ya está. Cuando haces las cosas bien y se te reconocen. La música es igual. Y hay gente que te da la enhorabuena y gente que piensa que tienes una fórmula mágica y que controlas TikTok o el algoritmo, como dicen que le pasa a Hey Kid con La noche de San Juan. Nosotros vivimos el éxito tal como viene, vivimos tranquilos por lo que tenemos, no por lo que conseguimos. Ese es el punto de la autenticidad.

¿Creéis que ser auténticos se paga? La fama es el fruto de un trabajo, pero a veces no es así de proporcional… ¿Ser auténticos merece la pena?

Íñigo: Obviamente sí. A largo plazo merece mucho la pena. Tú ves cuando un artista va dando bandazos, cuando no sabe muy bien qué es lo que quiere hacer, de repente saca un tema, se junta con alguien a ver si funciona, vive pendiente de mirar qué hacen otros, copia… Pero cada canción tiene algo, que no se sabe qué es exactamente, que conecta con la gente y que no se puede predecir, no se puede medir. Si tú haces las canciones con autenticidad, que te salgan de dentro, hay más posibilidades de que tengan ese algo, yo creo. De hecho, vemos hoy en día un montón de ejemplos de carreras o de artistas que enseguida desaparecen, que después de petarlo con una canción o un tema, desaparecen.

Inazio: Un ejemplo fue el de Zoilo, que sacó un tema con Aitana y desapareció. Pero es que funciona así, sacas un tema, te vuelves viral y al poco nadie se acuerda de ti. Para salir de ahí, la gente lo que busca es agarrarse a cosas que estén funcionando en ese momento..

Íñigo: De hecho, cuando a mí me pasó lo de Si no estás y estaba en lo más alto, me llamó todo tipo de gente para colaborar conmigo. Pero yo no sé si genuinamente les gustaba mi música, mi proyecto, o querían subirse al carro. Pero colaborar con alguien es algo muy íntimo, es como invitarle a tu casa; no es nada fácil.

¿Cómo viviste tú todo ese periodo? Has hablado a menudo de ello…

Íñigo: Yo conseguí, no sin esfuerzo, mantenerme al margen. En el tema de las colaboraciones es que ni me lo planteé, o sea, fue bastante sencillo. Yo tenía mucho miedo de que de una canción que es mía surgiera un fenómeno que dejara de ser mío, como le pasó a Zoilo con Aitana. Esa canción es muy importante para mí y no quería que nadie entrara sin entenderla. Y como yo creo que lo que estoy haciendo es algo para muchos años, que estoy construyendo un proyecto largo, no tengo prisa. ¿Sería más famoso si hubiera hecho un remix? A lo mejor, pero es que no es lo que quiero hacer. Yo creo que si me hubiera subido a algo así, hubiera demostrado que lo que pasó ha sido cuestión de suerte, como si pensara que esto no me va a volver a pasar y me tengo que agarrar a lo que sea a la desesperada. Por eso esa es una canción más de todo el proyecto, que es muy grande.

De hecho, en ese momento diste un paso atrás, y muchos pensábamos… ¡aprovecha! Pero es fácil dejar de tener los pies en la tierra. ¿Qué os ayuda a vosotros a no perder el contacto con la realidad?

Íñigo: Nosotros hemos tenido suerte en ese sentido, en primer lugar, yo creo que por la formación, por la familia, por la gente y los amigos que tenemos. Son gente muy buena, gente que nos quiere mucho y que nos sabe decir las cosas. No todo el mundo puede presumir de eso hoy en día. Cuando de repente todo el mundo te dice cosas bonitas, muchas veces movida por el interés… hay que saber parar y decir: yo soy el mismo que era ayer, sólo que ahora tengo una canción. Esta vida hay que compartirla. Nosotros hemos empezado a la vez con visiones parecidas, somos amigos, y eso nos ha ayudado mucho.

Inazio: Estamos bendecidos. Si ya de por sí venimos con un background de gente buena a nuestro alrededor y encima entramos en la industria de la música y nuestros colegas son gente como nosotros… es una bendición. Lo que suele pasar es que entras en este mundo y no te encuentras a gente buena, pero nosotros tenemos a muchos amigos, Hey Kid, Besmaya, Malmo… y muchos amigos también en los medios de comunicación.

Íñigo: Y lo que le pasa a uno ya le ha pasado a otro antes y nos acompañamos. Vivimos cosas similares, sin ser algo endogámico.

Muchas veces se habla de la soledad del artista, de ese mundo interior o ese aislamiento propio de los que hacen arte. Pero vuestra música, vuestras canciones, hablan de que no os concebís solos, de que a donde uno no llega, llega el otro: afirmáis la belleza de estar acompañados, de vivir acompañados, de trabajar acompañados, de hacer música acompañados.

Inazio: Sí que hay una soledad que es necesaria a veces. Yo por ejemplo, cuando compongo, es como rezar, necesitas silencio: necesitas tener un espacio en el que no haya ruidos externos ni internos. Y para eso es necesaria una soledad. En Madrid todo va a toda órdiga, y pararse, callarse e intentar escuchar tus voces internas es muy difícil. Es increíble cuando experimentas esa soledad, que no es una soledad negativa, sino incluso profesional o laboral, y de repente sales afuera y tienes gente con la que compartir esa soledad. Y esa es la diferencia, que no es que sea un eterno compartir, sino que es lo que dice Íñigo: el año pasado yo viví solo una cosa y ahora la vivimos juntos

Íñigo: La soledad de muchos artistas es diferente a la nuestra. Es importante también para ver lo que quieres hacer a nivel artístico, porque muchas veces acabas cogiendo tantas referencias que al final no sabes lo que quieres hacer. Yo me pregunto: ¿qué es lo que me sale a mí de dentro?

Y en ese contexto solitario, ¿cómo componéis juntos Sálvame?

Inazio: Un amigo en común nos decía que teníamos que conocernos. A mí me hablaba de él, de lo bien que tocaba el piano, de que es un máquina, un poco tímido pero que lo va a reventar. Yo sabía que a él le molaba mucho mi tema Rutas salvajes, y quedamos en Madrid y nos hicimos colegas. Él me enseñó Si no estás y me encantó. Luego la sacó, llegó el remix con Santi Ibarra, y yo volvía de estar de gira en verano y todo explotó, y aunque habíamos quedado en hacer un tema juntos, a mí me daba vergüenza que pensara que me quería aprovechar de él. Fue un momento incómodo pero decidí darle naturalidad. Mi única baza era la amistad. Yo estaba haciendo un disco y pensé que nuestras voces encajaban bien, que teníamos gustos y una sensibilidad parecida a la hora de componer, y nos fuimos a a los estudios Mapa, en el barrio de La Guindalera, y la sacamos en una mañana.

 

 

 

Íñigo: Salió todo muy natural, porque el peor momento cuando te sientas a componer con alguien es pensar o decidir de qué queremos hablar. Es en plan… No te conozco de nada y no sé de qué quiero hablar contigo, ¿sabes? Vamos a poner cosas bonitas y vemos qué va saliendo. Y entre melodía y letra fuimos tirando y quedó increíble.

Inazio: Es una canción que efectivamente cuando la acabamos, ambos pensamos: hemos hecho una canción con un significado superpotente con una fuerza brutal y yo se lo agradezco a Dios. Y además sabía que iba a ser una de las canciones de mi disco. Que saliese una canción tan redonda con un significado tan potente… fue un regalo.

Vuestra música tiene un componente trascendente que es un testimonio en mitad de este mundo en el que vivimos. A veces es más explícito, cuando habláis de Dios, a veces es más velado o sugerente. Y lo bonito del arte es que cuando un artista hace una obra la entrega y ya es del que la recibe. Aunque odiáis el cartel de “artistas católicos”, ¿qué opináis de testimoniar, de afirmar otra forma de vivir?

Íñigo: A mí todo el mundo me preguntaba: “¿De qué va Si no estás?”. Al principio me hacía un poco el loco porque me daba miedo que me etiquetaran de algo que no soy y no es lo que hago. Quiero decir, no es mi género. Yo no hago “música cristiana”. Otra cosa es que yo sea una persona cristiana, como hay tantos (incluso muchos que no sabemos). Y esto es importante. Y si nada más salir empezaba a hablar de Dios me iban a meter en ese cajón, y no quería. Yo como compositor hablo de lo que tengo dentro, de todo, de lo que me da la gana, pero no hago “música cristiana”. Y esto es algo que a la gente a veces le cuesta un poco entender. Y luego me di cuenta de que dijera lo que dijera iban a seguir diciéndolo… El que no te quiere escuchar, no lo va a hacer. Quien te pone un etiqueta y te juzga por ella, aunque le pudiera gustar tu música no la va a escuchar, Y al revés. Así que ahora hablo con naturalidad, sin hacer cosas raras y sin ser pesados.

Inazio: Si tú estás enamorado de tu novia, verdaderamente enamorado, vas a pasarte el día hablando de ella, porque es lo que tienes en el corazón. Y si lo que tienes en el corazón es a Dios, es inevitable que hables de él. A veces hablarás de él directamente, a veces hablarás indirectamente; estará ahí, pero no siempre lo nombrarás. Muchas veces el cristiano de hoy en día siente su fe atacada, necesita aferrarse a algo. Y la gente se aferra a nosotros. Pero eh, no te conozco de nada, no sé quién eres, me parece genial que seamos hermanos en la fe, pero tómate una caña conmigo y luego hablamos. Si a ti mi música te ha llevado a Dios, pues dale gracias a Dios. Si te ha llevado otra cosa, pues dale gracias a Dios también. No hace falta llevarlo todo a eso, “despejar” esa incógnita, como algo un poco morboso. “Ahora ya sé que eres católico, que eres de mi rollo, ya estoy cómodo”.

Íñigo: Veo que es un problema de este país, de mentalidad, del complejo que tenemos. En los países en los que he estado daba exactamente igual. Aquí me siguen preguntando por mi religión, pero ¿qué más queréis saber? No te juzgan ni te etiquetan por algo así.

Inazio: Exacto, te digo que sí, que soy católico. Y ahora qué, ¿me vas a cancelar? ¿Vas a dejar de hablarme? ¿Mi música es una mierda?

Entiendo que lo veáis por el lado negativo, pero también hay algo positivo en decir: “Estos tienen algo que yo no tengo, o que quiero, o que reconozco”. Una cosa es encasillar y ser pesado y otra cosa es reconocer que cantáis a algo que es más grande que vosotros mismos. 

Inazio: Esa es la diferencia. Esa persona, con la mirada sincera, te dará las gracias. Te lo dice con serenidad, y tú lo notas y lo agradeces. Y el que no es el que te avasalla en una discoteca a las 3 de la mañana en plan, “Brother, he escuchado tu tema”. Tú no has escuchado mi tema ni sabes quién soy, déjame en paz. Tú sabes la actitud con la que viene una persona, si viene con agradecimiento o con la intención de resolver un morbo interno, resolver sus dudas.

TAGS DE ESTA NOTICIA