Sex o no Sex

Cuando de la amistad al sexo el trecho es estrecho: la clase magistral de ‘Los Bridgerton’

Sus pupilas se dilatan, los corazones bombean por encima de lo razonable, el vello se eriza, el flujo sanguíneo se desboca hacia los genitales, las hormonas por las nubes… ¡Por Dios, que resuelvan ya esta tensión sexual! La amistad venida...

Luke Newton como Colin Bridgerton y Nicola Coughlan como Penelope Featherington en la temporada 3

Luke Newton como Colin Bridgerton y Nicola Coughlan como Penelope Featherington en la temporada 3 Netflix

Sus pupilas se dilatan, los corazones bombean por encima de lo razonable, el vello se eriza, el flujo sanguíneo se desboca hacia los genitales, las hormonas por las nubes… ¡Por Dios, que resuelvan ya esta tensión sexual! La amistad venida a más entre Penélope y Colin, protagonistas absolutos de la tercera temporada de Los Bridgerton, tiene enganchada a su audiencia. ¿Explotará esta burbuja? En solo unos días la serie estrena sus nuevos capítulos y en la emocionante cuenta atrás para el desenlace final, nos da por fantasear. Lo que ocurre en este drama de época, ambientado en la Inglaterra de principios del siglo XIX y servido a golpe de corsés, opulencia y mucha sofisticación, no es tan diferente a lo que puede suceder con ese amigo cómplice con el que uno ríe y se siente apoyado.

La atracción sexual es puro instinto. Nace de una sensación magnética ajena a lo que podamos pensar o querer. El amigo que hasta ahora era tal empieza a despertarnos una mirada sexual y erótica como respuesta a no sé sabe qué estímulo. Y una relación que parecía duradera en el tiempo, consolidada a fuerza de cariño, complicidad y momentos vividos, pasa a enredarse, bien con una lazada, bien como una soga sofocante. El sexo marca, para bien o para mal, la amistad, incluso cuando se trata de dos personas maduras que, por puro divertimento o porque sucumben a un momento de deseo mutuo, tienen uno o varios encuentros ocasionales.

La cuestión sobre la amistad, el sexo y el trecho tan estrecho entre ellos es motivo de tertulias, conversaciones de barra de bar y debates muy sesudos, pero sin sentencia. ¿Quién se atrevería a sacar moraleja de algo tan difícil de entender como es la biología del enamoramiento? ¿Cómo juzgar esa deriva que va del apego a la atracción y de la atracción al deseo?

Aleksandra Szymkow y Natalia Frankowska, profesoras de la Universidad SWPS de Ciencias Sociales y Humanidades de Varsovia (Polonia), han estudiado el interés sexual entre amigos heterosexuales y encuentran que hay varios factores que influyen en que nos sintamos atraídos. En primer lugar, la apariencia física. Esto es algo que ocurre de manera mucho más descarada en los hombres, sin que importe lo hermosa que sea su pareja estable o la satisfacción que le aporte, o en mujeres con tendencia a mantener relaciones abiertas y esporádicas. El resto, sin embargo, le ponen un punto de exquisitez, de manera que será más probable que se despierte su libido ante el amigo cuanto menos agraciado físicamente sea el hombre con quien comparten su vida o cuanto menos satisfecha se sienta con él.

En el estudio, publicado en la revista Evolutionary Psychology, las autoras insisten en esta brecha de género. Si la amiga le resulta físicamente atractiva a un hombre, su interés sexual no se verá condicionado por la belleza de su pareja estable o lo a gusto que se sienta con ella. En su conclusión exponen, además, que la amistad puede ser un buen preludio para una historia romántica y duradera o simplemente una excusa muy a mano para una aventura sexual.

Una vez que conocemos alguna de las motivaciones que nos arrojan a los brazos del amigo, queremos saber qué pasa por nuestras cabezas para dar rienda suelta a lo que, razonablemente, deberíamos dejar pasar. Diremos que, cuando concurren los factores que señalan las investigadoras polacas, no es fácil discernir esa línea roja que separa la afectividad de la atracción sexual. Cualquier roce, beso o mirada es suficiente para que se desate un fenómeno que es puramente biológico. Es el momento en el que las hormonas sexuales toman el mando para provocar emociones y síntomas demasiado evidentes: aceleración del ritmo cardíaco, rubor, aumento del flujo en la zona genital, tonteo, coqueteo, intercambio de bromas o propensión a reírse y a tocarse. Cuando todo esto pasa, algo bulle. Es lo que conocemos como mariposas en el estómago, mucho más fáciles de manejar si la tensión sexual es mutua.

Aunque sea algo que está en nuestra naturaleza humana, la amistad juega a favor de obra por la seguridad que transmite. Ahora bien, ¿es saludable? El impacto desde un punto de vista emocional es innegable, pero no existe evidencia científica que determine si es o no lo mejor para una relación que hasta el momento se sostenía bajo otros parámetros. La atracción sexual puede ser el culmen de un amor que se ha ido fraguando en el tiempo desde la empatía, la comunicación, el respeto, el vínculo y, finalmente, el deseo. Pero puede ser nefasta si la intención no es la misma para ambos, si solo para uno hay enamoramiento o si uno ha usado al otro para aliviar una herida emocional.

En unos días, Colin y Penélope compartirán su particular forma de resolverlo. Nos dirán si de ese apasionamiento emerge una relación romántica, si la amistad vuelve a su punto inicial o si definitivamente rompen el vínculo afectivo. Será una ocasión estupenda de comprobar si se puede seguir siendo amigo después de una atracción sexual, incluso una vez consumada, o si en estos asuntos más valdría no jugar con fuego.

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