ARTE

El regreso del brutalismo, el estilo arquitectónico entre la nostalgia y la reivindicación

El brutalismo, antaño rechazado por su frialdad e imposición urbana, resurge hoy como un fenómeno estético y conceptual que desafía las convenciones arquitectónicas y culturales

Iglesia The Most Holy Trinity en Vierna, Austria
Iglesia The Most Holy Trinity en Vierna, Austria

El brutalismo, un estilo arquitectónico que marcó la posguerra con su monumentalidad de hormigón desnudo y su estética sin concesiones, ha sido durante décadas objeto de debate. Para algunos, representa la frialdad urbana y la imposición del cemento; para otros, es la expresión más sincera de la arquitectura moderna. En los últimos años, este estilo ha resurgido tanto en la arquitectura contemporánea como en la cultura popular, con presencia en el cine, las redes sociales y la moda. Pero, ¿cómo interpretar este renovado interés? ¿Es un simple revival estético o estamos ante una auténtica revalorización de sus principios?

Los orígenes del brutalismo: funcionalidad y radicalismo

Nacido en la década de 1950 como respuesta a la devastación de la Segunda Guerra Mundial, el brutalismo apostó por una arquitectura honesta, donde los materiales, en especial el hormigón visto, quedaban expuestos sin disfraz. Aunque el término fue acuñado por Alison y Peter Smithson, fue Le Corbusier quien, con su concepto de béton brut, sentó las bases de esta corriente. Su objetivo era claro: construir espacios sólidos, duraderos y funcionales, pensados para las masas.

Edificio Assembly, Chandigarh, India, 1962, por Le Corbusier

Edificio Assembly, Chandigarh, India, 1962, por Le Corbusier

Si bien en otros países europeos el brutalismo tuvo un auge más pronunciado, España también cuenta con ejemplos emblemáticos. Obras como las Torres Blancas de Francisco Javier Sáenz de Oiza en Madrid, el Walden 7 de Ricardo Bofill en Barcelona o el Instituto del Patrimonio Cultural de España de Fernando Higueras son hitos arquitectónicos. Sin embargo, el desprecio hacia este estilo ha llevado a la demolición de algunas de sus construcciones más destacadas, como la icónica Pagoda de Miguel Fisac, derribada en los años 90.

Brutalismo en el mundo: del poder soviético a la vanguardia japonesa

En el Este de Europa, el brutalismo se convirtió en símbolo del poder estatal. En la URSS, Yugoslavia y Alemania del Este, enormes estructuras de hormigón transmitían fuerza y estabilidad. En el Reino Unido, marcó la arquitectura de la vivienda social de los años 60 y 70 con proyectos como el Barbican Centre en Londres. En Japón, arquitectos como Kenzo Tange reinterpretaron el brutalismo con una sensibilidad propia, fusionando su monumentalidad con elementos de la tradición japonesa.

Sin embargo, desde los años 80, el brutalismo sufrió un progresivo rechazo. Asociado a la frialdad de edificios gubernamentales, viviendas sociales deterioradas y campus universitarios opresivos, muchos lo consideraron inhóspito y poco acogedor. Además, el mal mantenimiento del hormigón contribuyó a su desprestigio, ya que las construcciones sin un adecuado cuidado envejecen de forma acelerada y poco atractiva. En consecuencia, muchas ciudades optaron por demoler en lugar de rehabilitar.

Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Filipinas, de Madrid

Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Filipinas, de Madrid

Brutalismo y poder: una arquitectura con mensaje

El brutalismo nunca ha sido un estilo neutral. En las dictaduras socialistas, encarnó el poder estatal y la resistencia ideológica; en Occidente, fue símbolo de modernidad y fuerza institucional. Su resurgimiento en el siglo XXI puede interpretarse como una reacción a la arquitectura digitalizada y comercial: una declaración de solidez y autenticidad en un mundo marcado por la fugacidad.

Desde A Clockwork Orange hasta Blade Runner 2049, el brutalismo ha sido el telón de fondo ideal para representar futuros distópicos. Su estética monolítica evoca poder, aislamiento y control. En High-Rise, por ejemplo, el edificio brutalista simboliza una sociedad fracturada, reflejando las tensiones entre clases. Más recientemente, The Brutalist, protagonizada por Adrien Brody, ha reavivado el interés por esta corriente, aunque con una lectura más cercana a la Bauhaus.

Si en los 90 el brutalismo era sinónimo de fealdad, hoy triunfa en Instagram y TikTok. Su fotogenia geométrica y su carácter escultórico han captado la atención de una generación que lo asocia con autenticidad y rebeldía frente a la arquitectura comercial. Marcas de lujo y diseñadores han incorporado su estética en campañas y colecciones, consolidando su revalorización en el imaginario colectivo.

La arquitectura es otra de las protagonistas de la película 'The Brutalist'

La arquitectura es otra de las protagonistas de la película ‘The Brutalist’

Brutalismo en interiorismo: geometría, hormigón y minimalismo radical

Más allá de la arquitectura monumental, el brutalismo ha dejado huella en el diseño de interiores. Espacios minimalistas, materiales en bruto y una paleta basada en grises y tonos tierra han llevado su esencia a viviendas contemporáneas. Sin embargo, su aplicación en interiores requiere equilibrio: el exceso puede derivar en ambientes fríos y poco acogedores.

En ciudades como Londres, Berlín o Boston, los esfuerzos por preservar edificios brutalistas han cobrado fuerza. Instituciones culturales y movimientos ciudadanos han impulsado campañas para salvar estructuras icónicas, mientras que la arquitectura contemporánea ha reinterpretado sus principios de manera más habitable y sostenible.

El brutalismo no volverá a dominar el paisaje urbano, pero su influencia es innegable. Más que un estilo arquitectónico, se ha convertido en una declaración conceptual y estética. Su legado persiste en la arquitectura contemporánea, el cine, la moda y la cultura digital. Lo que antes fue despreciado, hoy es redescubierto, recordándonos que la percepción de la belleza es, al fin y al cabo, una cuestión de contexto y tiempo.

TAGS DE ESTA NOTICIA