“Don’t call me baby!”, gritaba Barb Wire antes de disparar a un hombre en Corrupción en Miami. Mucha laca, un corsé de cuero negro, su característico maquillaje y los pechos siempre a punto de salir de su sujeción: Pamela Anderson encarnaba un ideal de belleza que ella misma había construido gracias a su papel en Los vigilantes de la playa. Los 90 habían encumbrado por un lado la ausencia de formas, el heroin chic de las modelos noventeras encabezadas por Kate Moss; por otro, estas “barbie girls” logradas a golpe de bisturí.
En la cresta de la ola, como icono incuestionable (aunque para muchos también vergonzante) de la década, tanto popular como erótico, Pamela Anderson decidió dar un paso atrás. Abandonó la serie de David Hasselhoff, aunque continuó protagonizando la portada de Playboy, y grabó la polémica sex tape con Tommy Lee, con quien tuvo dos hijos.
Su estatus de estrella global también trajo consigo etiquetas que la encasillaron en un rol del que, durante años, intentó escapar. Ella misma ha hablado sobre el peso de esa imagen, declarando en entrevistas que “la sexualización se convirtió en una cárcel”. A pesar de ser admirada y deseada, Anderson se sentía atrapada en un papel que no reflejaba su verdadera personalidad o aspiraciones. “Fui tratada como una caricatura, como si no tuviera nada más que ofrecer que mi apariencia”.
El cambio de rumbo: el activismo
El punto de inflexión en la vida de Pamela Anderson comenzó con un proceso de introspección y desapego de esa imagen superficial. Fue en los últimos años cuando decidió reconectar con sus raíces y con proyectos que la representaran de manera más auténtica. Este cambio no se trató solo de una nueva dirección profesional, sino de un replanteamiento de su identidad. Anderson se mudó a su natal Canadá, dejó atrás los focos de Hollywood y adoptó una vida más tranquila y centrada en sus pasiones personales, como el activismo por los derechos de los animales y causas ambientales.
En 2019 se trasladó a la casa de su abuela, Ladysmith, una extensa propiedad de seis acres en la isla de Vancouver. Está sobre el agua, en la misma pequeña ciudad de la Columbia Británica donde Anderson creció. Poco después, cuando promocionaba su fundación para conservar el medio ambiente, Anderson desveló al mundo que había sufrido abusos sexuales desde que tenía 6 años. “Volver a esta casa me ha hecho comprender que sigo siendo aquella niña”, dijo entonces.
Como resultado de su “vuelta a casa”, vieron la luz varios proyectos: por un lado, una serie de televisión titulada Pamela’s Garden of Eden, que se estrenó en 2022. Pero también empezó a trabajar en sus memorias, Love, Pamela, y en un nuevo documental.
El documental de Netflix y la reivindicación de su historia
En 2023, la historia de esta transformación quedó plasmada en el documental de Netflix Pamela, a Love Story, donde Pamela Anderson abrió las puertas a su vida más allá del glamour y los escándalos mediáticos. El documental, dirigido por Ryan White, ofrece una mirada íntima a su carrera, su vida personal y el dolor que le causaron los medios de comunicación al explotar su imagen sin su consentimiento. Una de las revelaciones más impactantes fue cómo el robo de su video íntimo con Tommy Lee impactó profundamente su vida y carrera, y cómo nunca fue realmente escuchada ni comprendida en medio de aquel escándalo.
Este documental ha sido un paso importante para Anderson en su lucha por reivindicarse no solo como una figura pública, sino como una mujer con una historia y voz propia. Es un relato honesto y emocional que ha permitido que la actriz recupere parte del control sobre su narrativa y sea vista desde una nueva perspectiva. Eso, sumado a su aparición en campañas de moda, como Vivienne Westwood, y a su reivindicación de no llevar maquillaje, la trajeron de vuelta a la primera plana.
La nueva Pamela en el cine
Hoy, Pamela Anderson ha vuelto a brillar en el foco de atención, pero bajo una nueva luz. En el Festival de Cine de San Sebastián, la actriz ha estrenado su nueva película, The last showgirl, un proyecto cinematográfico que marca su regreso a la gran pantalla desde un lugar más empoderado y que ha sido dirigido por Gia Coppola, nieta de Francis Ford Coppola.
Un drama ambientado en Las Vegas que sigue las desventuras de una bailarina de estriptis que ve cómo el lugar en el que ha protagonizado un espectáculo prácticamente toda su vida, echa el cierre tras treinta años. Todas las trabajadoras del local tendrán que replantearse su vida cuando les anuncian que tienen dos semanas antes de la clausura definitiva del lugar. Es Shelley el nombre de la protagonista de esta historia, también tiene una historia familiar: la relación con su hija no es la mejor.
Al presentarla en Zinemaldia, Pamela Anderson ha realizado algunas declaraciones en las que compara su propia vida con la de la protagonista. “He estado preparándome toda mi vida para esta película”, bromeó al iniciar su discurso y provocó más de una carcajada en la audiencia. “Nunca había sentido algo con tanta fuerza”. En esa misma línea, confesó qué fue lo primero que pensó sobre este proyecto: “No tengo nada que perder. Voy a hacerlo y ya está”.