Es una guerrera implacable, y una superviviente feroz. Mientras se abre camino a través del desierto más inhóspito imaginable, se muestra igualmente capaz de agujerearle la cabeza a cualquiera de los degenerados que se cruzan en su camino y de reparar una monstruosa máquina automóvil de destrucción que avanza a 160 kilómetros por hora. Un día rescatará al harén de mujeres que un tirano psicótico tiene cautivas, y conocerá a un antihéroe llamado Max Rockatanski pero más conocido en la cultura popular como Mad Max. Pero por ahora dedica toda su energía al noble objetivo de destruir al villano que asesinó a su madre, y no dudará en conducir, golpear, disparar, quemar y estrellar lo que haga falta para lograrlo. Es, quién si no, Furiosa.
Hace nueve años, mientras se erigía en la mejor película de acción del siglo XXI, Mad Max: Furia en la carretera lograba transformar una saga cinematográfica hasta entonces rotundamente viril en un icono feminista al presentar al mundo a una heroína de acción no solo tan memorable como la Ripley de Aliens, el regreso (1986) y la Sarah Connor de Terminator 2: el juicio final (1991), sino también capaz de robarle el protagonismo al personaje titular; a lo largo de su peripecia argumental, después de todo, Max le cedía el volante, el rifle y la toma de las decisiones a ella, Furiosa, que huía junto a cinco de las jóvenes que Inmortan Joe usaba como máquinas de procrear y surtidores de leche materna. Ahora, Furiosa: De la saga Mad Max viaja atrás en el tiempo para investigar cómo aquella mujer experimentó su bautismo de sangre y gasolina.
Si el relato de Furia en la carretera era pura compresión narrativa –esencialmente, una persecución larga, trepidante e hipnótica–, el de Furiosa se extiende como el árido páramo que sus personajes atraviesan. Es una epopeya novelística que traza las primeras etapas del recorrido vital de su protagonista, desde que siendo niña es secuestrada de su hogar (la Tierra Verde, un oasis de abundancia oculto en medio del violento desierto) y poco después inicia un viaje de regreso a casa mucho más traumático del que Dorothy vivió en Oz, durante el que reprime su inmenso dolor mientras se prepara tanto para infligir una venganza terrible al hombre que la dejó huérfana como, de paso, derribar una forma particularmente aberrante de patriarcado.
Contra el machismo y el patriarcado
Furiosa pasa sus años de formación en atrapada entre dos figuras paternas inconfundiblemente nocivas: Dementus, el desquiciado líder de una banda de moteros, e Inmortan Joe, su futuro empleador. Ambos ejemplifican a la perfección el machismo tóxico y el paternalismo que impera en el territorio. “No dejéis que ninguno de los brutos se acerque a ella”, ordena Dementus a sus hombres; “no está en venta, es mía”, sentencia en un momento de la película Inmortan Joe. A lo largo de su periplo, ella se ganará el respeto de ambos la tiempo que en gran medida logra evitar tanto las formas de crueldad que se manifiestan en el campo de batalla como las que lo hacen fuera de ella. Vive en un mundo, recordemos, en el que la mayoría de las mujeres son usadas básicamente como incubadoras de hijos varones. Es fácil imaginar qué les sucede a aquellos de sus bebés que nacen con el sexo indeseado.
Tras ser encarnada de forma impecable por Alyla Browne durante la primera parte de la película, que narra su niñez, Furiosa cobra vida adulta en la segunda gracias a Anya Taylor-Joy, que saca el máximo partido expresivo a sus enormes ojos –no pronuncia más de 30 frases de diálogo en toda la película–; incluso cuando aparece en pantalla atrapada en una tormenta de arena y untada en aceite, su mirada brilla como los faros de un coche en la oscuridad, apenas capaz de contener emociones como la tristeza, el miedo y, sobre todo, la ira hirviente y la sed de venganza pura.
Asimismo la actriz usa el lenguaje corporal para expresar la fuerza, la determinación y el sentido de la justicia que su versión de Furiosa va desarrollando mientras inicia su proceso de sincronización con la versión que Charlize Theron encarnó en Furia en la carretera –¿cuál era el origen del dolor, la angustia y el cansancio que asomaban en su rostro? Aquí lo descubrimos–, y afianza el lugar del personaje no solo en el universo Mad Max sino también en la cultura popular.
En el proceso, Furiosa enriquece Furia en la carretera y al mismo tiempo se ve enriquecida por ella. Y, en conjunto, ambas películas sostienen que, si las acciones de los hombres arruinaron el mundo, las de las mujeres son las únicas que pueden repararlo, y sugieren que incluso en la tierra contaminada por la sangre derramada para sostener el patriarcado pueden brotar las semillas de un mundo mejor.