‘El cuento de la criada’: ¿quién confía en un final feliz para las mujeres de Gilead?

La serie, que empezó como advertencia, ahora funciona como reflejo, combinando denuncia social y acción, aunque sin prometer un final esperanzador

Fotograma de la serie ‘El cuento de la criada’.

Probablemente más que ninguna otra, ‘El cuento de la criada’ es una serie dotada con el don de la oportunidad. Dicho de otro modo, tiene un ‘timing’ perfecto, o tal vez perfectamente terrible. Si su primera temporada se estrenó en abril de 2017, cuando Donald Trump acababa de instalarse en la Casa Blanca, su sexta y última tanda de episodios lo hace ahora -casi dos años y medio después de que, al final de la quinta, viéramos a June (Elizabeth Moss) y a Serena (Yvonne Strahovski) viajando a bordo de un tren de refugiados rumbo a Alaska o Hawái-, mientras Trump usa los primeros meses de su segundo mandato como presidente de Estados Unidos para imponer un autoritarismo creciente, una regresión generalizada de los derechos de las mujeres y una amenaza de represión política que ya hace temblar al resto del mundo. Cuando vio la luz, pues, la serie se percibió como advertencia de lo que estaba por venir, y ahora funciona a modo de amarga constatación tanto de lo que el auge de los autócratas ha provocado ya -al otro lado del océano, pero también mucho más cerca- como de lo que promete seguir provocando de forma inminente. No es excesivamente exagerado afirmar que ha pasado de ser ciencia-ficción a convertirse en algo parecido a un documental. Y todo eso a pesar de que la novela distópica homónima de Margaret Atwood en la que se basa ya ha cumplido 40 años.

En el formato literario y en el televisivo, recordemos, ‘El cuento de la criada’ transcurre en el seno de una futura dictadura militar totalitaria conocida como la República de Gilead, que ha reorganizado la sociedad en base a una interpretación extrema del Antiguo Testamento. Dado que las catástrofes medioambientales han dejado infértil a gran parte de la población, el gobierno ha introducido la gestación subrogada forzada inspirándose en el Génesis, primer libro de la Biblia. Las mujeres representan la clase de menor rango; se les impide poseer propiedades, leer y escribir y, además de habérseles despojado de su libertad reproductiva, se las somete a la esclavitud sexual con el fin de que tengan hijos para los ricos y poderosos. En Gilead, cualquier persona que no sea heterosexual acaba ahorcada en público.

El cuento de la criada - Cultura
Elisabeth Moss, la protagonista de ‘El cuento de la criada’ (MGM Television)

Atwood mantuvo su texto en el terreno de la alegoría, pero la presión ejercida por el mundo real ha impuesto sobre la serie paralelismos explícitos entre el universo de la ficción y el nuestro. Desde el principio, los trajes que visten las criadas se convirtieron en símbolos de protesta contra los ataques a los derechos de las mujeres que el auge de la extrema derecha ha traído consigo. El estreno de la cuarta temporada estuvo marcado por el persistente eco social del asalto al Capitolio, sucedido tres meses antes, y la quinta vio la luz pocas semanas después de que la Corte Suprema estadounidense eliminara el derecho constitucional al aborto. Ahora, la serie se acerca a su conclusión poco después de que Trump firmara una orden ejecutiva según la que solo existen dos sexos, indultara a manifestantes antiabortistas y adoptara otras medidas natalistas.

A lo largo de los primeros ocho episodios de su sexta temporada, podría decirse que ‘El cuento de la criada’ se comporta más o menos como lo ha venido haciendo: su narración sigue avanzando a trompicones, repitiendo tramas -¿cuántas veces se ha tenido June que decidir entre huir de Gilead o quedarse para seguir participando en el movimiento de resistencia?- y renunciando al pulso narrativo y la sorpresa mientras se dirige hacia una resolución que seguramente no complacerá a muchos. A nivel dramático puede resultar frustrante, pero tiene sentido en cuanto que refleja lo difícil que resulta desmantelar un sistema totalitario.

Elisabeth Moss como June Osborne en 'The handmaid's tale'
Elisabeth Moss como June Osborne en ‘The handmaid’s tale’

A medida que avanza hacia su conclusión, es cierto, la temporada no escatima en escenas de acción ni intriga, y cada episodio incluye misiones secretas, traiciones descubiertas y secretos expuestos que provocan enfrentamientos violentos. Al mismo tiempo, eso sí, se empeña en divagar y en dedicar más esfuerzos a ofrecer populistas muestras de empoderamiento femenino que a perfeccionarse como la mordaz sátira que debería ser, pero en todo caso proporciona generosas dosis del tipo de indignación que buena de los espectadores buscan en ella. Y lo más sorprendente es que, mientras lo hace, demuestra no tomarse tan en serio como las temporadas previas, pese a lo que sugieren todos esos primeros planos en los que Moss -que además de seguir encarnando ferozmente a June ha dirigido cuatro episodios de la temporada- mira desafiante a la cámara; de hecho, la recorre una mezcla de ligereza y humor negro que no solo nos proporciona respiros puntuales sino que nos recuerda hasta qué punto es terapéutico intentar mantener una sensación de normalidad cuando tu mundo se ha vuelto profundamente anormal.

¿Significa eso que June y sus compañeras lograrán finalmente, después de muchos intentos, derrocar al gobierno que les robó su autonomía corporal? Todo apunta a que no. De entrada, ya se ha anunciado que ‘El cuento de la criada’ tendrá una continuación, ‘The Testaments’, basada en la secuela homónima que Atwood escribió en 2019, que transcurre 15 años después y en la que Gilead todavía existe. Además, esta serie nunca ha mostrado intención alguna de encaminarse hacia un final feliz. Y lo cierto es que, dada la situación política actual, incluso una conclusión levemente esperanzadora corre el riesgo de ser considerada imperdonablemente ilusa.

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