“¡Es el Horizonte, estúpido!”: apología del personaje femenino en el cine de John Ford

Dentro del universo fordiano hay una galaxia llamada western y en ella hay un grupo de estrellas, entre la que destaca una muy vieja, compleja, rica en recursos naturales y que brilla por encima de las demás: se llama La Diligencia y está plagada de heroínas

Claire Trevor y John Wayne en 'La Diligencia'
Claire Trevor y John Wayne en 'La Diligencia'

Hay dos lugares comunes que sobrevuelan recurrentemente el análisis de la obra del director de cine John Ford. Lo diremos así, con elegancia y parafraseando a Joaquín Reyes y a su muchachada en uno de sus gags:

–Eres un misógino y un facha…
–Perdona, ¿a qué te refieres exactamente?

A lo peor lo era, misógino y facha, lo que quiera que signifique “ser facha”… o no. Está documentado que Ford no tenía cuenta en Instagram, ni en TikTok ni en ninguna otra red social. Por no tener, no tenía ni Whatsapp. Lo que sí tenía era un par de entrevistas antológicas –aquí un suculento aperitivo de una de ellas– en las que hacía gala de su sarcasmo, desprecio y bordería congénita: una especie de Lou Reed, pero en lugar de músico, cineasta. Quizá por ello alguno lo llame facha.

También tenía, y tiene, más de 140 películas en las que, como autor, ha dejado testamentada su visión del mundo, narrando la historia de su nación entre el mito y la realidad con una sabia mezcla de humanismo, posibilismo, humor y profundo conocimiento de la naturaleza del hombre (y de la mujer).

Póster de 'La Diligencia'

Póster de la película original de ‘La Diligencia’, de John Ford

Una lectura menos epidérmica del cine de John Ford nos constata que, si bien la perspectiva de la mayoría de sus westerns es masculina (por obvias razones de contexto y de época), la mirada hacia la mujer va mucho más allá de la visión arquetípica como eslabón débil al que proteger: ellas son complejas y contradictorias, crecen en la narración y su papel de heroína poco tiene que envidiar al héroe “feo, fuerte y formal”.

Como muchos tópicos, estos dos chocan frontalmente con un análisis desprejuiciado de su obra. Baste echar un vistazo a una de las más célebres, la fundacional La Diligencia (1939) para desmontar el del machismo (lo de facha lo dejamos para las secciones de arriba).

La mujer, guardiana de su dignidad

En este sentido el personaje femenino principal del filme, una prostituta llamada Dallas (fantástica Claire Trevor), es el que mayor recorrido dramático desarrolla y, de largo, el más complejo de cuantos componen una narración coral. Se nos presenta con un perfil fácilmente reconocible: expulsada del pueblo por la La Liga de la Decencia (aquí sí que Ford, con clara intención, caricaturiza cierto tipo de mujer), desvalida y derrotada, pero a medida que avanza la narración su protagonismo crece, se redime y adquiere la dignidad arrebatada gracias primero al enamoramiento con Ringo Kid (John Wayne, el héroe fordiano) y después revelándose como una mujer valiente y caritativa. La visión humanista, incluso izquierdista (toma ya), con la que Ford acaricia a los débiles pasa del paternalismo (“¡Sólo quiero que me digas si está bien o no!”, le suplica Dallas al doctor) al engrandecimiento, subrayada por la depurada puesta en escena, tan reconocible en su cine.

Aún hay en La Diligencia al menos otro rol femenino complejo e interesante: el de Lucy Mallory (Louise Platt), la embarazada esposa de un militar que sirve de correa de transmisión para la redención de Dallas y que presenta inicialmente otro estereotipo de mujer a la que hoy llamaríamos triunfadora: joven, guapa y bien posicionada pero igualmente fuerte y, sobre todo, determinada. A punto de dar a luz y sin saber si su marido está vivo o muerto, se niega a ser un estorbo para el resto (“Sé que voy a llegar” confiesa). Finalmente, con la ayuda de Dallas (a la que inicialmente evita por prejuicios sociales) alumbra y en un último acto le dice “Si me necesita alguna vez…” a lo que Dallas responde con la dignidad recuperada: “Lo sé”.

Louise Platt en 'La Diligencia'

Louise Platt en ‘La Diligencia’

La mirada de Ford hacia estas dos mujeres es claramente humanista, pero nunca complaciente. Cierto que parten de la condición impuesta por una época, pero, una vez dentro del carruaje, se sitúan en igualdad de condiciones con el hombre: en este viaje en diligencia, más parecido a La Odisea que a una road movie, ellas son radicalmente distintas e iguales a ellos. En este sentido, Ford y su guionista Dudley Nichols juegan la hábil baza de construir los personajes bajo una base con todas las convenciones del género (el borracho, el jugador, la prostituta, el héroe, el ladrón, el sheriff) pero dotando a ellas de un arco dramático más amplio.

La complejidad de Ford consiste en mostrarlo con una sutileza admirable, centrando la mirada en el drama y nunca en función de su sexo. La Diligencia, además de revitalizar un género que a finales de los 30 estaba en decadencia, es reconocido como el primer western maduro, en tanto que presenta más un estudio de personajes que una aventura de indios y vaqueros en el marco del Monument Valley.

Podríamos continuar ad infinitum reivindicando heroínas inolvidables en la obra de John Ford: la atávica Mary Kate Danaher (Maureen O’ Hara) de El hombre tranquilo (1952), vital, poderosa y combativa, o la mística y fugaz presencia de Martha Edwards (Dorothy Jordan) en Centauros del desierto (1956), quien arrastra una historia latente de culpa y derrota… Dos roles femeninos a la altura de los mejores héroes fordianos.

La importancia del “Horizonte”

En la mejor secuencia de la nostálgica y autobiográfica Los Fabelman (2022), en la que Steven Spielberg salda cuentas con su infancia, su familia y presenta el cine como su opción fundamental, un decrépito aunque lúcido y sarcástico John Ford (interpretado por otro genio, David Lynch) alecciona sobre la puesta en escena cinematográfica a un joven aprendiz del oficio y sosias del propio Spielberg acerca de lo (único) esencial en el cine, el Horizonte:

“Cuando el Horizonte está abajo es interesante.
Cuando el Horizonte está arriba es interesante.
Cuando el Horizonte está en medio es un bodrio de cojones”.

En el cine de John Ford existen dos tipos de horizonte: uno, el propiamente dicho y marca de la casa: encuadres apabullantes pero complejos y sencillos al mismo tiempo y en los que ni sobra ni falta nada. El otro horizonte es más abstracto. Se trata de posicionarse ante su obra como un grupo de sujetos y objetos que solo se reconocen cuando forman parte de él, del horizonte fordiano.

John Ford nos dice que tenemos que fijar nuestra mirada en el horizonte y, para ello, conviene echarse unos metros hacia atrás y, desde la humana distancia, observar el conjunto en su contexto. Lo dice Ford, el facha y el misógino.

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