Cuando el príncipe Andrés de Inglaterra afirmó en una entrevista televisada en la BBC que no pudo haber estado en un club nocturno con su supuesta víctima de abusos “porque estaba en un restaurante de Pizza Express con su hija, la princesa Beatriz”, o que no podía haber sudado en la pista de baile porque una “sobredosis de adrenalina” durante su tiempo como piloto de helicóptero en la Guerra de las Malvinas de 1982 lo había dejado incapaz de transpirar, sus palabras lo convirtieron en un meme universal y provocó que se retirara de la vida pública.
Bajo la sospecha de un posible caso de abuso sexual, Andrés quiso purgar su imagen dando una entrevista a la periodista Emily Maitlis en el programa ‘Newsnight’ de la BBC. Aquella entrevista se recuerda como una de las mejores piezas de periodismo de investigación del milenio y sirve de premisa para la nueva película de Netflix Scoop (La Gran Exclusiva). De la mano de Netflix se rinde homenaje a la BBC y a las mujeres periodistas.
“Espero que el filme sirva de inspiración. Este es un momento icónico del periodismo femenino realizado principalmente por mujeres y espero que sea recordado con orgullo en el futuro. La rendición de cuentas, la libertad de expresión y la responsabilidad realmente importan”, confiesa Gillian Anderson, la actriz que se mete en la piel de Emily, a Artículo14. Las desconcertantes declaraciones del príncipe sobre la sudoración y la pizza no son tan sorprendentes como la última pregunta de Andrés a Emily: “Creo que ha ido muy bien”, dice sin darse cuenta de que está a punto de convertirse en un meme mundial. “Como un paseo por el parque”, termina ella, en un claro guiño al último encuentro de Andrés con Jeffrey Epstein, el fallecido magnate financiero y delincuente sexual.
La cinta muestra el periodo previo al fatídico encuentro entre el príncipe, un genial Rufus Sewell, y la entrevistadora de la BBC Emily Maitlis, cuando el equipo de ‘Newsnight’ convenció “al hijo favorito de la reina” para que diera la primicia del siglo. La entrevista se torció por el talento de Maitlis para conjurar la asociación entre “Randy Andy” y el pedófilo multimillonario convicto Jeffrey Epstein. Aquella conversación tenía como objetivo aclarar las cosas; en cambio, convirtió a Andrés en bufón de su propia corte.
Dirigida por Philip Martin, la narración dramatiza los eventos previos a la entrevista, mientras Maitlis, una magnífica Anderson, y su equipo se proponen atrapar al príncipe en su palacio. Artículo14 ha tenido la oportunidad de hablar con Gillian Anderson sobre su fabulosa actuación en Scoop, otra más que se suma a su gran abanico de mujeres irrepetibles.
¿Recuerda haber visto u oído la entrevista cuando sucedió?
No la vi en ese momento porque estaba demasiado nerviosa para verla. Para mí, estaba claro que iba a ser una entrevista desagradable y no estaba de humor para algo así. Obviamente, después la vi preparando el papel. Creo que me sé la entrevista de memoria.
¿Hubo algún presentador de televisión en particular o más de uno que te inspiró para el personaje?
No. Fue más o menos fijarme en el trabajo de Emily y estudiarla adecuadamente todo lo que pude: leyendo su libro, escuchando sus lecturas y luego también estudiando en profundidad la entrevista que se desglosó en un archivo de video y en un archivo de audio que me ponía en bucle. Emily es una persona singular con quien no tengo mucho en común por lo que me dediqué a estudiar su personalidad, sus gestos, cómo inclina la cabeza, cómo camina, cómo se para; todo ese tipo de detalles personales.
¿Cómo rodó la escena de la entrevista con el príncipe Andrés?
Era el primer día de rodaje de Rufus, aunque nosotras llevábamos un par de semanas trabajando. Ambos entramos al set y quedamos sorprendidos porque era una recreación literal y bastante precisa de la sala Sur de Dibujo en el Palacio de Buckingham. Era una sala enorme, donde las sillas estaban colocadas a seis pies de distancia, con cámaras que estaban filmando la entrevista más nuestras cámaras de cine, porque todas iban a usarse para filmar simultáneamente. La idea era filmar de principio a fin durante 20 minutos. Entramos, nos sentamos sin haber ensayado, y Philip, el director, dijo que podíamos empezar, y lo hicimos. Grabamos esa escena primero en una sola toma y luego lo intentamos una y otra vez durante el resto del día. Me extrañó, al hacer mi primera pregunta a Rufus, que su respuesta sonó exactamente igual que la del príncipe Andrés. Me pareció asombrosa su precisión, hasta el último detalle. Mi mayor desafío fue concentrarme en responder no como Emily, sino como Gillian, mientras pensaba: “Dios mío, qué interpretación de Rufus. Esto es increíble”.
Sorprende en la entrevista que Emily no reaccione a las respuestas del príncipe.
Presumiblemente, si hubiera reaccionado en tiempo real y alguien del equipo del príncipe la hubiera visto reaccionar, es posible que se hubieran dado cuenta por primera vez que aquella entrevista no iba por buen camino.
¿Dónde se traza el límite entre hacer una imitación o una interpretación de un personaje real?
Cuando estaba haciendo The Crown, donde interpreto a Margaret Thatcher, me dieron un consejo que creo que fue muy útil y potencialmente provechoso para cualquier momento que intente retratar a alguien que es una persona real: “Siempre hay una razón por la que eres elegido para el papel. Te eligen por una razón específica y es importante que un elemento de ti permanezca en la actuación”. Creo que es cierto. Si intentas deshacerte de todo, hasta el último fragmento de ti mismo, tu actuación puede parecer forzada, una imitación o ser antinatural de alguna manera. Necesitas equilibrar tu trabajo. Yo he aprendido a no ser siempre tan obsesiva y permitir que un poco de mí salga adelante. Eso también me permitió liberarme cuando sentía que no la estaba entendiendo o que mi interpretación no era perfecta. Ese consejo me ha ayudado a relajarme y dar lo mejor de mí sin obsesionarme.
“Si intentas deshacerte de todo, hasta el último fragmento de ti mismo, tu actuación puede parecer forzada”
Siempre interpretas a mujeres fuertes, desde la agente Scully en Expediente X hasta Emily en Scoop. ¿Por qué crees que siempre retratas a mujeres inquebrantables?
La elección del adjetivo “inquebrantable” me parece muy interesante. En el Reino Unido, Emily es conocida como una especie de súper mujer porque es evidente que su inteligencia surge claramente cuando se sienta a entrevistar. Siempre aparece con mucha información y obliga a sus entrevistados a rendir cuentas. Es una periodista con preguntas difíciles que no tiene miedo. Pero también es una mujer que corre, que nada, que es madre; es conocida en el Reino Unido por ser capaz de mantener el equilibrio y manejarlo todo con honestidad. Eso, para cualquier actor, es una golosina, porque te permite jugar con el papel. No soy corredora, no nado y no uso minifalda; hay muchas cosas que no soy, pero ella es un personaje formidable para mí y ha sido un honor y un privilegio tener la oportunidad de ponerme en sus zapatos.
¿Habías trabajado antes con Philip?
No. No trabajé con él cuando estaba en la serie The Crown, pero lo conocí de temporadas anteriores. Es un hombre tranquilo y gentil que habla con suavidad, y el guion es tan repulsivo y musculoso que pensé que sería interesante ver su aproximación al texto para hacer coincidir lo que estaba en la página con su estilo de dirección. Cuando vi el trabajo terminado, me quedé alucinada porque ha conseguido un thriller con una entrevista que todo el mundo ha visto. Me parece un director magistral.
“En el Reino Unido, Emily es conocida como una especie de súper mujer porque es evidente que su inteligencia surge claramente cuando se sienta a entrevistar”
¿Qué dice este filme sobre la situación del periodismo?
Tenemos que tener cuidado con cómo consumimos la información. Todos somos responsables de lo que consumimos. El poder del periodismo cambia el mundo cuando se hace bien, y este filme nos recuerda que debemos consumir de forma activa y responsable, ya que esta cuestión es tan importante como el hecho de que los periodistas tienen que rendir cuentas por lo que escriben. La verdad se ha vuelto maliciosa. Los periodistas son responsables de lo que escriben y eso marca la gran diferencia, y se hará más grande a medida que la IA se convierta en parte de nuestras vidas y cada vez nos cueste más saber qué es verdad. La responsabilidad detrás del periodismo se considerará algo tan valioso y único que tal vez este sea el momento, el punto de inflexión, en el que tomemos la decisión de entender que el consumo de información es realmente serio. Debemos asegurarnos nuestra protección y que la información no caiga lentamente entre las yemas de nuestros dedos justo delante de nuestros ojos.