El escritor de terror del que nadie habla, pero es el mejor de la historia

El mejor escritor de terror no es ni Stephen King ni ningún otro que tienes en mente. De hecho, es un completo desconocido

Historias de terror - Cultura
Una imagen simbólica de una historia de terror Shutterstock

Hay nombres que resuenan en el imaginario colectivo como sinónimos del miedo literario. H.P. Lovecraft, Edgar Allan Poe, Stephen King. Sin embargo, pocos lectores recuerdan a Algernon Blackwood, ese autor inglés cuya obra se desliza como una bruma espesa por los rincones más olvidados de la literatura sobrenatural. Y, sin embargo, hay una certeza que cada vez más críticos literarios comienzan a recuperar del olvido: quizás Algernon Blackwood fue el mejor escritor de terror de todos los tiempos. Es lo mismo que sucede con el mejor escritor de fantasía o el mejor escritor de ciencia ficción. No es algo exclusivo del género de miedo y misterio que nos toca tratar aquí.

Cuando pensamos en el terror clásico, es habitual que se nos venga a la cabeza el horror cósmico, los cuentos góticos o las casas encantadas. Pero Blackwood no necesitaba criaturas grotescas ni castillos en ruinas. Le bastaba el viento entre los árboles, una montaña silenciosa o la corriente de un río. Ahí es donde reside su maestría. Porque si hay algo que distingue al mejor escritor de terror, es su capacidad para hacer temblar al lector sin mostrar apenas nada. Y Blackwood lo conseguía con una sutileza escalofriante.

La naturaleza como escenario del pavor en la obra de Blackwood

En la obra de Algernon Blackwood no hay demonios medievales ni zombis salidos de tumbas. Lo que hay es bosque, río, montaña, niebla. Lo que hay es lo desconocido latiendo en la naturaleza. En relatos como El Wendigo o Los sauces, el paisaje deja de ser un mero telón de fondo para convertirse en protagonista. Esa capacidad para convertir lo cotidiano en siniestro es una de las razones por las que Blackwood puede ser considerado, con total justicia, el mejor escritor de terror.

El escritor de terror del que nadie habla, pero es el mejor de la historia

Una fotografía de archivo del escritor británico Algernon Blackwood | Wikipedia

Mucho antes de que la etiqueta “terror psicológico” se convirtiera en tendencia editorial, Blackwood ya exploraba los abismos de la mente humana. Sus personajes no son simples víctimas de entidades externas, sino seres que se enfrentan a sus propios temores, a lo intangible. Esa forma de abordar lo sobrenatural como un reflejo de lo interno le otorga una profundidad que pocos autores han logrado igualar. Y es, sin duda, otro argumento de peso para afirmar que fue el mejor escritor de terror que jamás empuñó una pluma.

El olvido injusto del canon literario

¿Por qué, entonces, tan pocos recuerdan a Algernon Blackwood? La respuesta es compleja. Su estilo, más introspectivo y poético que el de muchos de sus contemporáneos, lo apartó del público masivo. Además, su obra quedó en una especie de limbo editorial durante décadas. Pero eso no resta valor a su legado. Al contrario: invita a redescubrirlo con otros ojos, y a reconocer que el mejor escritor de terror quizás no fue el más famoso, pero sí el más profundo, el más atmosférico, el más etéreo.

Blackwood no solo fue narrador, también fue explorador espiritual. Su interés por el ocultismo, la teosofía y las tradiciones orientales impregnó su obra de una dimensión casi mística. En sus relatos, lo sobrenatural no es solo miedo, sino trascendencia. Lo inexplicable no es solo amenaza, sino revelación. Esa ambivalencia convierte su terror en algo mucho más complejo que el susto fácil. Quizás ahí resida el secreto para entender por qué es considerado por muchos el mejor escritor de terror, aunque la historia no le haya dado aún su lugar.

El escritor de terror del que nadie habla, pero es el mejor de la historia

Portada de ‘Los Sauces’, de Algernon Blackwood | Hermida Editores

Más de un siglo después de su publicación, las historias de Blackwood no han envejecido. Todas ellas mantienen intacta su capacidad para estremecer sin estridencias. El lector moderno puede encontrar en ellas una clase magistral de atmósfera, ritmo y sugestión. Es un terror que no grita, pero que permanece. Y ese es, precisamente, el sello del mejor escritor de terror: aquel que susurra en lugar de gritar, pero deja una huella mucho más honda

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