Fallout, la nueva franquicia de Amazon Prime Video, es una descacharrante y violenta distopía con corazón y mensaje que consigue trasladar con precisión, e incluso con amor, los sólidos pilares del videojuego en el que esta basada. Lo hace, además, con una extraña combinación de acción, comedia, drama y suspense que no será del gusto de todo el mundo, pero que funciona gracias a que han puesto suficiente dinero y talento sobre la mesa.
Bienvenidos al año 2296 y al refugio número 33. Un hogar subterráneo limpio y apacible en el que todos sus habitantes cumplen dichosos su destino: trabajar duro para llegar un día a recuperar la América desolada por la catástrofe nuclear, una vez que los niveles de radiación lo permitan. Una joven está a punto de vivir el día más feliz de su vida, pero todo se tuerce y se verá obligada a salir al Yermo para cumplir una misión imposible.
Bienvenidos al campamento de la Hermandad del Acero, la facción que se dedica a recuperar antiguas tecnologías prenucleares para tomar el control del Yermo y recuperar la civilización a su manera, con ideales semiartúricos y machunos. Un joven escudero, a quien rescataron de niño del desastre, quiere cumplir su sueño de convertirse en caballero y llegar a pilotar un brillante exoesqueleto T60. Una armadura que le convertirá, básicamente, en un superhéroe.
Bienvenidos a un cementerio abandonado y a una tumba muy particular. En ella está atrapado el Necrófago, un zombi vaquero cazarrecompensas que conoció el mundo antes del desastre y a quien despiertan para arreglar asuntos pendientes.
Estos personajes danzarán, en una trama que terminará recordándonos a Carlos Gardel, por los restos de un mundo obsesionado con la América de los años 40 y que echó el cerrojo tras el holocausto de 2077. Un Estados Unidos alternativo en el que convivieron las purgas anticomunistas con los coches voladores, la obsesión nuclear, la criogenización, los robots sirvientes (gracias, Matt Berry, por otro momento mágico), las pantallas en verde y negro muy pixeladas y la mascota corporativa definitiva, el Vault-Boy.
Todo para llevarnos a un páramo violento y salvaje que combina elementos de Mad Max, Plan 9, Cuando el futuro nos alcance o Idiocracia, junto a casi cada referencia de ciencia ficción que quieras añadir a la ecuación y a la banda sonora de grandes clásicos de los años 30. Doctores locos, biotecnología, robots voladores, mutantes, autocines, emisoras de radio disparatadas e iglesias de cualquier cosa…
Los creadores de Fallout han hecho que las mujeres sean las verdaderas protagonistas, en el sentido más amplio del término, y han construido una historia que se produce después de los eventos de los juegos. No sólo los homenajea, sino que los amplía y construye sobre ellos. Jugadores de todo el mundo dirán que Fallout es, por encima de todo, una carta de amor al videojuego de Bethesda en el que se basa, así como a todos los estudios y profesionales que han trabajado en la saga a lo largo de cuatro entregas y varios spin-offs. Pero es mucho más.
Concesiones a cualquier precio
Entre todos los mensajes que transmite, uno de los más importante es que cuando un Estado entrega el control total de un mercado crucial a una empresa privada, eximiéndola de la competencia, su deber fiduciario le obliga a maximizar sus ingresos como sea y a costa de quien sea. Si en España tenemos un sistema concesional de autobuses que hace que tengamos los precios más caros de Europa, con una compañía comiéndose todo el turrón a costa de los usuarios más vulnerables, en Fallout nos encontramos con una empresa, Vault-Tec, que fabrica y desarrolla refugios nucleares. ¿Cómo puede ampliar una empresa así la demanda de sus productos y satisfacer a sus accionistas?
Se habla de que es una serie anticapitalista, pero diría que los creadores van más allá. Hablan de cómo uno de los riesgos del mercado consiste en dejar que ciertas empresas se queden sin supervisión ni competencia con mercados fundamentales. A costa de quien haga falta. Y lo han hecho con Amazon pagando la fiesta, lo que no deja de ser profundamente irónico.
Uno de los lemas presentes en Fallout es que “la guerra nunca cambia”. El yermo está plagado de supervivientes que apenas pueden llegar al día siguiente con la cabeza sobre los hombros, pero también de facciones que se creen con la razón absoluta y que están dispuestas a acabar con el prójimo para imponer su visión de lo que debe ser el mundo del futuro. Un recado a la enorme polarización que vivimos hoy, a la incapacidad de llegar a grandes acuerdos y a la popularización de mensajes iliberales y antidemocráticos que amenazan las democracias occidentales.
Pero que todo esto no os aparte de lo más importante: Fallout es divertida, tiene alma y es muy difícil que hayas visto alguna vez algo similar. O que vuelvas a verlo. ¿La gran ventaja? Si descubres el Yermo tienes muchas horas de aventura por delante. Sólo tienes que encender tu pip-boy. O tu consola.