‘Crossing’, una historia de cariño familiar y redención

Cuenta la historia de Lia, una profesora jubilada, que prometió a su difunta hermana encontrar a su hija Tekla, una mujer trans que abandonó su hogar al ser repudiada por su familia en Georgia

El director sueco con origen georgiano nos brinda una mirada hacia la mujer trans sin juicios, más bien intenta contextualizar los prejuicios que pueden plantear las personas de anteriores generaciones frente a las nuevas, ante las emergentes opciones de identidad sexual que los jóvenes experimentan. Tal y como señala el cineasta, existe una gran brecha ideológica en Georgia entre la generación soviética y la postsoviética.

El quinto largometraje de Levan Akin, Crossing, producido entre Suecia, Dinamarca, Francia, Turquía y Georgia, dio su pistoletazo de salida en la última edición del Festival de Cine de Berlín y ya se puede ver en salas de cine españolas. Cuenta la historia de Lia, una profesora jubilada, que prometió a su difunta hermana encontrar a su hija Tekla (sobrina de Lia), perdida hace mucho tiempo.

Repudio en la familia

El destino del viaje de Lia es encontrar a su sobrina Tekla, una mujer trans que abandonó su hogar al ser repudiada por su familia en Georgia. Es muy interesante comprobar cómo el director presenta a Tekla, que podríamos decir es protagonista desde el “fuera de campo”. Sin juicios hacia su persona, Akin va anticipando al espectador cuáles fueron las circunstancias y los motivos que llevaron a Tekla a huir a Turquía. Sin embargo, sí pone en el centro de la historia, digamos una de las principales subtramas, a otra mujer trans. Explorando rincones ocultos de la ciudad, Lia y el joven Achi conocen a una abogada transgénero llamada “Evrim” (Deniz Dumanli), que lucha por los derechos de la comunidad trans, y los apoyará en su búsqueda.

Tanto en Georgia como en Turquía, las personas LGTBIQ+ están sometidas a una gran opresión, y el presidente turco, Erdogan centró la mayor parte de su última campaña electoral en el discurso anti LGTBIQ+. Como reacción a esto, el personaje de Evrim está dibujado desde el respeto y la admiración: una mujer transgénero que tras ejercer la prostitución, logra titularse como abogada y colabora en una ONG en favor de personas vulnerables detenidas ilegalmente, es una persona reinventada a sí misma, el vehículo para Akin en su discurso sobre las segundas oportunidades.

 Aunque la película no se centra exclusivamente en una visión feminista, cuestiona los roles de género tradicionales al presentar a personajes que se sienten oprimidos por las expectativas sociales. Achi, el adolescente que acompaña a Lia en su viaje, se enfrenta a las presiones de la masculinidad normativa y refleja cómo las construcciones de género pueden afectar tanto a hombres como a mujeres. Crossing se ocupa de las relaciones entre los personajes y cómo el poder y la dominación, influenciados por las normas de género, afectan sus vidas.

Modernidad frente a tradición

Levan Akin es un director y guionista con raíces georgianas, nacido en Suecia (su familia es de Batumi, como los protagonistas de la cinta), y tiene vínculos con Turquía (sus dos padres nacieron allí). El viaje desde Batumi, Georgia, hasta Estambul por el mar Negro lo hizo muchas veces de niño, narra abiertamente. Es por ello que el arraigo cultural es un tema recurrente en su filmografía, que trata con delicadeza y espíritu de exploración, a nivel personal y a nivel social: “Soy una mezcla de muchas culturas, tradiciones y costumbres, y la cuestión de modernidad frente a tradición me toca en lo personal y me ha generado mucho conflicto interno. Me he inspirado mucho en mi propia experiencia, preguntándome si, en el caso de que vivieran mis abuelos, me aceptarían tal y como soy. Seguramente no, pero al mostrar estos ejemplos de aceptación, espero inspirar nuevas formas de avanzar”.

A medida que el viaje avanza, también lo hace Lia, la verdadera protagonista de la historia. Una de las cosas más bellas de la película es contemplar el arco de transformación de este personaje, quien a pesar de su fachada de mujer dura y rígida, sufre y experimenta sentimientos de rechazo, incomprensión y dolor. El director ha sabido darle la mejor forma narrativa y estética (los planos de ella lo demuestran) para expresar el que quizás podría ser su sueño: la capacidad de aceptación frente lo moderno, lo nuevo, lo diferente y el cambio de mentalidad para acogerlo, a pesar de la edad y de la brecha intergeneracional, otro de los temas principales del filme. En pro de su propia transformación, Lia encuentra por el camino a jóvenes personajes con los que se alía y le acompañan en su viaje, bonita fórmula que recuerda al viaje de Dorothy en El mago de Oz (Victor Fleming, 1939), y que además refuerza el discurso de las diferencias entre las jóvenes generaciones y las más antiguas, de nuevo lo moderno frente a lo viejo.

El deseo de desaparecer

“Estambul parece ser un lugar al que la gente viene a desaparecer” observa Lia, dirigiéndose a su compañero de viaje. Hay una idea inquietante a la vez que esperanzadora en el guion que atraviesa transversalmente la película y que conecta en gran parte con Cerrar los ojos, la última cinta del director español Víctor Erice, y es la idea de desaparecer y de que alguien emprenda tu búsqueda. Desaparecer para borrar un pasado personal, y reinventarse, dejar atrás los juicios, culpas y faltas de las personas que nos rodean.

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