La primera escena del debut como directora de la actriz Anna Kendrick nos sitúa en 1977, durante una sesión fotográfica en medio del desierto. Mientras posa, la modelo explica las circunstancias que la han llevado hasta allí, y empieza a llorar. El fotógrafo, la única otra persona presente, intenta consolarla por su reciente ruptura sentimental. “Sigue hablando, ¿vale?”, le ruega, dándose un golpecito en el corazón. Ella continúa contándole su triste historia y, en ese momento de completa vulnerabilidad, él le pone sus manos alrededor del cuello y empieza a apretar. Una vez la ha dejado sin aliento, le practica el boca a boca, y la devuelve a la vida solo para disfrutar del placer de matarla de nuevo.
En realidad, esta película -recién estrenada en Netflix– cuenta dos historias, que se cruzan, se alternan y dialogan entre sí. En una, el asesino en serie presentado arriba viola y asesina a mujeres y niñas. En la otra, una aspirante a actriz llamada Cheryl Bradshaw acepta a regañadientes participar en ‘The Dating Game’, mítico concurso de citas estadounidense en el que, cada semana, una joven escoge entre tres candidatos -a ciegas, y basándose únicamente en las respuestas que ofrecen a las preguntas que ella les formula- a aquel con el que tendrá una cita. ¿Quién es uno de los pretendientes con los que le toca lidiar? El asesino en serie. ¿Qué es lo más desconcertante del asunto? Que la película está basada en una historia real.
Las microagresiones
En efecto, el psicópata que da título a ‘El asesino del juego de citas’ es Rodney Alcala, que en su día fue condenado a muerte por haber matado a 5 mujeres en la década de los 70, aunque se cree que en realidad acabó con las vidas de más de 100 -murió en 2021, mientras esperaba su ejecución, a causa del Alzheimer-; cuando apareció en el concurso, en medio de su ola de crímenes, ya había estado en prisión por abusar de menores. El foco de la película, eso sí, permanece puesto en Cheryl. Cuando la vemos por primera vez, en el transcurso de una audición, dos hombres evalúan su apariencia delante de ella con la misma actitud indolente que usarían para evaluar un coche de segunda mano.
Poco después, se deja convencer por su agente para que participe en el concurso, a pesar de que detesta todo cuanto representa, porque necesita la promoción que pude proporcionarle y porque, claro, ignora que el Soltero n.º 3 -aquel al que acabará escogiendo- es un maníaco homicida. A partir de entonces, contemplamos cómo la joven se enfrenta a una sucesión de microagresiones machistas durante la grabación del programa. Nada más verla, el presentador exige que cambie su vestido por uno que tenga más escote, y le ordena que se limite a sonreír y “ser bonita”.
Kendrick usa el concurso como columna vertebral de la película, y entretanto va insertándole escenas en las que Alcala seduce, viola y mata a mujeres jóvenes. Su escenificación de los crímenes es sobria; no recurre a excesos de sangre ni se recrea en el sufrimiento de las víctimas y, en cambio, para generar tensión lleva a cabo un uso preciso de los espacios vacíos, los silencios incongruentes y los movimientos de cámara, recreándose asimismo en esos momentos pavorosos en los que el peligro es evidentemente inminente, pero aún no se ha materializado.
La pregunta de Kendrick
Pero, decimos, ‘El asesino del juego de citas’ no se centra en las cosas terribles que hizo Alcala, sino en la sociedad que le permitió hacerlas. Es un mundo, Estados Unidos en 1978, en el que se espera que las mujeres se ajusten a ciertas normas de aspecto y de comportamiento diseñadas para cosificarlas -que, más concretamente, complazcan obedientes los deseos y necesidades de los hombres- y en el que sus voces son completamente ignoradas; mientras contempla el programa de Cheryl, por ejemplo, una espectadora reconoce a Alcala como la persona que fue vista por última vez con su amiga, posteriormente agredida sexualmente y asesinada, pero sus intentos desesperados de advertir de ello a algún miembro del equipo del programa son del todo infructuosos. ¿Cuánto hemos cambiado desde entonces? Es la pregunta que Kendrick trata de plantearnos.
A pesar de que en la película Cheryl toma el control del concurso al plantear a sus pretendientes preguntas mucho más inteligentes que las estupideces picantes preparadas para ella por los guionistas, en la vida real las respuestas que dio Alcala, y que resultaron en su elección, fueron repulsivas desde el principio. En un momento del programa, Bradshaw le preguntó: “Te estoy sirviendo la cena. ¿Cómo te llamas y cómo eres?”. Alcala respondió: “Me llaman plátano, y tengo un aspecto estupendo… Pélame”. La mujer debió de sospechar que el tipo no era de fiar porque, tras la grabación del programa, llamó a la coordinadora de concursantes para decirle que no quería seguir adelante con su cita con él. Esa corazonada probablemente le salvó la vida.