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El regreso de ‘Yellowstone’: la carta de amor a la vida rural en Estados Unidos

La oda a la vida rural que es 'Yellowstone' avanza hacia su dramática conclusión tras el estreno de la segunda parte de la quinta temporada

Regreso de Yellowstone - Cultura
Un fotograma con los personajes de Kayce y Beth Dutton en el regreso de 'Yellowstone' Paramount TV

Han sido muchos los meses que los amantes de Yellowstone han tenido que esperar para ver la segunda parte de la quinta temporada. No solo eso: han sido muchos los sufrimientos que los amantes de Yellowstone han tenido que soportar para llegar hasta aquí. Daría para escribir una o varias novelas lo sucedido durante la producción de este anhelado retorno. Pero eso es algo que tendría que contar Taylor Sheridan, no un servidor.

Baste con decir que las idas y venidas de Kevin Costner, que tenía todas sus esperanzas puestas en Horizon, y el carácter de vaquero de Taylor Sheridan desataron una guerra civil interna que ha desembocado en la salida del legendario actor y el adiós definitivo a un todavía más legendario John Dutton, la cara visible de un proyecto que es una carta de amor a la vida rural en Estados Unidos.

El misterio y la intriga se apoderan del regreso de ‘Yellowstone’

Desde los primeros compases del noveno episodio de la quinta temporada —el primero de la segunda parte— queda muy claro que el misterio y la intriga se han apoderado de Yellowstone y que los espectadores vamos a tener que sufrir la búsqueda de la satisfacción personal tan propia de los wéstern. Y sí, cuando hablo de satisfacción personal me estoy refiriendo a la justicia.

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La sensación de incredulidad y de incomprensión que comparten los personajes al inicio del retorno de Yellowstone es la misma que sentimos los espectadores ante un futuro que no tenemos muy claro. Muchos de nosotros amamos con fiereza todo lo que nos vaya a dar Taylor Sheridan. Fiamos nuestras esperanzas a que será capaz de remontar lo sucedido con Kevin Costner fuera de la ficción. Sin embargo, la desazón quema y escuece. Habrá que usar demasiado maquillaje para que no se note la herida.

La vida que el progreso se ha empeñado en borrar

Sin embargo, hay cosas que no cambian en Yellowstone. Observo la pantalla con admiración y tristeza mientras me regodeo en la eterna visión de los campos de Montana, la vasta extensión desértica de los parajes de Texas. Escucho a los personajes hablar de viejas leyendas, las veo desfilar por delante de mis ojos, antiguos herreros de piel cuarteada y arrugada que lo hacen todo con las manos, hombres que el tiempo se ha encargado de borrar.

Beth Dutton en Yellowstone - Cultura

Un fotograma con el personaje de Beth Dutton en la nueva temporada de ‘Yellowstone’ | Paramount TV

La misma nostalgia con la que Shinichiro Watanabe impregnó la atmósfera de un futuro pasado en Cowboy Bebop se lleva desplegando en Yellowstone desde hace seis años. Pero lo que hace que esta nostalgia sea insoportable es la pátina de verdad con la que Taylor Sheridan revela todo ante nuestros ojos. Qué dolor siente uno al ver cómo el mundo que forjó nuestro mundo se nos escapa entre las manos. Es como volver a ver a tus abuelos morir, víctimas del tiempo que lo devora todo, y no poder hacer nada.

Para algunos, Yellowstone es una adictiva telenovela que satisface las necesidades de entretenimiento de la generación streaming. Para otros, el valor de esta serie se encuentra en lo testimonial. El auténtico valor de Yellowstone es la labor de preservación que está llevando a cabo. Cuando ya no queden campos que observar ni tierras que hollar, cuando todo sea importado, al menos nos quedará la memoria. La serie de Taylor Sheridan es esa memoria: el último bastión contra el progreso.

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