Cuando el cine rompió el tabú de la violencia de género

Cada 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y el cine, como constructor de imaginarios y motor de cambio, es clave en la erradicación de su normalización y en el despertar de la conciencia colectiva sobre esta lacra

Escena de la película 'Te doy mis ojos'.
Escena de la película 'Te doy mis ojos'.

La violencia machista es un mecanismo de control vinculado a una construcción ideológica de las relaciones de género en el sistema de dominación patriarcal. Según la investigadora Julia Cabrera Compoy, este sistema puede entenderse como imaginario social, generando un esquema capaz de establecer qué es real a partir de la (re)construcción de subjetividades que son asumidas como esenciales. El cine, gracias a su doble naturaleza real e imaginaria y a los procesos de proyección e identificación, es un dispositivo privilegiado precisamente para construir y reconstruir esos imaginarios.

El cine español ha sido uno de los grandes adalides en cuanto a la representación de estas violencias, aunque a menudo ha generado el debate de si lo hacía desde un objetivo de denuncia y concienciación, fomentando la reflexión y la erradicación de estas violencias, o si ha perpetuado el sistema.

Lo cierto es que el tabú, desde luego, lo ha roto. Tratándose de una de las problemáticas más arraigadas y silenciadas en nuestra sociedad, la violencia de género ha encontrado en el cine un espacio para visibilizarse. A lo largo de las últimas décadas, el séptimo arte en España ha mostrado un compromiso creciente con este tema, abriendo el debate y explorando sus múltiples aristas. Desde relatos crudos como Te doy mis ojos (2003) hasta enfoques más sutiles como los de María (y los demás) (2016), la representación de este fenómeno ha evolucionado de la denuncia explícita a una introspección más compleja.

María (y los demás), película española de 2016, que constituye el primer largometraje dirigido por Nely Reguera

María (y los demás), película española de 2016, que constituye el primer largometraje dirigido por Nely Reguera

En Te doy mis ojos, dirigida por Icíar Bollaín, el foco está en Pilar, interpretada por Laia Marull, quien huye de su marido maltratador (Luis Tosar). La película no solo da voz a la víctima, sino que también explora la mente del agresor, una decisión que desató polémica, pero que añadió profundidad al retrato del ciclo de abuso. Este enfoque contrastó con otros relatos de la época, al mostrar no solo el sufrimiento, sino las dinámicas psicológicas y sociales que perpetúan el maltrato.

Más recientemente, el cine español ha abordado el tema desde perspectivas renovadas. María (y los demás), de Nely Reguera, utiliza un tono más íntimo para retratar las secuelas psicológicas del control emocional. Aunque la película no presenta violencia física, evidencia cómo el machismo puede limitar y condicionar la vida de las mujeres, ofreciendo una reflexión sobre las microviolencias cotidianas.

Otras producciones como Sara no estás sola (2009), una película para televisión, adoptan un enfoque educativo. En este caso, el relato sigue el testimonio de una joven maltratada en un grupo de apoyo, llevando un mensaje de empoderamiento y resiliencia. Aunque más lineal y con fines didácticos, el impacto de este tipo de historias reside en su capacidad de alcanzar a un público amplio y sensibilizar a la sociedad.

La inocencia, de Lucía Alemany, fue otra de las películas que marcaron un antes y un después. Lía es una adolescente que quiere convertirse en artista de circo y salir de su pueblo. Pero antes debe convencer a sus padres. La actriz Carmen Arrufat brilla en un papel que parece escrito a su medida. Cine directo, brutal, que parece sencillo pero no lo es, nos habla del silencio sobre un aborto adolescente, sobre una experiencia oculta que Alemany nos cuenta con honestidad y realismo, que también impregnan las idas y venidas, la montaña rusa que Lía vive con un novio años mayor que ella.

Más allá del cine: los documentales

El compromiso del cine con la violencia de género no se limita a películas comerciales. Documentales como El proxeneta (2018) de Mabel Lozano arrojan luz sobre formas extremas de explotación, como la trata de mujeres, conectando la violencia machista con problemáticas estructurales más amplias.

El proxeneta (2018) de Mabel Lozano

El proxeneta (2018) de Mabel Lozano

La representación cinematográfica también ha reflejado los cambios sociales. En los años 90 y principios de los 2000, las historias tendían a centrarse en el sufrimiento de la víctima y su lucha por escapar. En contraste, las narrativas más recientes buscan abordar el problema desde una perspectiva integral, explorando las raíces culturales y las posibles soluciones. Este cambio responde al avance de los movimientos feministas y a una mayor conciencia social sobre la necesidad de enfrentar el patriarcado en todas sus formas.

El cine, como herramienta cultural, no solo denuncia, sino que también tiene el poder de transformar la percepción colectiva. Películas como La boda de Rosa (2020), de Icíar Bollaín, aunque no centradas exclusivamente en la violencia de género, celebran el empoderamiento femenino y la ruptura de cadenas impuestas por el sistema patriarcal. Al hacerlo, complementan y enriquecen el debate iniciado por las películas más explícitas.

Y como la lucha contra esa lacra social es transversal, y no entiende de raza ni de clase social, la película Jaulas, de Nicolás Pacheco, se adentra en la cultura gitana con un discurso feminista y diverso. La cinta protagonizada por Estefanía de los Santos eahonda en lucha por la emancipación y el maltrato machista dentro de esta etnia. La actriz se mete en la piel de una mujer, líder de un matriarcado, pero rodeada de una cultura machista. Como madre, hay una conciencia en su personaje de que, aunque ella no se salve y no salga de esta, tratará de luchar por su hija.

 

En definitiva, el cine español ha pasado de abordar la violencia de género como un tabú a convertirla en un tema recurrente, tratado desde múltiples enfoques. Este progreso no solo visibiliza la problemática, sino que también invita al espectador a reflexionar y actuar frente a una lacra que afecta a toda la sociedad. A través de sus narrativas, el cine no solo refleja la realidad, sino que contribuye a cambiarla.