Suena “It’s been a long time coming”. Flashes, móviles en alto, gritos. Incluso algún desmayo. Un despliegue de luces, colores, plumas; bailarines ya ataviados con vestuarios exagerados salen al escenario, mientras se escucha su voz: “Mi nombre es Taylor Swift. Nací en 1989”. No hace falta más presentación. Si hay ahora mismo una artista que está en todas partes es ella: un fenómeno incomparable que hace de oro todo lo que toca, y no sólo lo que tiene que ver con su música: cada paso que da tiene consecuencias a nivel social, económico y político. ¿Por qué Taylor Swift domina el mundo?
Está en todas partes. Ahora mismo, en medio de un tour mundial multimillonario –su gira de 52 conciertos podría recaudar 620 millones de dólares, de los que ella podría quedarse con unos 500–, con una película taquillera homónima (The Eras Tour), habiendo hecho historia en los Grammy y habiendo sido nombrada mujer del año por la revista Time, no sólo es la mujer más poderosa del mundo de la música, sino que su poder trasciende la industria y la sitúa en el centro del mapa mundial.
Su vida privada siempre ha sido parte del fenómeno, y más desde que sale con Travis Kelce, la estrella de la Super Bowl, y se le augura un papel determinante en las próximas elecciones americanas. Teorías de la conspiración y una base de seguidores transgeneracional e internacional componen las últimas características del “reinado siwftie”.
Una historia de éxito: del country al pop
Taylor Swift dio uno de sus primeros conciertos en 2006, con tan sólo 17 años. Por entonces era una joven chica de Pensilvania, criada en una granja de árboles, que se mudó junto a su familia a Nashville, en Tennessee, la cuna de la música country. Su sueño era triunfar en ese género, y así lo hizo. Se convirtió en una megaestrella en Estados Unidos, siendo aún menor de edad, y de triunfar en un estilo musical minoritario y casi completamente circunscrito a su lugar de origen pasó a ser una de las más grandes estrellas del pop de todos los tiempos.
Según Víctor Ant, crítico musical en la revista especializada Neo 2, Taylor Swift se ha convertido en un fenómeno musical porque estábamos sedientos de “la historia de la popstar”. “Si nos fijamos, hace años que no surge un fenómeno similar; a priori, parece que ha habido varios, como Dua Lipa o Beyoncé, pero Taylor Swift cumple la norma. Es decir, cumple el estándar de Madonna (salvando mucho las distancias, porque Taylor, en mi opinión, no tiene tanto talento). Ella representa esa herencia: es una chica de orígenes humildes, que se ha labrado su carrera, que protesta, que no tiene miedo de quejarse, que no tiene miedo de exponer a quien se le pone en medio y que ha derribado una barrera gigante, que es su mayor logro, aunque ahora todos lo reivindiquen”.
Aunque muchos otros factores rodean el fenómeno, el principal aspecto por el que ha arrasado es la música: Taylor Swift ha evolucionado del country de su origen al pop más normativo, pasando por géneros como el folk. Y eso es precisamente lo que defiende y reivindica en su gira ‘The Eras Tour’, en la que hace un repaso por todas esas “eras” de su carrera, que ni la avergüenzan ni revindica: simplemente, son parte de su historia.
¿Pero qué tiene su música de especial? Como creadora, tiene muchas virtudes que se van acumulando y superponiendo. La principal es la composición: mientras muchos cantantes de pop se limitan a la interpretación, Taylor Swift compone tanto la letra como la melodía de cada una de sus canciones, aunque dentro siempre de los cánones y los estándares clásicos del pop. Es inteligente a la hora de crear aquello que va a conectar directamente con la generación a la que se dirige: tiene olfato en la estructura de la canción, en la subida de los puentes (en la gira presta especial atención a que el público los coree) y en los estribillos. Son pegadizos, son icónicos. De ahí que tenga hits permanentes a lo largo de sus más de 17 años de carrera.
Sin embargo, esta “popularidad” también juega en su contra. Así lo cree la artista y fotógrafa Lupe de la Vallina, experta en cultura pop: “Yo no termino de entender el fenómeno. He intentado acercarme a la postura de gente a la que respeto mucho, de cuyo criterio musical y sobre la cultura pop me fío. Y aunque musicalmente es correcta y desde el punto de vista estético es aceptable, Taylor Swift no innova en nada, ni arriesga musicalmente. Respeto muchísimo lo que ha conseguido, pero no lo entiendo. Hay un punto de pasión por ella con la que no me puedo identificar”.
Quizá ahí está también la cuestión: como cantante, tiene una voz aceptable, ni especialmente reconocible ni estridente ni espectacular; es correcta a nivel musical. Pero es una artista “vainilla”, que no ofende. Y, sin embargo, levanta pasiones que van más allá de lo racional, moviliza el voto, modifica el PIB de la primera potencia del mundo como es Estados Unidos. “Es un molde del pop que no se había vuelto a repetir, y aunque cueste decirlo, podríamos estar hablando de ‘la Madonna de nuestro tiempo’, porque ha generado un canon parecido. Eso es lo más destacable, porque se muestra como una persona cercana: siendo una chica de pueblo, demuestra que puedes llegar a lo más alto de las listas y tener once discos en el número uno, y seguir dando guerra. Eso no significa únicamente que tus canciones gustan, sino que inspiras, que es el factor más decisivo para que una mujer, o cualquier persona en realidad, se convierta en una estrella”, sentencia Víctor Ant.
“La gira de los mil millones”
Hay quienes diferencian entre el “fenómeno Taylor” y el fenómeno de esta gira en concreto. Incluso los periodistas musicales, sin declararse swifties, afirman que no pueden perderse un espectáculo de tal calibre y magnitud. Se trata de un megashow de casi cuatro horas de duración, en el que Taylor Swift repasa sus 17 años de carrera a través de 45 canciones (seis de ellas, añadidas posteriormente, ya que en mitad de la gira ha publicado otro disco, The Tortured Poets Department) con una apuesta escénica fuera de todo canon.
Lo mejor, y un motivo de orgullo y de admiración para muchos de sus fans, es que repasa sus discos porque se ha visto obligada a regrabar varios de ellos por un problema legal con sus derechos en una jugada legal bastante turbia realizada por su exmánager, Scooter Braun. Cuando la discográfica en la que estaba Taylor Swift antes de pasar a Universal, Big Machine Records, fue adquirida por 330 millones por Braun, este representante pasó a tener la propiedad de todos los masters de los seis primeros discos de la ganadora de 14 premios Grammy. La historia completa de este rifirrafe legal puede verse en el documental Taylor Swift vs Scooter Braun: Bad Blood.
Las regrabaciones, las “Taylor Version”, han sido clave y son las responsables de que pusiera en marcha esta gira. Ese “girl power”, tan feminista y tan empoderado, se mezcla en su caso con una empatía y una vulnerabilidad a la hora de mostrar y escribir sobre su vida diaria y sus emociones que para muchos son la clave de su éxito. De hecho, Taylor Swift ha sido siempre criticada por ser “demasiado polite”, casi perfecta: la chica rubia de ojos azules que nunca se metía en ninguna polémica. Pero en su documental, Miss Americana, decide romper esa imagen de niña buena y acabar con su autocensura, preocupada siempre por no ofender. Y todo ello coincide con una era dorada del pop.
Inclusividad y nuevas posturas
“Ella fue la primera en derribar la barrera del country, que era un género muy machista, un gueto, y con ello ha conseguido tener una audiencia transgeneracional. Taylor Swift no sólo gusta a personas jóvenes, sino también a la comunidad LGTBIQ+, que es una característica muy importante para ser una diva del pop, y a las madres: canta historias cotidianas, historias pequeñas, y a la vez con apuestas más revulsivas, como su disco Reputation. Su principal virtud reside en que parece una chica que podría ser tu vecina pero que en realidad es una cantante multimillonaria, y en su gira, ‘The Eras Tour’ se ve su estatus”, continúa Víctor Ant.
El hecho de que haya decidido alzar la voz en algunos aspectos, como en la defensa de los derechos del colectivo LGTB o pidiendo el voto contra Donald Trump, ha provocado un “efecto llamada” por el que parece estar obligada a posicionarse en todo. Especialmente por ser mujer, algo que no se pide a otros compañeros de profesión hombres. Con ello, ha ocurrido algo insólito, sin precedentes contemporáneos: Taylor Swift utiliza el medio más eficaz del momento, la canción pop, para contar su historia. Sin embargo, con el tiempo, ha aprovechado el poder de los medios, tanto tradicionales como nuevos, para crear algo totalmente único: un mundo narrativo en el que su música es sólo una pieza de una historia interactiva y cambiante. Swift es el arquitecto y el héroe, el protagonista y el narrador de esa historia. Y por eso se estudia en la universidad, incluida Harvard, donde se la compara con el poeta William Wordsworth.
Este ha sido el año en el que ha perfeccionado su “magia”, no sólo con su música, sino también en su posición de maestra narradora de la era moderna. La gente, por su parte, contribuyó mirando, haciendo clic y dando a “me gusta”, llorando, bailando, cantando, ¡desmayándose!, acudiendo en hordas a estadios y cines: la dejaron entrar y la convirtieron en la banda sonora de sus vidas. Como relataba Taylor Swift a Time cuando la nombraron persona del año, para ella es un momento cumbre. “Es lo más orgullosa y feliz que me he sentido nunca, y lo más creativamente realizada y libre que he sido jamás. En última instancia, podemos darle todas las vueltas que queramos, o intentar complicarlo en exceso, pero sólo hay una pregunta: ¿te divierte?”.
Las eras de Taylor Swift representan sus distintas facetas como artistaLos logros de Swift como artista –cultural, musical y comercialmente hablando– son tan numerosos que contarlos parece casi inútil. Como estrella del pop, ocupa un lugar privilegiado junto a Elvis Presley, Michael Jackson y Madonna; como compositora, se la ha comparado con Bob Dylan, Paul McCartney y Joni Mitchell. Como empresaria, ha construido un imperio valorado, según algunas estimaciones, en más de mil millones de dólares. Y como celebridad –que a fuerza de ser mujer es objeto de escrutinio por todo, desde con quién sale hasta qué ropa se pone– lleva mucho tiempo acaparando la atención constante y sabe cómo aprovecharla. Se ha convertido en la protagonista del mundo.