“¿Acaso alguien nos ha prometido algo? Y entonces, ¿por qué esperamos?”. Esta pregunta lanzada por Cesare Pavese constituye la estructura misma del corazón del ser humano: la espera. Una espera cargada de interrogantes, cargada de ansia, como la describe el poeta Ungaretti. La forma de canalizar las grandes preguntas, el deseo que es la esencia humana, ha encontrado siempre un espacio privilegiado en la cultura.
El arte, la literatura, la poesía, la música, el teatro o la danza han constituido, desde que el hombre es hombre y la mujer es mujer, un descanso para la siempre expectante alma del ser humano. Es la belleza que salva, que explicó santo Tomás en su cuarta vía, la del pulchrum, y se apropió después Dostoievski, cuando afirma sin titubeos que “la belleza salvará al mundo”.
“La belleza hiere, despierta la nostalgia por lo indecible y, de esta manera, recuerda al hombre su destino último”, recordaba el entonces cardenal Joseph Ratzinger, uno de los grandes intelectuales del último siglo. Y, sin embargo, el poeta Rilke se da cuenta del problema contemporáneo, con un diagnóstico claro: “Todo conspira para callar de nosotros, un poco como se calla, tal vez, una vergüenza, un poco como se calla una esperanza inefable”.
La sección de Cultura de Artículo14 nace para ser ese espacio privilegiado de búsqueda de la belleza: un diálogo abierto, serio, profundo y riguroso con todas las artes, que deje espacio a ese combate constante con la pregunta por el sentido que es la vida. Habrá plaza también para la diversión y el sentido del humor, para lo liviano y lo profano, para los devaneos contemporáneos y posmodernos, para destripar la cultura pop y los fenómenos virales.
Mirar el mundo y querer entenderlo, relacionarnos con él. Ese será nuestro objetivo, con una particularidad: pondremos el foco en las mujeres. Pero no en las mujeres como objeto, ni como musas, ni siquiera como “clientas” a las que dirigir “literatura femenina” o consumidoras de “contenidos para mujeres”: serán sujetos, creadoras, pensadoras, escritoras, dramaturgas, poetas, músicas, compositoras, artistas, actrices, pintoras, marchantes, escultoras, comisarias, directoras. Se situarán ellas en el centro de la noticia.
Igualdad, también en la cultura
En 1985 el MOMA (Museum of Modern Art) de Nueva York celebró una exposición de arte contemporáneo titulada An Internacional Survey of Painting and Sculpture. De los 169 artistas que participaron en ella, sólo 13 eran mujeres. Delante del museo se manifestaba un extraño grupo contra esta desigualdad: eran mujeres, llevaban máscaras de simios y se hacían llamar Guerrilla Girls. Compartían un sentimiento de frustración al comprobar que a finales de siglo las diferencias entre los sexos persistían y las mujeres artistas continuaban sin tener un verdadero reconocimiento.
A principios de siglo XXI el panorama ha mejorado, pero sin alcanzar la igualdad. La desigualdad en el ámbito cultural es multidimensional y multifactorial: existe desigualdad en las tres dimensiones culturales -participación, producción y decisión-, con vínculos entre unas y otras. La UNESCO recoge los retos que afrontan los países en términos de igualdad, especialmente en cuanto a derechos culturales; retos que se disparan en los países en vías de desarrollo y que incorporan otras variables como desigualdad económica, por origen étnico, discapacidad, orientación sexual, clase social, religión y localización geográfica.
Pero ante todo tenemos un problema cultural, que es en realidad un desafío. La cultura es caldo de cultivo para la libertad, el conocimiento y la apertura de miras, pero también para la reproducción de ideas pequeñas, manidas, retrógradas y en muchos casos machistas, racistas y edadistas. No olvidemos que la pornografía es el contenido más consumido en la actualidad, por encima de cualquier producto cultural, por no hablar de la desconocida manosfera, todo un submundo en Internet que se siente agraviado por las mujeres y que está poblado por distintas subculturas, desde los MRA (activistas por los derechos de los hombres), los MTGOW (hombres que siguen su propio camino), a los incels (célibes involuntarios, todo ello por las siglas en inglés).
Tenemos un desafío cultural por delante. Pero nuestra salvación es la belleza, que tiene la capacidad de despertar y avivar en nosotros el deseo de lo indecible, de acrecentar en nosotros la nostalgia de lo verdadero, la sed de lo más íntimo y honradamente humano. Y esta belleza alcanza a las mujeres y hombres de hoy como ha alcanzado a todas las mujeres y hombres de la historia.