La biografía de Fabrice Hadjadj (Nanterre, Francia, 1971) es un compendio de la historia y el pensamiento del siglo XX. Francés, de familia judía de ascendencia tunecina, con unos padres adscritos al maoísmo. Vivió así su infancia y adolescencia a caballo entre Túnez y Francia, por lo que no es de extrañar que su primera obra, Objet perdu (1995) –que codirigió con John Gelder y en la que colaboró Houellebecq–, sea muestra del ateísmo nihilista que profesaba en aquellos momentos.
Se convirtió al catolicismo en 1998 y podría parecer que mudó la metafísica fluida a la sólida teología, pero en la práctica nunca cambió ese estilo fresco y provocador, ni perdió su capacidad para afrontar los temas desde una óptica nueva. Además, habita una inaudita polivalencia: es filósofo, teólogo, dramaturgo, humorista e incluso cantautor. Casado con la actriz Siffreine Michel, es padre de diez hijos, y ha recibido numerosos premios de literatura católica y espiritualidad, además de ser miembro del Pontificio Consejo para los Laicos desde 2014.
De su prolífica obra se han traducido en España, entre otros títulos, La fe de los demonios (2010), La profundidad de los sexos (2010), Tenga usted éxito en su muerte (2011), El paraíso en la puerta (2012), ¿Cómo hablar de Dios hoy? (2013), ¿Qué es una familia? (2015), Puesto que todo está en vías de destrucción (2016), Job o la tortura de los amigos (2015), y La suerte de haber nacido en nuestro tiempo (2016). Ahora acaba de publicar, con Ediciones Encuentro, un agudo análisis sobre los abusos en el seno de la Iglesia católica: Lobos disfrazados de corderos (2024).
Ha pasado por Madrid para presentar su nuevo libro y también para intervenir en el congreso cultural EncuentroMadrid, un fin de semana que propone mesas redondas, conferencias, exposiciones y también conciertos y teatro en el centro de la ciudad. Allí, Fabrice Hadjadj fue el encargado de presentar el lema de EncuentroMadrid 2024, “Estoy vivo aún y creo que la trama de la vida es preciosa”.
Durante su ponencia, Hadjadj profundizó en la esencia de esta cita extraída de la biografía del médico japonés Takashi Nagai.
Hadjadj subrayó la palabra “aún” para destacar la perseverancia y la superación de pruebas a lo largo de la vida. Según él, es vital reconocer que la vida implica riesgos y sacrificios, un enfoque que se ejemplifica en la vida de Nagai, quien enfrentó el peligro de las radiaciones con valentía. A diferencia de la mentalidad actual que busca conservar la vida a través de algoritmos, Hadjadj expresó que la vida tiene más sentido cuando se abraza con todos sus riesgos y posibilidades.
La palabra “creo” también fue un punto central de su discurso. Hadjadj explicó que creer va más allá de simplemente ver; es un reconocimiento y aceptación de la palabra de otro. En un mundo dominado por la inteligencia artificial, este concepto de «creo» pierde su significado a medida que se pierde el encuentro personal y la respuesta auténtica a los demás.
El filósofo también destacó la palabra «preciosa», diferenciando entre lo que tiene precio y lo que es precioso. Lo precioso, dijo, está fuera del mercado y tiene un valor afectivo que no puede ser negociado ni tasado. En una economía donde todo tiene un precio, lo verdaderamente valioso pierde su significado.
Finalmente, Hadjadj habló sobre la «trama» de la vida, señalando que la vida tiene una narrativa que se está perdiendo en la era de las pantallas y los contenidos efímeros. Necesitamos historias que nos permitan entender y encontrar la trama de nuestras vidas. Grandes relatos, ya sean bíblicos, comunistas o liberales, nos ayudan a leer la vida con un sentido más profundo. En su intervención, el filósofo francés se preguntaba para qué queremos conservar indefinidamente la vida cuando no aceptamos el riesgo de ponerla en juego. “Queremos crear hombres inmortales para que luego se suiciden”.
David Blázquez, moderador del diálogo, preguntó al filósofo francés sobre la aparente visión apocalíptica de su ponencia, a lo que respondió que el «apocalipsis» en realidad significa «revelación» y que este desvelamiento del ser nos arranca del mal, mostrándonos algo más grande. Este proceso, aunque a veces doloroso, nos lleva a descubrir verdades profundas en medio de las pruebas y catástrofes. En palabras de Hadjadj, «en medio de la catástrofe, se abre paso un destello de verdad que alguien puede ver».