Frances Glessner Lee: nuestra señora del CSI

Frances Glessner Lee es, a todas luces, la verdadera patrona de CSI, que no ha sido, por cierto, la única serie o película que rindiera homenaje a esta pionera de la ciencia forense

Frances Glessner Lee pergeñando una de sus casitas de muñecas de la muerte.

El seis de octubre del año 2000 se emitía en Estados Unidos el primer episodio de una nueva serie, pronto toda una franquicia dentro y fuera de la televisión, presentada tan solo bajo unas simples siglas: CSI: Crime Scene Investigation. Situada en la pintoresca ciudad de Las Vegas, la serie creada por Anthony Zuiker y protagonizada por un casi desconocido William Petersen, presentaba el retrato ficcionalizado de las hazañas del laboratorio de investigación científica criminal del departamento de policía de la ciudad del juego de Nevada, encargado del análisis de la escena del crimen y el posterior examen pormenorizado de pistas y pruebas físicas y periciales hasta dar así con el culpable o culpables de cada misterioso crimen.

De repente, un grupo de obscuros personajes que raramente solían verse más de unos minutos en pantalla se convertían en los héroes de la función: patólogos forenses, técnicos y peritos criminalísticos, eran ahora los protagonistas apasionados y apasionantes de complejos enigmas criminales, resueltos por medio de novedosas técnicas científicas, utilizando los recursos más sorprendentes de la más rabiosamente actual ciencia forense: análisis de ADN, modelos informáticos, realidad virtual… Comandados por el poderoso y frío intelecto de Gil Grissom, carismático William Petersen, los hombres y mujeres de CSI Las Vegas consiguieron hacer atractivo lo imposible: realizar autopsias, remover cadáveres descompuestos, calcular modelos matemáticos probabilísticos y otras hierbas igualmente áridas y esotéricas.

Gil Grissom (William Petersen), investigando en CSI una de las miniaturas asesinas inspiradas en la obra de Frances Glessner Lee.

Extendiendo pronto su dominio a Miami, Nueva York y el crimen cibernético, la franquicia CSI fue la culpable de que miles de jóvenes de todo el mundo, especialmente chicas siguiendo el ejemplo de las fascinantes Catherine Willows (Marg Helgenberger) y Sara Sidle (Jorja Fox), dos de los principales miembros femeninos del equipo de Grissom, se matricularan en ciencias forenses, solo para descubrir decepcionados, la mayoría de las veces, lo distinta que es la realidad de la ficción. Pero, ¿es siempre tan distinta?

Durante varios episodios Gil Grissom y Sara Sidle tuvieron que enfrentarse a una de las más diabólicas asesinas de la serie, Natalie Davis (Jessie Collins), la “asesina de las miniaturas”. Una psicópata que enviaba a Grissom la reproducción a escala “casa de muñecas” del escenario de su próximo crimen, desafiando a los CSI a que fueran capaces de evitarlo analizando las pistas dejadas en ella. Por demencial que parezcan la trama y el procedimiento, en realidad se trataba de un homenaje de la serie televisiva a quien es justamente considerada como una de las grandes pioneras de la moderna ciencia forense: Frances Glessner Lee (1878-1962).

Placa conmemorativa dedicada a Frances Glessner Lee, pionera de la ciencia forense.

Frances Glessner Lee, hija de un rico industrial, se interesó por la cirugía, la medicina y la ciencia forense en una época en la que pocas mujeres podían mostrar su pasión por estas cuestiones. Tras su aprendizaje como enfermera, casi la única forma en que una joven de entonces podía acceder a una carrera próxima a la medicina, al heredar la fortuna paterna consiguió matricularse en la Harvard Medical School, donde llegaría a dar clases. Influida por su amistad con George Burgess Magrath, que estudiaba en el mismo centro especializándose en la investigación forense, Glessner Lee se dejó seducir también por ella, convirtiéndose en profesora de patología forense y pasando en 1931 a formar parte del Departamento de Medicina Legal de Harvard, contribuyendo también a la creación de los Seminarios de Investigación de Homicidios de la misma universidad, entre otras cosas.

Además de luchar por la profesionalización de los forenses y la enseñanza de la patología criminal, Glessner Lee introdujo en sus clases una peculiar innovación, que sigue utilizándose todavía hoy: desde mediados de los años treinta, empleó para enseñar a sus alumnos una serie de exquisitos dioramas en miniatura, al estilo de las casas de muñecas victorianas, que representaban a escala perfecta escenarios de crímenes reales llevados a los tribunales, reconstruidos con todo lujo de detalle. Estos dioramas ofrecían a los alumnos todas las pistas en la escena del crimen que habían permitido resolver el asesinato. Las respuestas estaban (y están) por supuesto, guardadas bajo llave.

Uno de los dioramas originales de Frances Glessner Lee, representando el escenario del asesinato de Marie Jones, una prostituta, en 1944

Denominados The Nutshell Studies of Unexplained Death, algo así como “estudios de muertes inexplicables en una cáscara de nuez”, estos exquisitos y macabros escenarios del crimen en miniatura, veinte en total, fueron utilizados durante años para educar y refinar el sentido de observación de los estudiantes de medicina forense de Harvard. Glessner daba a sus alumnos noventa minutos para estudiar cada diorama, aconsejándoles que analizaran atentamente todos los detalles, utilizando los ojos con un movimiento similar al de una escalera de caracol. Los escenarios habían sido reproducidos por Glessner con absoluto verismo, tras haber asistido en muchas ocasiones a los juicios, autopsias e investigaciones en la escena del crimen, e incluían hasta la fecha correcta en los calendarios de la habitación o reproducciones de los periódicos del día.

Aunque en 1966 el departamento de ciencia forense de Harvard fue disuelto, los dioramas fueron enviados a la Maryland Medical Examiner´s Office en Baltimore (Maryland), donde todavía se utilizan con frecuencia en seminarios forenses anuales. Han sido exhibidos ocasionalmente y reproducidos asiduamente en libros y revistas.

Además de estas peculiares “casas de muñecas de la muerte”, Glessner Lee utilizó buena parte de su fortuna para promover y modernizar los estudios de criminalística. Amante de las historias de Sherlock Holmes y amiga del escritor de novela policíaca Erle Stanley Gardner (creador de Perry Mason), creía positivamente que la ciencia debía contribuir a la justicia y no es en absoluto casual que varios de sus escenarios en miniatura correspondieran a crímenes de los que habían sido víctimas mujeres indefensas, mostrando también una temprana sensibilidad frente a lo que ahora llamaríamos violencia machista o doméstica. Su trabajo fue recompensado de forma muy directa cuando el 27 de octubre de 1943 fue nombrada Capitán de la Policía del Estado de New Hampshire, convirtiéndose en la primera mujer en unirse a la Asociación Internacional de Jefes de Policía.

Frances Glessner Lee nombrada capitán de policía de New Hampshire.

Frances Glessner Lee es, a todas luces, la verdadera patrona de CSI, que no ha sido, por cierto, la única serie o película que rindiera homenaje a esta pionera de la ciencia forense. Sus dioramas han aparecido en episodios de otras series como NCIS o El Padre Brown y en los últimos años se han realizado varios documentales sobre su vida y obra, así como publicado cierto número de biografías y estudios alrededor de su figura, entre los que cabe recomendar el capítulo que le dedica Erika Engelhaupt en su libro Detalles macabros (National Geographic). Así que, ya saben: si están por la labor de estudiar patología forense, que no sea por haber visto CSI, sino por seguir el bravo ejemplo de Frances Glessner Lee y sus “casitas de muñecas”, que no son siempre para niñas, precisamente.

Portada de Detalles macabros de Erika Engelhaupt.
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