En la última edición de la Ciudad de las Damas revisamos el clásico de Mary Shelley, obra maestra de literatura universal. Para este cometido tuvimos la suerte de contar con la gran Alicia Mariño, poetisa, doctora en filología francesa y autora de numerosos estudios sobre este género, una dama enamorada del terror que nos descubrió los entresijos de la historia del demonio sin nombre que creó Mary Shelley, una de las mejores escritoras de todos los tiempos. Shelley fue una mujer excepcional, que con 18 años supo contarnos con genialidad el más abominable de los actos, el terror de la creación más cruel e injusta: la de crear vida para después abandonarla.
Con el monstruo entre las manos
No sabría explicaros lo que Mary Shelley me ha hecho sentir con Frankenstein o el moderno Prometeo. Un relato fantástico que nada tiene que ver con la historia que se nos ha contado a través de la gran pantalla. Una narración que, más que una historia de terror, en ocasiones podría ser casi un cuento de hadas. Una historia genial llena de humanidad, amor, crueldad, soledad, bondad, horror y belleza que nos deja impresa en el alma una huella imborrable.
La mayoría de las integrantes del Club de Lectura de Artículo14 conocíamos al monstruo por la película. No por el libro. Y, para todas, leerlo ha sido un descubrimiento. Alicia Mariño nos acompañó para hablarnos de Frankenstein, pero sobre todo de Mary Shelley. Una heroína de su tiempo. Una mujer que nos hace temblar de emoción. Que, en su delicada narración, nos inspira los más sublimes sentimientos y el mayor horror de la humanidad.
Un genio llamado Mary
Mary Shelley fue una mujer valiente, independiente, extraordinariamente preparada, sumamente sensible, excepcionalmente fuerte, cuya figura, según Mariño, “no se ha divulgado lo suficiente en los libros de historia”. Ha sido más recientemente cuando los historiadores la han reconocido como una de las principales figuras del romanticismo y se han detenido a estudiar más su legado, de un valor literario y humano indiscutible.
Repasemos un poco su historia. Mary Wollstonecraft Shelley (de soltera, Godwin; Londres, 30 de agosto de 1797 – Londres, 1 de febrero de 1851), fue hija de dos reputados intelectuales de la época. Se crio entre las constantes visitas a la biblioteca de su padre, William Godwin, prestigioso novelista y pensador revolucionario y los viajes permanentes a la tumba de su madre, la filósofa y escritora feminista Mary Wollstonecraft, que murió a los 10 días de dar a luz a su hija.
Desde pequeña, Mary Godwin anheló y buscó, sumida en un gran sentimiento de culpa, el cobijo emocional e intelectual de su madre, otra gran mujer, precursora del feminismo moderno, defensora de los derechos de las mujeres y autora de Vindication of the Rights of Woman (1792).
Creció refugiada entre libros, cultivando su amor por la mitología clásica y, desde muy joven, fue una mujer muy preparada y muy al tanto de los avances científicos. La joven conocerá en su casa a su primer y único amor, Percey B. Shelley, seguidor de su padre, poeta coetáneo de John Keats y Lord Byron y uno de los mayores exponentes del romanticismo. Cuando conoció a Mary, Shelley quedó prendado:“ Es una mujer de una inteligencia tal que podría ser un hombre”, dijo una vez sobre ella. Todo un halago para la época. Mary se fugó con él cuando sólo tenía 16 años, dos años antes de concebir Frankenstein, e inicia un viaje por Europa que la llevará en el verano de 1816 a Suiza, escenario donde comienza la historia de su gran obra.
1816, el verano en que nació un monstruo
Aquel verano llovía de una forma endemoniada. Fue un verano muy extraño. El año sin verano. Uno de los más fríos que se recuerda. Las erup
ciones volcánicas del volcán Mayón en Filipinas y el monte Tambora en Indonesia causaron una disminución de la temperatura mundial y sus cenizas provocaron que durante meses el sol permaneciera oculto. En ese ambiente tenebroso, entre los días 16 y el 18 de junio de 1816, en Villa Diodati, una mansión suiza ubicada en Cologny, a orillas del lago Leman, se refugiaron el poeta inglés Lord Byron, el médico y escritor John Polidori, el poeta romántico Percey Bysshe Shelley, la joven Mary Godwin (que pronto se convertiría en la señora Shelley) y su prima Claire Clairmont (amante de Byron), que también la acompañaba.
Hacía ya dos años que Mary se había fugado con Percey Shelley y acababa de perder una hija. Lo tenebroso de la climatología del momento, las dramáticas circunstancias que acontecían en su vida personal y una sucesión de pesadillas que sufrió esos días, fueron el perfecto caldo de cultivo para inspirar una de las historias más oscuras de todos los tiempos.
Como si una pandemia los hubiera recluido entre las paredes de la villa, el singular grupo se entretenía contando historias góticas alemanas y cuentos de fantasmas. No había luz que los sacase de las tinieblas y en ese contexto, una noche de tormenta a la luz de las velas, Lord Byron reunió al grupo y les instó a participar en un peculiar concurso literario y escribir la historia más terrorífica que jamás se hubiera contado. Ante aquel extraordinario reto, John Polidori y Mary Shelley, que, en ese momento tenía sólo 18 años, serán quieres consigan dar a luz a sus monstruos, lanzando a la eternidad los textos de El Vampiro, inspirado en el odio que Polidori tenía a Byron (y obra antecesora a Drácula, de Bram Stoker) y Frankenstein, el particular Prometeo de Mary.
Era la primera novela de la señorita Godwin, que con el tiempo se convertirá en la autora de una de las obras maestras de la literatura universal del siglo XIX y una pionera en su género, en los albores de la ciencia ficción moderna y la literatura fantástica.
La novela de terror más humana de la historia
Aquella noche de lluvia, hace más de 200 años, Mary Godwin comenzó a escribir la historia de un doctor brillante obsesionado con la gloria. La historia de un demonio sin nombre concebido por el verdadero monstruo, Víctor Frankenstein, cuya mayor ambición era crear vida, como si fuera Dios o el mismo Prometeo, sin pensar en las consecuencias. Con sus actos inhumanos demostró ser un hombre de pobreza moral, que se abandona a un proyecto infame y pierde la cabeza para crear un ser al que luego abandona. Jugó con fuego y el juego tuvo su castigo y consecuencias.
Pero la novela va más allá de la idea de Lord Byron de gestar una historia sobrecogedora y horrible. Porque ese monstruo, el demonio, el ser desgraciado con el peor aspecto, llega al mundo con las mejores intenciones y se topa con la crueldad de la humanidad, terminando por convertirse de forma inevitable en un espantoso reflejo de esta.
“¡Creador insensible y despiadado…! Me otorgasteis sensaciones y pasiones, y luego me arrojasteis al mundo para desprecio y horror de la humanidad
En la obra de Mary Shelley hay tanta belleza como horror, tanto bien como mal, tanta crueldad como inocencia. Porque aquel monstruo, el moderno Prometeo, no era más que el reflejo de la vida de una joven de 18 años buscando amor, reconocimiento y respuestas. Muchas de sus vivencias, su soledad, el abandono que sentía de su padre, de cuyo amor y protección se sintió siempre huérfana, quedaron plasmadas en ese engendro sin nombre, que en realidad era la propia Shelley.
Las películas de Frankenstein
Han sido muchas las adaptaciones teatrales y cinematográficas, series producidas y grandes películas las que han llevado a la escena a Víctor Frankenstein y su desgraciado destino. Quizá la que todos conservamos en la retina es la escena interpretada por Boris Karloff en el papel del monstruo, sorprendido a orillas del lago Leman por una preciosa niña que quiere jugar con un ramo de margaritas. En esta terrible escena de El doctor Frankenstein de 1931, dirigida por James Whale -que recuerdo con horror-, la criatura cree que la pequeña flotaría como las flores si la arrojase al agua, y descubre, de la peor manera posible, que no flota y se ahoga. Nada que ver con el pasaje que describe Shelley en su novela, en la que el monstruo precisamente salva a una niña de ser ahogada. A esa versión cinematográfica de estudios Universal le sucedió La novia de Frankenstein, tan presente en el imaginario colectivo, entre otras muchas.
Recordamos también la película de Kenneth Branagh, Frankenstein de Mary Shelley, de 1994, que nos intenta mostrar un monstruo semejante al que aparece en la novela, interpretado por Robert de Niro o la miniserie de 2004 de Frankenstein, dirigida por Kevin Connor y producida por Hallmark. En 2025 será Guillermo del Toro quien la lleve de nuevo a la gran pantalla ya que prepara nueva película, con Jacob Elordi como protagonista.
Algunas conclusiones
Entre los temas que discutimos con Mariño abordamos cuestiones como la técnica literaria de la obra. Sobre el maestro ejercicio de capas de escritura, como si fueran muñecas Matrioskas a través de los que se narra la novela. El explorador es el que empieza narrando la historia, después toma la palabra Víctor Frankenstein, le sigue la criatura que no tiene nombre, y finalmente la familia De Lacey, con la que el monstruo aprende las nociones básicas de cultura.
Comentamos también cómo se abordan temas tan actuales como el origen de la vida, la investigación científica, el debate ético, el aprendizaje de la lengua, la adaptación a las reglas de la sociedad, la bondad del amor familiar y la soledad y nos planteamos si existe alguna obra anterior que plantee este debate ético de dar vida a la materia inerte. Podéis conocer todos los detalles de la charla en el video o el podcast.
Supongo que Mary expió muchos de sus miedos a través de su monstruo. Porque la muerte y la desgracia la persiguió desde su nacimiento hasta su propia desaparición a los 53 años por un tumor cerebral. Pero a través de aquel demonio, también nos mostró la mayor de las sensibilidades y uno de los intelectos más prodigiosos de su tiempo. A mí me ha hecho plantearme que, quizá, a veces necesitamos ver el reflejo de lo que realmente somos. Que nos pongan cara a cara con la verdad sobre la condición humana. Su maldad, su ambición desmedida y su crueldad y descubrir que ese monstruo sin nombre podríamos ser cualquiera de nosotros.