Pese a que su ex Bob Dylan dijo de ella que “tiene todo lo que necesita” y “nunca mira hacia atrás” en la primera estrofa de su himno She Belongs To Me, lo cierto es que Joan Báez lleva mucho tiempo buscando respuestas en su propio pasado a través tanto de la publicación de dos libros de memorias como de la participación en varios documentales dedicados a su figura, y el que ahora se estrena en España parece ser la culminación de ese periodo de introspección.
Dirigido a seis manos por Miri Navasky, Karen O’Connor y Maeve O’Boyle, Joan Baez: I Am Noise se abre con una cita de Gabriel García Márquez: “Todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta”, y durante el resto de su metraje recorre todas esas dimensiones de su protagonista para ofrecernos un retrato de ella tan detallado como lleno de zonas borrosas.
El presente de la película es la gira de conciertos que Báez celebró en 2018 y que significó su despedida de los escenarios, y las directoras van alternando situadas en él con un repaso biográfico a calzón quitado compuesto de un completo mosaico de dibujos, fotografías, películas caseras, cartas y grabaciones de audio, que recorre el periplo vital de la cantautora desde que saltó al estrellato repentinamente en 1959, a los 18 años, provista tan solo de su guitarra y una voz cristalina.
“Bob Dylan me rompió el corazón”
A los 21 fue portada de la revista Time, y a partir de entonces se fue confirmando como una de las grandes intérpretes musicales de la historia al tiempo que abanderaba el resurgir de la música ‘folk’ norteamericana, impulsaba la carrera de Dylan al subirlo consigo al escenario de sus conciertos –”Me rompió el corazón”, confiesa al recordar cómo el genio se distanció de ella sin dar explicaciones– y, por supuesto, se erigía en símbolo de la música entendida como protesta y disensión, y como forma de antibelicismo, autoritarismo y defensa de los derechos civiles.
En cualquier caso, I Am Noise asume que sus espectadores ya están familiarizados de antemano tanto con los titulares de la biografía de Báez como con su catálogo de canciones, y por tanto prefiere centrar su atención en otra cosa: constatar cómo, en paralelo a su permanente lucha pública por la justicia, la cantante mantuvo –y sigue manteniendo– un combate interior contra demonios personales –ataques de ansiedad, depresión, soledad, recuerdos reprimidos– escondidos tras una fachada de serenidad. Para bien o para mal, dicho de otro modo, esta película por momentos funciona a la manera de una sesión de terapia.
Lo que emerge de ella, de entrada, es una infancia “teñida de oscuridad”, en buena medida por las burlas racistas de las que era objeto en la escuela a causa de los orígenes mexicanos de su padre. “Me sentía inferior a los niños blancos y los niños ricos”, recuerda. Desde entonces, tocar la guitarra y cantar le sirvieron de válvula de escape.
Posteriormente, su temprano éxito levantó ampollas en el seno de su familia: su padre se quejaba de que ganaba dinero con demasiada facilidad, y sus hermanas sentían celos de ella. La fama la atrapó en su red antes de que pudiera curar esas y otras heridas de infancia cuya causa desconocía, de manera que el dolor derivado de ellas siguió junto a ella a lo largo de la relación sentimental que mantuvo con su amiga Kim Chappell, junto a quien escribió la canción contra la guerra All the World Has Gone By; de su historia de amor con Bob Dylan cuando él todavía era poco más que un “ser humano pequeño y andrajoso” necesitado de una madre y un lugar donde tocar la armónica, y de sus cinco años de matrimonio con el activista David Harris, que la dejó embarazada poco después de la boda y solo unas semanas más tarde fue encarcelado por negarse a cumplir con el servicio militar obligatorio.
“No se me da bien relacionarme con la gente individualmente, se me da bien relacionarme con grupos de dos mil personas”, confiesa. La única relación personal que ha tenido la oportunidad de remediar es la que mantiene con su hijo, Gabriel, que en un momento de la película admite haber tenido dificultades para reconciliarse con su madre. “Ella estaba ocupada salvando el mundo”, recuerda. “Ningún niño puede entender eso”. La sensación de fracaso personal –de ser “un desastre”, como la propia Báez se define– impregna toda la película. La cantante llega a admitir que en su momento desarrolló algo parecido a una adicción al activismo del mismo modo que posteriormente se engancharía a la metacualona, y que tras el fin de la guerra de Vietnam se sintió “perdida”.
Es en el último tercio de I Am Noise que va emergiendo una posible causa de la oscuridad, el caos interior, el insomnio, la incapacidad para intimar y la insatisfacción perenne. Entonces tiene lugar una revelación: Báez y su hermana Mimi asistieron a sesiones de lo que se conoce como Terapia de Memoria Recuperada, durante las que descubrieron recuerdos reprimidos de un posible abuso sexual por parte de su padre; y ese abuso, sostiene la cantante, serviría par explicar las personalidades múltiples –algunas de ellas encarnadas por animales– que anidan en su interior.
Cabe decir que la Terapia de Memoria Recuperada es una técnica controvertida y científicamente desacreditada y, en la película, la propia Báez demuestra tener eso muy en cuenta. No pretende haber encontrado en ella la clave para descifrar la angustia existencial que ha marcado su vida, pero sí deja claro que el proceso de reflexión profunda emprendido gracias a ella, y del que este documental es una extensión, le ha proporcionado cierta paz.