Entrevista

Liana Badr, escritora palestina: “¿Hasta cuándo vamos a permitir este genocidio?”

La autora, que ha inmortalizado en sus novelas y documentales el exilio, la ocupación y la dominación masculina siempre desde el punto de vista de las mujeres, inauguró un ciclo de conferencias en Casa Árabe

En 2011 vino a España, al Festival de Cine Palestino, con una de sus películas. En otra ocasión acudió invitada por el Ministerio de Cultura, que incluyó uno de sus relatos en la antología Mujeres en el sur. También ha acudido a Guadalajara o a Tenerife. Pero Liana Badr nació en Jerusalén hace 74 años: 1950 fue el año en el que, de hecho, Israel trasladó su capital de Tel Aviv a Jerusalén, desafiando (una vez más) las resoluciones de la ONU. “Creo que los españoles son muy conscientes de lo que ocurre en Palestina, y sienten empatía, porque España luchó muchos años por su libertad y sufrió mucho por ello”. Recuerda también las conexiones históricas de nuestro país con el mundo árabe.

Tras nacer en una ciudad históricamente dividida, comenzó a escribir, algo que no ha dejado de hacer desde los 12 años, cuando siendo una niña en la ciudad de Jericó, en Cisjordania, enviaba relatos a la prensa local. Sin embargo, con la Guerra de los Seis Días comenzó su exilio: en 1967 se convirtió en refugiada, pero nunca dejó de “narrar la historia palestina a través de los ojos de sus mujeres”: estudió en la Universidad de Jordania y se licenció en Filosofía y Psicología en la Universidad Árabe de Beirut, en Líbano, y después realizó un máster en la Universidad de Birzeit.

La ocupación israelí de Cisjordania en 1967 no fue la única calamidad que atravesó: en el Líbano, hacia donde partieron tras el Septiembre Negro de 1970, estalló una guerra civil que provocó que continuara su nomadismo en Siria, Túnez y Jordania, antes de volver a Ramala, la principal ciudad de la Cisjordania ocupada y sede de la Autoridad Nacional Palestina, en 1994, tras más de 25 años de exilio. Artículo14 la entrevista, en el aniversario de la matanza del 7 de octubre, en Casa Árabe en Madrid, donde inauguró un ciclo de conferencias universitarias.

La escritora y cineasta Liana Badr, en Casa Árabe, en Madrid

La escritora y cineasta Liana Badr, en Casa Árabe, en Madrid

Su exilio duró 27 años. ¿Por qué se vio obligada a abandonar Palestina?

En 1967 mi familia vivía en Jericó. Mi padre era médico y tenía su clínica allí, aunque teníamos casa en Jerusalén y regresábamos cada verano. Mi madre había fallecido seis meses antes, yo era la mayor de cinco hermanas. Con la invasión israelí, conocida como la Guerra de los Seis Días, mi padre nos dejaba en casa todo el día para ir a trabajar, y a nosotras nos daba miedo permanecer dentro de casa: nos asustaba que pudiera caer una bomba o un misil o que vinieran a buscarnos. Yo vivía aterrorizada, pero debía guardar la compostura porque era la hermana mayor. En el quinto día, mi padre nos llevó a Amán, capital de Jordania, a pasar el día, pero jamás pudimos volver. Yo sólo llevé conmigo una foto de mi madre y uno de mis bolígrafos favoritos. Israel bombardeó el paso y, en general, mataron a cada persona que trataba de huir. Y una vez que habíamos huido, nunca nos dejaron volver: se quedaron con nuestra casa, nuestras posesiones y nuestros recuerdos.

Así se convirtieron en refugiados.

Mi padre era un reputado doctor e intelectual de la época. Pero fuera de nuestro hogar éramos simplemente refugiados; éramos tan pobres que incluso tuvimos que pedir limosna. Es uno de mis recuerdos más dolorosos: ver a mi padre, un pensador y científico tan reconocido, suplicar por un empleo. De repente lo habíamos perdido todo: yo perdí mi vida, a mis amigos, mi escuela, mi casa, todos nuestros libros… Yo ya tenía un centenar de libros de mi propiedad, y estaba muy orgullosa tanto de mi biblioteca como de mis diarios. Entonces nos fuimos al desierto de Kuwait.

A pesar de todas las calamidades, consiguió ir a la universidad. ¿Era posible para una persona como usted, refugiada palestina y mujer, estudiar en aquellos años?

Volví a la universidad de Amán, y me casé, razón por la que pude ir después a la universidad en Siria. Después vivimos en Líbano, Siria, Túnez… Era una vida muy nómada. Y cada vez que yo construía mi biblioteca de nuevo, volvía a ser destruida: siempre estaba en peligro. En Beirut fui periodista de cultura, y parecía que era nuestro nuevo hogar, pero con la guerra civil tuvimos que irnos. Siento que siempre que he construido algo me ha sido arrebatado.

'The eye of the mirror', libro de Liana Badr

‘The eye of the mirror’, libro de Liana Badr

Usted es la mayor de cinco hermanas. ¿Cómo es su experiencia como mujer en el contexto de la guerra?

Siempre me encontré entre dos aguas. Por ejemplo, siempre he sentido amor por mi patria y a la vez siempre he estado en el exilio. Por un lado confiaba en que podríamos encontrar una manera de no tratar a las mujeres como esclavas o como si fueran una especie secundaria o un tipo de criatura inferior, por otra dudaba de que fuera real. La cultura me ha dado mucha vida: empecé a encontrarle sentido a las cosas, empecé a enlazar y unir los puntos; de hecho, yo escribí mi primera novela en Beirut, y tuvo un gran éxito. Empecé a escribir y a narrar la vida de las mujeres palestinas hacinadas en los campos de refugiados. Tuve la oportunidad de conocerlas en los campos del Líbano, y conocer la historia de primera mano, aunque mi padre me había hablado de su lucha como activista político.

¿Cómo era la vida de estas mujeres?

Son mujeres fuertes, invencibles; mucho más fuertes que los hombres. Se rebelan contra las injusticias y las discriminaciones sociales, defienden a su familia y su tierra, aunque viven con miedo a la ocupación israelí. Convivir con ellas me permitió entenderlas profundamente. Y ellas son las protagonistas de mis novelas.

¿Cómo se siente al ver que, tras todos estos años transcurridos, la situación no sólo no ha mejorado, sino que ha ido a peor? ¿Es optimista?

Creo que la causa palestina es una causa muy humana, muy justa. Quien tiene conciencia puede creer en la causa palestina. Por eso no creo que vaya a durar siempre. Por otro lado, creo que los ejércitos, lo militar, no puede determinar cómo vivimos. Ya hay nuevas generaciones concienciadas con la verdad de este conflicto. Ahora hay información, hay redes sociales, no pueden ocultar lo que están haciendo: están matando a palestinos en Gaza todos los días, delante de los ojos del mundo. ¿Hasta cuándo vamos a permitir el genocidio de mi pueblo? No podemos movernos. Yo no puedo ir a ver a mi familia de Jerusalén. Han reducido todos los aspectos de nuestra vida; no podemos vivir nuestras tradiciones, nuestras fiestas, juntarnos con nuestros parientes. Todo está repleto de checkpoints, de controles y de impedimentos: sólo en Palestina hay más de cien puntos de control. Y muchas veces, aunque llegues hasta allí, ni siquiera consigues el permiso para pasar… Por eso a mí ya no me visita nadie.

En este momento de la entrevista, Liana Badr rompe a llorar. Esta mujer, que lleva sesenta años buscando su lugar en el mundo, narrando y relatando la desgracia de un pueblo en el exilio, no puede contener el llanto: está exhausta, profundamente doliente por una realidad compleja a la que no se acostumbra.

Se cumple un año del 7 de octubre. ¿Cómo ha vivido la escalada de violencia en las últimas semanas?

Lo que están haciendo los israelíes va mucho más allá de un genocidio. Están destruyéndolo todo. No entiendo cómo pueden aceptar convertirse en monstruos… ¿Por qué nos ocupan, con qué derecho? Nosotros queremos establecer el Estado Palestino, pero ellos sólo buscan que nos sintamos solos; solos y aislados para siempre.

Palestina sigue sin ser una país reconocido en muchas partes del mundo. ¿Cómo se construye una identidad así?

Es muy difícil, pero no nos rendimos. Quizá los israelíes acaben con todo, pero no acabarán con nuestra cultura. En un principio yo fui periodista, pero después busqué otro enfoque: comencé a aprender mucho de las mujeres en los campamentos, sobre la tradición palestina y sobre refranes, cuentos, charlas e incluso signos dentro de la conversación. Así que tomé la decisión de comenzar a mirar esto a fondo y tenerlo en mi escritura. A mi alrededor sólo había hombres narrando las historias, y yo, como mujer, creía que tenía algo que aportar, así que me rebelé incluso contra la literatura árabe clásica.

¿Qué papel cree que desempeña el arte, y en su caso, la escritura o el cine, en la resistencia cultural palestina?

Creo que la escritura es una forma de pensamiento. Cuando escribes, reflexionas sobre las palabras y usas los tiempos verbales adecuados. Son las palabras las que importan. Después de un tiempo, cuando te vuelves experimentado, entiendes el significado de las palabras y cómo su peso puede llevarte como un tren en la dirección que deseas. Tengo esperanza, porque no podemos vivir sin esperanza y porque tengo la experiencia de que hay gente buena en el mundo.