ESTILO 14

El hotel Krasnapolsky y un plan de 48 horas en Ámsterdam

La capital de los Países Bajos es mucho más que coffee shops y el barrio rojo, es un destino ideal para los que busquéis una escapada de fin de semana impregnada de arte, flores y románticos canales

Latas de bulbas de tulipanes, Amsterdam
Latas de bulbas de tulipanes, Amsterdam Elisa Osuna

Allá por el año 1200, en la desembocadura del Amstel, emergió un pequeño pueblo pesquero, llamado Amstelledamme.  Su nombre aparece en la historia por primera vez en un documento de 1275 en el que el conde Flores V otorga a los habitantes el derecho a transportar bienes por agua sin pagar impuestos en su territorio. Hoy este territorio se ha convertido en una ciudad moderna, elegante y cosmopolita, rebosante de cultura, construida sobre cientos de canales, abarrotada de bicicletas y como ocurre en gran parte de capitales europeas, algo saturada de visitantes.

El Damero del hotel Krasnapolsky y su jardín de invierno

El Damero del hotel Krasnapolsky y su jardín de invierno

El damero del Krasnapolsky y su centenario jardín de invierno

En su maravilloso libro sobre hoteles literarios, Viaje alrededor de la Tierra, Nathalie H. de Saint Phalle, habla sobre el que fuera y todavía es el café-restaurante del Krasnapolsky, “un palmeral en un jardín de invierno y punto de cita de todos los viajeros internacionales de renombre en la ciudad donde se imprimen todos los mapas del mundo”.

Hemos seguido la pista hasta ese antiguo café, que hoy es uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad, -regentado por la cadena Anantara – para desde allí comenzar nuestro viaje. El hotel Kransnapolsky ocupa el número 9 de la plaza Damm desde hace 160 años y aguarda una bonita historia. La de un singular sastre polaco llamado Adolf Wilhelm Krasnapolsky que llegó a Ámsterdam en 1856 en busca de una oportunidad.

Cuando terminaba sus largas jornadas de trabajo se sentaba en los animados cafés de la Plaza Damm para conocer gente y entablar relaciones sociales. Las cosas le iban bien y pronto fundaría el que se convertiría en el café más famoso de la ciudad, el Jardín de Invierno, un espléndido palmeral cubierto de cálidas cristaleras y solado con un característico suelo damero en mármol blanco y negro que guarda los pasos de la historia y de todos aquellos que pasaron por allí buscando refugio y descanso. Es allí mismo, donde comenzamos este viaje, desayunando bajo la hermosa cúpula en este histórico y hermoso salón, pensando en la historia del sastre polaco y en el valor que tienen las personas como él, que fueron emprendedoras, trabajadoras y valientes.

La Lechera, de Johannes Vermeer

La Lechera, de Johannes Vermeer

10:00 En mi humilde opinión diría que lo primero que hay que hacer en la ciudad es ir a presentar nuestros respetos a Rembrandt y a Vermeer en el Rijks Museum y contemplar, con mucha calma, la mejor colección de obras del plorífero arte holandés, entre las que destacan iconos como La Lechera de Vermeer o La Ronda de Noche, una de las obras maestras de Rembrandt, que luce expuesta en la Galería de Honor del artista.

La Ronda de Noche, de Rembrandt, en el Rijks Museum

La Ronda de Noche, de Rembrandt, en el Rijks Museum

Para ser más eficientes os recomendaría dedicar toda la mañana a visitar en bloque los museos más importantes de la ciudad, en la Museumplein, porque muy cerca del Rijks tenéis el  icónico Museo Van Gohg, también de visita obligada (es imprescindible reserva online previa), donde encontraréis más de 200 obras del pintor neerlandés, entre las que destacan Autorretrato con sombrero de fieltro gris, Los girasoles o el dormitorio en Arlés y el museo de arte moderno Moco, con sede también en Barcelona.

14:00 Al terminar el tour museístico se habrá hecho la hora de comer, pero no tenéis que caminar mucho para encontrar buenas opciones. Por ejemplo, es muy agradable sentarse en la terraza de Ceppi’s, a 5 minutos del Rijks, y probar su deliciosa comida italiana. O caminar algo más y probar el Seafood Bar, de pescado y marisco, también muy rico.

Restaurante italiano Ceppi´s, Amsterdam

Restaurante italiano Ceppi´s, Ámsterdam

Antiguedades y joyas Vintage en Binenbaum

Antiguedades y joyas Vintage en Binenbaum, Neuwe Spiegelstraat

16:00 Después del merecido descanso, merece la pena pasear por Neuwe Spiegelstraat y admirar sus galerías de arte, sus joyerías vintage como Bruens o FBinenbaum, valorar la posibilidad de comprar vajilla típica artesanal holandesa de Royal Delft, de 1653 (son maravillosas) o perderse en tiendas de antigüedades como Salomon Stodel. Corre uno el riesgo de no salir de esa calle, pero sólo tenemos 48 horas, así que tomamos un café y seguimos.

Vajilla holandesa de Royal Delft, 1653

Vajilla holandesa de Royal Delft, 1653

18:00 Ámsterdam es conocida como la Venecia del Norte. Por eso, para conocerla es imprescindible hacer un minicrucero por los 165 canales y puentes que recorren la ciudad. Los hay de diversos tipos, elige los que son abiertos y reducidos o privados. Merece la pena pagar un poco más.

20:00 Para cenar hay bastante oferta, -en la ciudad hay 6 restaurantes con estrella Michelin, MOS y The White Room, en el hotel Krasnapolsky, entre otros-, pero uno de los must gastronómicos más populares es probar la cocina indonesia. Es más común y apreciada que la holandesa y la hay por todos lados, a un precio razonable. El restaurante Long pura es un sitio muy demandado, se come bien y son muy simpáticos. Lo pasaréis bien.

El lago Hofvijver y al fondo, el Palacio de Binnenhof, La Haya

El lago Hofvijver y al fondo, el Palacio de Binnenhof, La Haya

Día 2

10:00 El segundo día os recomiendo que hagáis una excursión de medio día a La Haya, sede del Tribunal Internacional de Justicia. Te sorprenderá una inesperada, coqueta y animada ciudad que bien merece una mañana (mínimo) Visitar la Mauritshaus, uno de los museos más bonitos que he conocido, es una delicia.

Mauritshaus Museum, La Haya

Mauritshaus Museum, La Haya

De sus paredes cuelga la enigmática Chica de la Perla, de Vermeer, la mona lisa holandesa que nunca existió y entre sus paredes palaciegas de estilo clásico holandés alberga una destacada colección de pintura holandesa del siglo de Oro. Es una visita inolvidable.

A pocos pasos también se puede contemplar el lago de Hofvjiver, el complejo de edificios políticos de Binnenhof o el Palacio de la Paz y comer en una de las terrazas de la plaza de Plein, flanqueada por árboles, edificios históricos y agradables cafés.

Para realizar el trayecto – de unos 45 minutos – hay varios horarios diarios desde Central Station. Leiden, Delft o Róterdam son también buenas opciones para hacer una excursión desde la capital.

17:00 Volvemos a Ámsterdam y no nos podemos marchar de la ciudad sin visitar el mercado de las flores, comprar bulbos de tulipanes holandeses enlatados y por supuesto, unos buenos quesos de gouda.

Tienda de queso gouda holandés, Amsterdam

Tienda de queso gouda holandés, Ámsterdam

Paseando por el centro encontraréis muchas tiendas gourmet, un buen sitio es Henri Willig. Aunque puede parecer una  locura si no se conoce la ciudad, siempre es ser divertido dar un paseo en bici. Tienen prioridad absoluta sobre peatones y vehículos. Vamos, que son las reinas del mambo. Si buscáis un plan más cultural y un poco de historia, estáis a tiempo de ir a conocer la casa-museo de Ana Frank . Otro de los must que siguen siendo inevitables en la ciudad.

Para cenar la última noche os recomiendo Loetje, de cocina local e internacional o Foodhallen, con diferentes puestos de cocinas del mundo, más divertido e informal.

¡Último consejo! Para desplazarse por la ciudad lo mejor es andar, un tuc tuc o el tranvía, los taxis son un abuso. Desde y hacia el aeropuerto el tren es también la mejor opción.

¿Hemos demostrado que Ámsterdam es mucho más que coffee shops, pubs y el barrio rojo?.  ¡Nos vemos en el próximo destino!.

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