Junto con El último tango en París, la versión de Emmanuelle de 1974 revolucionó el mundo cinematográfico. En España se acercaba el final de la dictadura franquista, y muchos españoles cruzaron los Pirineos para poder vislumbrar algo de aquel icono erótico protagonizado por Sylvia Kristel y dirigida por Just Jaeckin a partir de la novela homónima de Emmanuelle Arsam. Pechos al descubierto, un collar de perlas, lencería fina y botas de cuero y la escena del sexo en el baño del avión en pleno vuelo se convirtieron en la fantasía sexual masculina por excelencia.
Los tabúes sexuales que se superaron gracias a la película (que a España no pudo llegar hasta 1978 por la censura) se volvieron repetitivos e incluso anodinos en sus sagas siguientes: Emmanuelle II. La antivirgen y dos entregas más con Kristel; las seis de la franquicia de Emmanuelle negra protagonizada por Laura Gemser; despropósitos como Emmanuelle y Lolita –sin relación alguna con la novela de Nabokov –, y más absurdeces como Violencia en una cárcel de mujeres.
Todas ellas, especialmente vistas con la mirada de hoy, son estandartes de la mirada masculina del cine: una cosificación de las mujeres realizada a través de un erotismo soft que desposee a la mujer de su voluntad, de ser sujeto deseante. Por eso la nueva versión de Emmanuelle, presentada en la apertura de la 72ª edición del Festival de Cine de San Sebastián, tiene que partir de una premisa distinta, especialmente después de la revolución del #MeToo. En la inauguración, la actriz protagonista de la nueva versión, Noémi Merlant (París, 1988), decidió hablar sobre este cambio sustancial, y defendió que “en 2024 una mujer no necesita estar enamorada para tener sexo”.
Merlant, actriz francesa de largo recorrido, ha trabajado en TAR junto a Cate Blanchett y en Un año, una noche, el filme de Isaki Lacuesta sobre el atentado terrorista a la sala parisina Bataclan. Ha dirigido varias películas, protagonizado París, distrito 13 y fue la pintora seducida por su modelo en Retrato de una mujer en llamas. Ahora, lucha contra el estereotipo de Emmanuelle: todas las secuencias de sexo abogan por devolver el cuerpo y el deseo femenino a su protagonista.
“Derecho al placer”
“Creo que hoy en día es interesante tener mujeres que sienten placer y que buscan historias de sexo sin necesariamente sentirse enamoradas; eso antes no lo teníamos. Las mujeres tenemos derecho a tener sexo y placer, y punto. El sexo no implica el amor y eso es parte de la libertad del personaje”, dijo el viernes Noémi Merlant en la primera rueda de prensa del Festival de San Sebastián.
Aunque la versión de 1974 marcó la historia del cine (incluso el sillón en el que aparece la actriz en la portada se hizo famoso, pasando a conocerse como el “sillón Emmanuelle”), La actriz reconoció que no era una historia de su generación y que “desconocía absolutamente todo de ella”, pero cuando la directora francesa Audrey Diwan (directora también de la adaptación de El acontecimiento, de Annie Ernaux) le propuso dar vida a este personaje en una nueva versión de la película, escuchó todo tipo de opiniones.
Noémi Merlant relató cómo todos la advertían sobre lo que había sucedido con Sylvia Kristel, la anterior protagonista, y le desaconsejaban que aceptara el papel. “Si la gente tiene tanto miedo, quizá significa que hay algo que hay que contar”, pensó ella. La cinta, que ha inaugurado este viernes el festival de cine más importante de España, cuenta con un guion basado en el mismo libro de 1959 que inspiró la primera Emmanuelle escrito por la propia Diwan, con la ayuda de la directora y guionista francesa Rebecca Zlotowski, reconocida como parte de esa ola de cineastas que reaccionaron con carácter en apoyo del movimiento #MeToo.
Por su parte, Diwan, León de Oro 2021 de Venecia por su película El acontecimiento, asegura que este largometraje no es una revisión de la historia. No vio más de veinte minutos de aquella película en su momento: “Ya entonces pensé que no estaba dirigida a mí, que yo no era su público objetivo”. Sin embargo, tras el encargo de los productores, le entró curiosidad y pensó que, después de ganar en Venecia, necesitaba salir de su zona de confort.
Cambiar la gramática del erotismo
“Emmanuelle era perfecta para eso. Empecé a pensar en esta mujer y en su soledad, y así me sentía yo en ese momento. Me pregunté, en primer lugar, como realizadora, si podemos seguir usando un lenguaje basado en esa clase de gramática cinematográfica; es decir, erotismo es lo que ocultas y lo que muestras a la vez. Todo el mundo tenía esa película en la cabeza, pero yo quería limitar el encuadre: entrar en la imaginación de las personas y que el público use su mente”. dice.
La película, rodada como un enorme videoclip de promoción de un hotel de lujo, comienza de manera muy similar a la original, con una escena de sexo con un desconocido en el estrecho baño de un avión; a diferencia de Sylvia Kristel, la cara de Noémi Merlant cuando acaba transmite una profunda tristeza. Pero el vuelo no va a Bangkok, sino a Hong Kong. La misión de Emmanuelle es buscar un motivo para que los dueños de la cadena puedan despedir a la directora, a la que da vida Naomi Watts.
Mérlant explica que Emmanuelle “es una mujer que sigue los dictados de la sociedad y no consigue placer, sino que hace que la gente esté satisfecha”: “Ella quiere conectar con su propio cuerpo, obtener su propio placer y dejar que todo lo demás fluya. Para mí tiene mucho sentido, tenía que liberarse”, concluye.
Diwan va más allá: “Me preguntaba por nuestra relación con el placer, y no sólo el placer sexual: quería que nos preguntásemos cómo tratamos el placer en nuestra sociedad y cómo todo nos lleva a llegar a un clímax (…). Cuando se nos pide tanto, ¿nuestro rendimiento es el ideal?”.