No sé muy bien por qué, pero siempre me ha gustado lo mediano (no me refiero a los Hobbits). Y por extensión, me atraen las cosas que están en medio: rebuscar en la pila de periódicos del quiosco, elegir el tercero o cuarto del montón y empezar a leerlo justo por la mitad; lo mismo me pasa con los productos apilados del súper: la bandeja de champiñones, por ejemplo, ni la primera ni la última: la del medio.
También me ocurre con lo intangible, la cara B de un disco (que alguien explique lo que es una cara B o mejor, un disco). La verdad es que siempre he sido bastante de en medio, pero no mediocre, ojo: ni mucho ni poco, “aurea mediocritas”.
Tampoco sé muy bien por qué, pero lo mediano y lo que está en medio me produce calma, sosiego, paz y me permite saborear mejor su arte, su sabor, su lectura, lo que sea.
Por supuesto me pasa también con el cine: esto es incluso más divertido. No hablo de las películas que están en medio, digamos cronológicamente: muchas veces son las mejores de la saga, –El Padrino. Parte II (Francis Ford Coppola, 1974) o El imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980), con permiso de Rogue One (Gareth Edwards, 2016)-. No, no: hablo de las películas medianas, ese hermano-sándwich al que invitan a comer en casa de unos amigos de los padres, le ofrecen una delicatessen y responde: “¿Eso es carne? Me vale”. Hermanos medianos, que a veces también están en medio de alguna bronca y se llevan un capón solo por pasar por ahí, ya digo, en medio; esos a los que nadie hace caso, como al pobre Gila, que nació mientras su madre pedía perejil a una vecina; ese tercero de cinco, que se pasa la vida buscándose la vida, a ver si caen migajas en forma de cualquier cosa; el hereu -no el catalán- de ropa, grande o pequeña, qué más da, desde los pantalones con seis rodilleras, una detrás de otra, que parecen un galápago, hasta el Citroën AX de 1990: esas son las Películas de En Medio. Y a ellos va dirigida esta digresión: a los hermanos medianos en forma de película.
Gente más fina que yo, como Martin Scorsese, las llamaba Mis Placeres Culpables: en un artículo antológico publicado en 1978 (y revisitado años después) en Film Comment, la revista cultural de la Film Society of Lincoln Center, el maestro elegía las películas medianas que habían marcado su pasión por el cine: una lista heterodoxa y diletante que incluye filmes como Kartum (Basil Dearden,1966), Ángeles del infierno (Howard Hughes/ James Whale, 1930), Abbot y Costello van a Marte (Charles Lamont, 1953) o Terror en el Museo de Cera (André de Toth, 1953)… así hasta 130. Auténticos hermanos medianos.
Tengo que decir que el director neoyorkino no es ningún innovador en este sentido: de hecho, uno de los ejercicios más weirdos que todo amante del cine ha practicado alguna vez consiste en descubrir al mundo y dar valor a toda esa bisutería audiovisual disfrazándose de agitador cultural: yo, como soy mucho más humilde que el Sr. Scorsese y no quiero colapsar la sección, elegiré tres películas solamente, pero con el valor añadido de acotar cada una a la filmografía de un mismo director. Venga:
Vive como quieras (You Can’t Take It From You, Frank Capra, 1938)
Quizá no sepas quién es Frank Capra, pero seguro que has visto ¡Qué bello es vivir! (1946). Conozco a uno que incluso lo hizo en verano. Solo este cuento navideño de un desbordante humanismo pueril sepultaría como el Vesubio cualquier filmografía, incluso una espléndida como la del director italoamericano. A mí me gusta mucho más Vive como quieras(su título original es aún más revelador): resume el espíritu del director y su concepción de la naturaleza humana de una manera libérrima, despreocupada, nada engolada y profundamente divertida: cualquier persona con dos dedos de frente preferiría quedarse a vivir con los delirantes Sycamore antes que con los cursis y melodramáticos Bailey. Si además la película está barnizada con el espíritu punky de la Srewball Comedy y funciona como un fortísimo artefacto en favor de la libertad individual y la tolerancia…pues se convierte en el hermano mediano que te levanta a la novia cuando te has ido a visitar a tu tía.
Su juego favorito (Man’s Favorite Sport?, Howard Hawks, 1964)
Esta no la conoce nadie. Y es mediana, pero de verdad, tipo la sexta de ocho hermanos. Teniendo en cuenta que la obra de Hawks aglutina el mayor porcentaje de obras maestras por género de la historia (perdónanos Kubrick), es probable que Su juego favorito (otra vez el título original resume mucho mejor el alma de la comedia) esté escondida en el trastero de la casa de playa de algún heredero del genial artesano de Hollywood. Sin embargo, su carcasa de ‘comedia moderna’ (para 1964) le da un gusto naif y despreocupado como el que se ha tomado un par de Negronis en Chicote antes de ver una exposición de Banksy: el espectáculo de ver a un Rock Hudson más perdido que nunca por culpa de un dúo femenino trasunto de la Casta y la Susana, pero en anglosajón empoderado, la convierten en un divertimento único: como el hermano mediano aficionado a la magia que aparece en la fiesta del mayor y le roba el plano y las copas.
La sombra de una duda (Shadow of a Doubt, Alfred Hitchcock, 1943)
Aquí ya entramos en un terreno espinoso. Seguramente Alfred Hitchcock sea el director con la mejor racha creativa de cuantas se conocen hasta ahora en el cine: nadie ha encadenado tantas y tan fundamentales películas en tan poco recorrido temporal (1958-1963): Con la muerte en los talones, Vértigo, Psicosis y Los pájaros, cuatro obras esenciales para entender la evolución del arte cinematográfico. La sombra de una duda esboza las obsesiones que el artista británico desarrollaría en esta etapa de máximo esplendor. Podría decirse que es un bosquejo o una simpática cinta familiar sobre un asesino en serie, pero, tal como el propio Hitchcock confesó a Dick Cavett en su show (https://www.youtube.com/shorts/hCB52Si8voU), esta medianía es su criatura favorita. ¿Cómo puedo yo contradecir a un padre?
P.D. Estas son algunas de mis Películas de En Medio o Películas Medianas. Mañana pueden cambiar, como los principios de Groucho Marx. Es lo bueno de este tipo de ejercicios que no llevan a ninguna parte. O sí, vaya usted a saber, que diría un expresidente, bastante marxista, por otro lado.